La fiesta

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Si el lago que había en las proximidades de Hogwarts ya de por sí era bello, con el impresionante atardecer de fondo era simplemente mágico. Dos personas se encontraron en las orillas y se saludaron con un sobrio gesto de cabeza.

—Has venido —dijo Hermione.

—Eso parece —repuso Ron—. O quizá soy una ilusión...

—No empieces —se atajó Hermione—. Siempre tienes que saltar con un comentario de ese tipo.

Ron suspiró y sonrió a modo de disculpa. Ambos se sentaron en la húmeda hierba.

—Harry nos recomendó este lugar porque dijo que era... romántico, ¿verdad? —preguntó Ron.

—Eh, sí —murmuró Hermione, absolutamente ruborizada—. Eso fue lo que dijo, sí.

—Bien —Ron carraspeó y luego preguntó: —Escucha, Hermione; si no es mucha molestia, ¿podrías cambiar esa posición? Realmente me hace ver ridículo.

Hermione intentó relajar los músculos y pronto la figura de Ron adoptó un aspecto muy natural. Sin embargo, la castaña no se quedó atrás:

—¿Tú puedes cerrar las piernas cuando te sientas en el suelo?

—¡Lo mismo digo! ¡Abre mis piernas cuando te sientes!

—¡Es que no sé...!

—¿Qué?

Hermione estaba muerta de vergüenza. En un susurro, dijo:

—Me cuesta horrores encontrar una posición cómoda para... esta... cosa... que tienes aquí.

—¿Qué? —preguntó Ron sin dar crédito a lo que oía.

—¡Es muy incómodo, no sé cómo pueden estar llevándolo todo el día colgando!

—Yo no me doy cuenta que lo llevo.

—¡Porque has sido hombre toda tu vida! Pero es algo... asqueroso. ¡No quiero tocarlo más! —finalizó Hermione, y Ron se volvió a ella bruscamente.

—¿Has...? ¿Lo has tocado? —inquirió.

—¡Bueno, he tenido que ir al baño!, ¿no crees? —le preguntó Hermione—. Las primeras veces tuve algunas dificultades, pero creo que ya capté la esencia.

—Es fácil —repuso Ron—. Mira, lo que tienes que hacer es sujetar fuertemente...

—¡Ron! —exclamó Hermione, con las mejillas muy encendidas—. No quiero hablar de esa asquerosidad, ¿de acuerdo?

—Tú comenzaste la discusión —se defendió el muchacho—. Pero creo que tienes razón. Debemos hablar sobre lo nuestro.

—Sobre... ¿qué, perdona? —le preguntó Hermione, convencida de que no había oído bien.

—Sobre lo que nos está sucediendo, Hermione. El cambio de cuerpos.

—Sí, claro. Bueno, por lo que he estado leyendo, Ron... La única forma de revertir el Sortilegio de Cupido es que los dos comencemos a dejar de lado el odio que sentimos.

—De acuerdo —dijo Ron—. Podríamos empezar con un pacto. Algo así como prometer no volver a molestarnos, tal y como lo hemos hecho durante los últimos dos días. ¿Qué opinas?

—Claro —Hermione sonrió. —No más imitaciones ridículas. No usaré más ese vestido si me prometes comportarte de manera normal, nada de esa ropa ajustada y minúscula.

—Me portaré bien y si accedes a portarte bien también. No quiero que nadie te vea llorando, evita caminar con las piernas tan juntas... Ahora mi reputación está en el quinto subsuelo, con el numerito del travesti que montaste en el Gran Comedor —suspiró Ron—, pero voy a ver como puedo remontarlo.

¡Este cuerpo no es mío! (Ron / Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora