Se había acostumbrado a la presencia de Elías.
Aquí y allá.
En las mañanas y en las tardes.
En las noches y en sus sueños.
Se había acostumbrado a su voz.
Un agradable zumbido en lo profundo de sus oídos.
Se había acostumbrado a escuchar su risa.
A que la hiciera reír.
Se dio cuenta que él también se sentía solo.
Una chica solitaria y un chico necesitado de compañía...
Encajaban a la perfección.