Capítulo XXXIII
Annette había vencido a la muerte cuando el carruaje de su padre se había detenido en aquella inmensa propiedad del duque de Devonshire. El médico de la familia Cavendish se encontraba una vez más presente, examinándola y recordándole que debía seguir en cama, hasta asegurarse por completo que aquella enfermedad había desaparecido por completo. Sugiriéndole que debía comer y tomar mucha agua.
Al mismo tiempo quería ver a sus hijos. Necesitaba abrazarlos y asegurarse con ello que realmente estuvieran bien.
James recibió la información de quien había llegado sin mero aviso. No esperaba a nadie más ese día. Se giró hacia donde se encontraba Annette y decidió salir de aquella habitación sin hacerle saber quién había tenido la osadía de irle a visitar.
— ¿Qué hace usted aquí, Lord Cartwright? ¿Acaso no fui claro la última vez que estuvimos cara a cara?
— No necesito que me recuerde sus amenazas... Y si lo desea, puede matarme después y cavar mi cuerpo en una tumba sin nombre, si le apetece. He venido a ver a mi hija... ¿Cómo está? ¡Necesito verla y pedirle perdón!... Mi alma no estará tranquila hasta conseguirlo...
James le observó en ese momento. Y se percató de que aquel hombre había estado llorando. Su rostro le hacía ver que ni siquiera se había detenido a descansar en todo el trayecto al condado de Devonshire. Hasta llegar allí, a aquella propiedad.
— ¿Y cree que se lo concederé después de todo lo que le hizo a Annette? Además, ella no es su hija... Usted mismo se lo confesó.
— Estaba ciego... Y herido. Cometí errores imperdonables... Lastimé a su madre y a ella... Pero, mi alma podrida desea únicamente pedirle que me perdone... Ella es mi hija. Es mi hija...
— ¿Cómo de repente lo ha confirmado?
— Por esto...— expresó y le hizo ver aquella marca que solo los varones Cartwright heredaban y por extraña razón, no las niñas—. Es una marca de nacimiento. Su hijo, mi nieto la tiene... Es una prueba clara que ella es mi hija.
— ¿Ha tenido la osadía de irrumpir la propiedad de mi abuelo en Londres y ver a mis hijos?— se enervó al saberlo. Pero de pronto vio a aquel hombre arrodillarse, llorando pidiéndole piedad por sus errores.
— Escuché los rumores en Londres de que el niño tenía la marca que únicamente los Cartwright heredamos... Tenía que confirmarlo y le exigí a su abuelo hacerme ver si era cierto. La necesidad de saberlo enmudeció mi miedo cuando su abuelo me amenazó... Ya no le temo a la muerte... ¡Estoy podrido!— abrazó las piernas de James con las fuerzas—. Necesito hacerle saber a Annette que no es ilegítima. Que es mi hija. Que también es una Cartwright. Y que su madre tomó decisiones erróneas por mi culpa, pero ella sí le amaba. Le amaba tanto, que dedicó su vida a Annette después que ella nació. Decidió escuchar mis humillaciones, con tal de que su hija tuviese un hogar y no se la arrancará de los brazos. Annette se convirtió en la salvación de Agatha... Yo la destruí en vida, pero Annette la salvó. Annette la hizo feliz, hasta que Agatha murió, cuando Annette tenía seis años.
James observó a aquel rogarle. Suplicarle como jamás imaginó que lo haría.
— Esperé aquí... Si ella decide verle, le informaré... Sino, tendrá que irse.—le informó con un tono firme.
— ¿Quiere decir que se ha puesto bien?
— Sí... Pero seguirá en cama por orden del médico...
— ¡Dios bendito gracias por escuchar mis suplicas!
James le dejó en aquel lugar, sin darle ninguna otra esperanza. Ahora era Annette quien tenía en sus manos de si quería verlo y perdonarle.
Escuchar aquello había sido una verdadera sorpresa para Annette. Jamás había pensado escuchar todo aquello que le informaba James. ¿Su padre se encontraba allí? ¿Suplicaba verla para pedir su perdón?
— Solo está en ti la decisión final... Lo dejó en tus manos porque mereces ser tú quien lo decidas. Yo no pondré objeción. Solo te pido que me dejes estar presente, aunque sea en el umbral de la puerta. No confío en ese hombre...
— ¿Has dicho que te ha rogado con lágrimas que necesita verme y pedirme perdón? ¿Qué soy su hija? ¿Qué lo ha comprobado al ver a nuestro pequeño Matthew?...
— Le diré que se marche si su presencia te perturba.— le interrumpió al ver aquella expresión en su rostro que le admitía que era algo que ni ella misma esperaba. Y que aún seguía débil.
— No... Espera...— expresó al verlo girar, preocupado por ella—. Le veré... Siempre y cuando estés presente.
— No pretendo dejarte sola...
James fue en busca de su suegro, al no querer que la servidumbre interviniera en aquel asunto familiar. Le hizo acompañarlo hasta aquella habitación. Y se colocó en el umbral de aquella puerta, en el momento que le hizo entrar a ver a su hija.
Llorar era lo único que le quedaba a Lord Cartwright. Al menos la vida había sido gentil en hacerle ver la verdad justamente a tiempo. Aunque las heridas ocasionadas estarían siempre presentes. Hay marcas que no tan solo los golpes ocasionan, sino las palabras. Y esas son las que tardan en sanar.
El perdón le había sido otorgado. Más una condición había quedado plasmada en ello. Ella necesitaba tiempo para confiar de nuevo en él. No era fácil hacerlo de repente cuando él había sido tan frío y cruel con ella. Sin embargo, Annette en su silencio se admitió que nunca podría olvidar que al menos, a pesar de todo ese odio al no saber si realmente era su hija, él le había dado un hogar, un apellido y una educación.
Aquel hombre se había marchado con sólo eso. Pidiéndole al tiempo poder ganarse el corazón de esa hija que él había perdido por egoísta. Quería recuperar el tiempo y ver a sus nietos crecer.
—He conseguido lo que he cosechado...—expresó cuando su carruaje empezó a andar y su cochero retomaba su regreso a Londres. Lugar donde posteriormente se marcharía después de concluir unos negocios.
Escocia era su hogar. Y era allí donde quería estar.
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Todo lo que Soy (1er libro )
Historical FictionJames Cavendish, había nacido en Escocia, aunque parte de su niñez y adolescencia la había pasado en Devon. Había sido educado como inglés, al ser el único nieto varón de Bernand Cavendish, duque de Devonshire. Y por lógica, debería heredarlo por pe...