Soledad.

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El alba se hacia presente, la mansión Phantomhive comenzaba a bañarse con los rayos del astro rey, que esa mañana parecía relucir con enorme alegría, cual luz de oro en un paraíso. Aquel día el sol parecía intentar alegrar los últimos días que había pasado el joven, puesto que cada que iba a ver de nuevo al shinigami, no estaba o no quería hablar; además su mayordomo en nada podía ayudarle y ni él sabía porque, lo que le obligaba a investigar por su cuenta cada que tenía un tiempo libre, sin que su amo supiera de ello.

Esta fue la causa de que ese día no se presentara Sebastian a despertar a su joven amo, pero los rayos del sol se las arreglaron para colarse entre las cortinas y despertarle de forma lenta y cálida, con ese toque que solo la naturaleza sabe dar. Se quejó como siempre, pero al no escuchar nada se levantó, pensando en que quizá el demonio no estuviera de humor para hacerle despertar con cariños como solía hacerlo; sin embargo, al aclarar su vista se encontró con su cuarto vacío. Sebastian no estaba, se encontraba solo y decidió llamarle, pero quien fue a atenderle no era él, sino la joven sirvienta que llevaba de paso su desayuno. La joven era ya mucho menos torpe, pues así como aquel chico, había madurado; especialmente de ese amor al perfecto mayordomo que al fin entendió, jamás tendría a su lado. Claro que nadie le impedía dar una miradita a la recamara en las noches de amor de los amantes, mientras no la decubrieran.

- donde esta Sebastian?..-fue lo primero que preguntó apenas vio entrar a la chica. Realmente no le agradaba que alguien más le atendiera, tan natural era la presencia del otro, que simplemente le era incómodo no tenerlo cerca.

- buenos días joven amo.-saludó cortesmente antes que nada, mientras servia con cuidado una taza de humeante y delicioso té- no le hemos visto desde ayer, después de que lo arropara en la noche.

Eso desconcertó al otro, quien de inmediato comenzó a pensar en que estaría haciendo para faltar a sus responsabilidades, pero por más que lo intentó, no pudo mas que pensar en el caso, ya que no solo él estaba frustrado al no saber nada, también su mayordomo se veía así.

No estaba equivocado. La realidad era que en la última investigación de Sebastian, había encontrado a la persona, o más bien, al demonio responsable de todos esos crimenes. Justo antes de que secuestrara a otro noble, se encontró con su viejo amigo del infierno y comenzaron a pelearse, pero como el otro seguía teniendo su sucio instinto de demonio, hizo trampa para cegarlo, secuestrandolo mejor a él. Resulta que Rendell, había estado acechando al joven Phantomhive por un largo tiempo, casi desde que comenzó con ese juego en el mundo humano, pero habiendo visto a Sebastian un par de veces, le reconoció y tuvo que suprimir la idea de llevarselo, pues creyó que seguían teniendo el mismo nivel de pelea; sin embargo, ahora se daba cuenta de que realmente podría hacerlo, en especial ahora que el otro ya no era un obstáculo en su camino.

Mientras tanto en Londres, cierto joven se dirigía de nuevo al hogar del sepulturero, esta vez acompañado por su cocinero, quien solo ayudaría a abrir la puerta del local si éste se encontraba cerrado y luego regresaría a la mansión. Ciel había llamado a su demonio con el poder del contrato, pero él no podía escapar de donde el otro lo tenía preso, especialmente por unas cadenas especiales que otros demonios de rango superior usaban para castigar a otros más bajos. Sin tener suerte en ello, por más que intentara, solo se le ocurrió pedir ayuda a Undertaker; después de todo, Lau no sabía absolutamente nada de ello y lo hartó facilmente con sus divagaciones ridículas. Al menos el sepulturero lograba entretenerlo más que el oriental.

Efectivamente, el local estaba cerrado y por más que tocó a la puerta nadie le abría, por lo que el cocinero hizo lo suyo y forzó la cerradura con un par de alambres, dejando a su amo entrar solo. La atmósfera no era la usual, era pesada pero más de lo normal y había un cuerpo asomando una mano de su ataúd; seguramente el shinigami había salido corriendo al escucharle en la puerta, o eso pensaba el joven, cuando la verdad era que la razón de que estuviera ausente, había sido un malestar en su pecho. Así se presentó de nuevo en aquel espacio, caminando con la mirad al suelo mientras respiraba profundo y sostenía un puño contra su pecho, aferrandose de su ropa. No se percató de que el joven estaba ahí hasta que éste le habló.

Diario de un ShinigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora