[sәɹʇ]

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Narra Elena:

Siguiendo el ejemplo de Ainhoa, me levanté de la mesa y las dos juntas nos fuimos a pagar aquella deliciosa comida para poder seguir buscado los vestidos indicados.

Yo aun seguía un tanto molesta por la conversación que habíamos tenido durante la comida. Siempre me hacía lo mismo, me llevaba la contraria en todo tan solo para cabrearme, cosa que odiaba pero que ella amaba. Solía decir que "Es entretenido verte así. Te pones roja y se te hincha una vena del cuello". No era la primera persona en decirme que se me hincha una vena, eso lo sabía desde pequeña, pero ella era a la única a la que le resultaba gracioso. Esa vena era la señal de que me estaba cabreando, herencia de mi querido padre. Ninguno de los dos teníamos mucha paciencia.

Mientras mi mente hacía esfuerzos en centrarse en lo que estábamos, nuestros pies nos dirigían a la siguiente tienda más cercana. En aquella, Ainhoa pareció encontrar un vestido que le gustó, pero después de probárselo y de pensárselo mucho, decidió que no le convencía del todo, cosa de la que estaba de acuerdo. Por mi parte, no encontré ningún vestido, pero sí unos zapatos de tacón negros y un collar muy bonito que sí que compré. Ainhoa me regañó porque decía que los zapatos se eligían después de tener el vestido, pero me daba igual. Aquellos tacones me encantaron, y realmente, el negro combina con todo.

Las siguientes dos tiendas no fueron nada del otro mundo. No tenían nada especial, nada que las distinguiera de las demás tiendas. Estábamos un tanto cansadas de buscar, pero cuando pasamos por delante de un escaparate, me fijé que tenían puestos unos cinco vestidos que eran verdaderamente preciosos.

-Ainhoa- la llamé pata captar su atención-, mira estos- dije señalando a los vestidos.

Ainhoa pareció satisfecha con lo que vió.

-Me gusta, vamos a entrar Elena- dijo cogiéndome del brazo y entrando a la tienda.

Nada más entrar nos dimos cuenta que aquella era la tienda que habíamos estado buscando todo el día. Tenían vestidos formales e informales, baratos y caros, coloridos y monocolores , sencillos y recargados... en resumen, tenían para todos los gustos y exigencias.

Ainhoa se fue directa a los vestidos con un poco más de color, mientras que yo me fui a los más sencillos. Nunca me habían gustado los vestidos con muchas lentejuelas o brillantes, sentía que en lugar de llevar yo el vestido, el vestido me llevaba a mí. Prefería que fuera sencillo pero sin dejar de ser bonito.

Después de dar una vuelta por aquella zona, me llamó la atención un vestido que exponía un maniquí. No tenía ningún tipo de vuelo o estampado, era completamente liso y ligeramente ceñido al cuerpo. El largo del vestido era más o menos hasta medio muslo, dejando ver las piernas sin ser demasiado. El cuello era estilo barco, haciendo que muy poca piel de aquella parte se pudiera ver. Las mangas llegaban justo a los hombros, dejando ambos brazos completamente visibles. En definitiva, la parte delantera era bastante normal, e incluso recatada. Sin embargo, en la parte trasera se encontraba el detalle que hacía que aquel vestido tuviera ese toque llamativo pero sin dejar de ser sencillo, lo que verdaderamente robó mi atención. Desde los hombros hasta el hueso situado justo arriba de las caderas, se abría un gran agujero que dejaba entrever completamente la espalda. Aquel fue el detalle que me cautivó. Eso, añadido a que el tono del vestido era de un rojo carmesí muy intenso, le daban el toque informal y un tanto atrevido que estaba buscando.

-Es realmente bonito, Elena- dijo Ainhoa apareciendo de la nada detrás mía, haciendo que pegara un leve brinco del susto.

-Sí- suspiré yo-. Pero no tengo el cuerpo del maniquí, no tengo claro si me quedará bien.

El amigo de mi mejor amigo- Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora