Capítulo XIII
Afuera el sol brillaba radiantemente, como si fuese un regalo para aquel nuevo día que se abría para Annette. ¿Desde cuándo había planeado huir de Edimburgo sin conseguirlo? Finalmente ahora lo conseguía y gracias a aquel hombre que había arruinado su último intento.
Al mirar por la ventana, observó como aquella ciudad había quedado atrás.
<< Adiós Edimburgo... >> se dijo en silencio, sabiendo el disgusto que se llevaría a su padre al despertar.
El sonido de los cascos de los caballos se unían en aquel instante con sus pensamientos, haciéndolo ver que quizás cometía una locura en casarse con aquel hombre que le había salvado la vida. Intentó cerrar los ojos y conciliar el sueño que había perdido. Habían pasado tal vez dos horas desde que había huido de la casa de Robert Cartwright .
— ¿En dónde se encuentra mi hija?— le preguntó aquel hombre a una de las sirvientas al observar que ella aún no se había dignado a hacer acto de presencia, sabiendo que en el comedor se encontraba su prometido.
— Señor, su hija no se encuentra....
— ¿Cómo?... ¡¿Qué demonios está usted diciendo?!...
— No se encuentra en su habitación...
Annette finalmente había conseguido lo que él había sospechado tiempo atrás. Escapar de ella.
Aquel viaje a Gretna Green se pospuso un momento, cuando James Cavendish solicitó a su cochero que se detuviera cerca de una tienda donde vendieran vestidos. No era muy conocedor que tienda era adecuada, pero entendía la incomodidad de Annette.
— Hemos llegado...— le expresó James a Annette, ofreciéndole su abrigo y percatándose que no hubiese nadie en la tienda ni en sus alrededores que pudiera verla—. Puede bajar con seguridad, nadie la verá, más que la modista y su ayudante.
Annette miró hacia afuera y se percató que era cierto.
— Está haciendo demasiado por mí...
— No es momento de dudas... Puede creer en mi palabra. Sino, ¿cómo pretende que pueda volver a estar en frente de mi abuela? Ella es todo lo que tengo de mi madre... Y temo que no hay vuelta atrás. ¿O desea regresar?
— ¡Eso jamás!... Preferiría convertirme en una institutriz o en una sirvienta. Ya no hay nada que me lo impida... Finalmente he dejado atrás a Edimburgo. Aunque, creo, que usted ha hecho demasiado por mí y...
— No es momento para echarse para atrás... Su padre intentará mover cielo y tierra para conseguir su principal objetivo. No le importará si la encuentra trabajando como una sirvienta o siendo institutriz de alguna señorita...
— Eso me temo... Nunca podré escapar de esa realidad.
— No hagamos esperar a la modista. Aprovechemos que no hay nadie en la calle. Es bueno cuidar de su reputación, aunque tengamos una boda breve y sencilla en Gretna Green. Es hora de entrar, le hará bien dejar el pasado atrás. Le suplicare que deje todo en mis manos, no quiero que por culpa mía se enferme. No pretendo arruinar ni poner en duda su reputación... Ni hacer conocer los motivos que nos ha llevado a viajar junto en un día tan hermoso.
— No me agrada esa idea, he de admitirle... Pero creo que no tengo otra elección.
James la miró y la detalló con discreción. Nunca antes una mujer le había hablado con tanta propiedad, sin temer al titulo que él llevaba. ¿A qué mujer se le permite expresar su opinión?
Después de aquello Annette decidió acompañarle y colocó toda su confianza en aquella modista que estaba encantada de brindarle sus servicios a aquel caballero ilustre que había pedido su discreción completa.
Annette decidió elegir solo cinco, a pesar de que James le recomendaba no preocuparse por su elección. Pronto sería su esposa y quería que ella se sintiera cómoda.
Finalmente eligió uno como su vestido de novia, al mismo tiempo, que sería posteriormente su vestido de viaje. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, por agradecimiento, aunque había deseado no verse tan vulnerable.
Pero era consciente que ningún desconocido jamás había hecho tanto por ella, como lo estaba haciendo él, de la misma forma que lo había hecho su abuela.
— ¿Y esas lágrimas?— le expresó James al ofrecerle su mano, para ayudarla a subir de nuevo a su carruaje.
— Le estaré eternamente agradecida a su familia por todo lo que usted está haciendo por mí...
— Es mejor que dejemos los agradecimientos para después. Recuerde que estamos camino a Gretna Green y lo correcto es que no perdamos tiempo. No queremos que su padre nos encuentre... O su prometido.
— Annette Cartwright dejó de existir cuando dejó atrás Edimburgo...— expresó cuando subió al carruaje y se sentó de nuevo en su asiento.
— Es bueno saberlo...
Gretna Green les esperaba para convertirse convertirlos en señor y señora Cavendish. Sabían que al ocultar sus motivos les protegían. Y evitaban rumores que estarían de más.
Annette esa mañana se admitió, después de todo, que James Cavendish realmente era un hombre muy apuesto. Su anterior actitud hacia ella había quedado eclipsadas, después de salvarle y ofrecerle aquella alternativa inesperada. Era un hombre elegante de ojos café y cabellera castaña. ¿Cómo era posible que siguiera soltero a su edad? Imaginaba que tendría una razón inmensamente fuerte, que ahora rompía, al querer ayudarla realmente.
— Debo excusarme por mi grosería... Luce hermosa, señorita Annette... Mi abuela diría, si estuviese presente, que ha tomado una excelente decisión...— le expresó por cortesía, al verla pensativa.
Y por primera vez, sin proponerselo, deseaba conocer en qué pensaba.
— Gracias, Lord Cavendish...
— Es momento que empiece a llamarme James... O nadie creerá que nos hemos casado por decisión mutua.
Ella sonrió agradecida por aquel gesto de amabilidad.
— Gracias.... James...
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Todo lo que Soy (1er libro )
Historical FictionJames Cavendish, había nacido en Escocia, aunque parte de su niñez y adolescencia la había pasado en Devon. Había sido educado como inglés, al ser el único nieto varón de Bernand Cavendish, duque de Devonshire. Y por lógica, debería heredarlo por pe...