Levantó su cabeza con brusquedad.
La humedad había empañado el cristal.
Gotas formaban sus propios caminos.
Elías seguía bajo ella, abriendo los ojos con lentitud.
Su cabello despeinado.
Y una mano ceñida en su cintura, creando escalofríos.
El timbre volvió a persistir.
¿Quién era?
Se marchó de la grata comodidad.
Lo gélido la empezaba a abrazar.
Elías pasó al baño.
Y Andrea a la puerta.
Dos valijas azules reposaban en sus pies.
Una gran sonrisa adornaba su rostro.
La apretó contra su cuerpo.
Oh.