Temores.

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Habian pasado unos días desde aquella nueva revelación y Ciel seguía pensando en las palabras del platinado. Si los shinigami tenían un tiempo de vida igual que los humanos...también envejecían? Y que pasaba cuando morían?..desaparecían de alguna forma o quedaba el cuerpo?...eso le atormentaba, debía admitirlo, esa pesada y fría sensación de antes se había hecho más fuerte con aquellas palabras; aunque al principio era algo que apenas logró notar, se había acrecentado al recordar esa parte de su infancia y ver las marcas en el rostro del sepulturero, y a eso ahora se le sumaba el que un día desaparecería...sólo esperaba que con la longevidad que tenían esos seres sobrenaturales, no dejara ese mundo sino después de él. Porque?..ni siquiera él lo entendía.

- que pasa joven conde?...-preguntaba suave al ver en sus ojos una inquietud, sacándolo de sus pensamientos con una caricia en la mejilla.

-nada, no pasa nada...- y de que servía decirle si no iba a responder, pensaba mientras pretendía seguir con sus asuntos.

-.....esta bien...no quiero molestarlo...-suspiro sólo viéndolo, sabía que seguramente era su culpa porque el cambio había venido desde que le dijo ese "secreto" de los shinigami, pero lejos de gustarle que se preocupara por él, le molestaba hacerlo pasar un mal rato. Así pues se levantó y camino a la salida.

-a donde vas?-aunque sonara en la misma forma que siempre, el joven temía que se fuera, no quería quedarse sólo.

-necesito algo de aire, iré a caminar un poco...-respondió tranquilo sin voltear a verle.

-...esta...esta bien...-porque se sentía tan inquieto respecto a él? Quería detenerlo pero no podía hacer a un lado esa actitud que le caracterizaba, por lo que sólo lo vio irse del despacho y luego hacia el jardín por la ventana.-...me pregunto si en esto podrías ayudarme Sebastian... Y tu por cierto, donde estas?...-suspiro al recordarlo. A pesar de las peleas que tenían últimamente, lo extrañaba y ahora era que se daba cuenta de las tonterías por las que discutian; cuando regresara no iba a dejar las cosas igual, ya se había cansado de estar en conflictos constantes.

Por otra parte, en el infierno el demonio sentía el llamado de su amo mientras aún estaba encadenado en la lúgubre prisión. Y al igual que su amado, él le estaba extrañando demasiado y también pensaba en los errores cometidos y las fallas diminutas pero problemáticas de su relación.

-...Ciel, esperó que estés bien...

- yo también lo esperó o no será tan divertido jugar...-hablaba burlonamente el otro demonio mientras se hacia presente en el lugar, lo que sólo molestó a Sebastian.
Rendell era un demonio sumamente inquieto, al que le gustaba desobedecer las leyes siendo uno de los demonios que tanto fastidiaba a los shinigami, robando almas que no habían hecho contrato alguno. Además disfrutaba tomar formas humanas para hacer desastres en su mundo siendo parte de él, y su forma favorita era la de un joven poco más joven que Sebastian, de cabello largo a media espalda, color naranja quemado, piel morena y de ojos ámbar grisáceo. Sus rasgos eran finos y perfectos para acercarse a los nobles de la sociedad, aunque esos colores que tenía no animaban mucho a hacerlo, tenía más posibilidades con un pelirrojo más puro y la mirada en ámbar dorado, pero no le gustaban, eran parte de su sucia personalidad y no iba a complacer a nadie sólo para divertirse.

-oye, adivina que~♪...pronto te traeré compañía...-habló divertido acercándose al otro.

-si le pones un dedo encima...

-oh no te preocupes, no hablaba de él...con ese shinigami a su lado no puedo acercarme.-le interrumpió y desconcertó al decir eso.

-shi...shinigami?...- vio como el otro sólo asentía sonriendo mientras el pensaba en quien podía ser. Tan sumergido estaba últimamente en los recuerdos de su pequeño amo, que se olvidó de que tenía un pretendiente.-..quien es?...

Diario de un ShinigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora