Capítulo 3

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Sonó mi alarma a las cinco de la mañana. Me levanté de la cama con los ojos llenos de legañas y la marca de la manga de mi camiseta en mi mejilla. Me puse mis zapatillas de ir por casa y me fui directa al baño a darme una ducha. Estaba tan cansada que se me cayó el jabón al suelo unas cuatro veces. No podía hacer mucho ruido porque mi familia estaba durmiendo, así que salí rápidamente de la ducha y me sequé. Me puse un chándal, una camiseta que tenía de mi hermano y unas deportivas. Me hice un moño despeinado y fui al tocador a taparme un poco las ojeras. Cogí las llaves del coche, mi móvil y bajé las escaleras. Me hice un café y lo puse en un vaso con tapa para poder llevármelo. Al salir de casa me di cuenta que no estaba soleado como siempre así que volví para coger un paraguas, por si acaso.

Encendí el motor y busqué en el gps como llegar al aeropuerto. Acababa de sacarme el carnet así que todavía no sabía muy bien por dónde ir a ciertos sitios. Puse mi cd con mis canciones favoritas mientras conducía. Tenía claro que después de comer haría una siesta, antes de arreglarme para la fiesta de Claire. En ese momento no tenía ganas de ir, pero sabía que Connor estaría allí con sus amigos. No estaba segura si lo que decía Nora era verdad, que yo también le gustaba a Connor, pero ella le conocía bien así que dudaba de que me mintiera.

Según el gps, me quedaban dos rotondas para llegar al aeropuerto pero terminé metiéndome por otro camino y tardé quince minutos más en llegar. El vuelo de mi hermano llegaba a las seis y cuarto y eran las seis así que todavía tenía tiempo.

Al llegar al aeropuerto fui a un puesto de comida y le compré a mi hermano un café y un croissant. Mientras buscaba por el aeropuerto los paneles con los vuelos me di cuenta de que había un hombre mayor sentado en el suelo apoyado en una columna. Estaba cubierto con mantas y apenas se le veía la cara. Era un vagabundo. Tenía un cartel que decía "tengo hambre". En el aeropuerto no dejaban entrar personas sin hogar a ciertas horas, solo para dormir. Me dio mucha pena, así que decidí darle el café y el croissant que le iba a dar a mi hermano. Cuando se lo di se puso muy contento y me agradeció con una sonrisa. Le sonreí de vuelta.

Seguí buscando los paneles hasta que vi uno proveniente de Londres; coincidía con el número de vuelo que me había dado mi madre. Tenía que esperar veinte minutos más porque se había atrasado así que decidí dar una vuelta antes de ir a la puerta. Las tiendas no estaban abiertas porque aún era muy temprano, así que al final me senté en un banco que había en frente de la puerta por donde saldría mi hermano y cerré los ojos. Me quedé dormida por un momento, pero me desperté al sentir un peso encima de mí. Alguien se había sentado en mi regazo. Abrí los ojos y vi una cabeza morena con poco pelo en la nuca y una espalda el doble de ancha que yo. Era Kol. Lo abracé por detrás y él se giró para abrazarme.

-Kol –le dije medio ahogándome – me aplastas.

-Lo sé – me dijo con esa grave voz masculina típica de mi hermano- cómo te he echado de menos, pequeña.

-Y yo, Kol. Vamos, tengo el coche fuera.

-¿Te han mandado a recogerme sola?

-Sí, me tocaba a mí. Kim se ha negado a acompañarme alegando que se pasaba la semana madrugando.

-Kim... ya verá cuando lleguemos y me tire encima suya – me dijo riéndose. La sonrisa de mi hermano era la sonrisa más bonita que había visto nunca. Siempre había sido mi modelo a seguir. Trabajaba en Londres, en una empresa de ropa deportiva nueva que creó con sus amigos cuando recién había llegado allí. Todo le iba muy bien. Jamás dejaré de admirarlo.

-Te había comprado un café pero se lo he terminado dando a un señor que estaba durmiendo en el suelo, me ha dado pena.

-No te preocupes, Kit-Kat. En el avión nos han dado un pequeño desayuno.

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