Capítulo XXII

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Capítulo XXII

El invierno siguió avanzando, dejando su inclemente frío en cada lugar por cual pasaba. La primavera aún se veía tan lejana. Sin embargo, a pesar de aquello, para la vida de aquel matrimonio se abría una nueva bendición. Una que Annette había temido que jamás llegaría, al ver con sus propios ojos, cómo cada mes le respondía  que aún no había quedado en estado.

—¿Está segura?— le preguntó a su doncella, después de sentarse en su cama, después de aquel repentino mareo.

— Cuando una mujer empieza a sentir mareos o nauseas repentinamente, es lo más probable. Y usted esta mañana no ha probado ni un poco de bocado. —la miró con interés. Aunque sabía que aquello no le estaba permitido a la servidumbre. Sin embargo, lady Cavendish había optado ser diferente con ella. — ¿Puedo hacerle una pregunta, lady Cavendish?

— Por supuesto, ¿qué me quieres preguntar Jane?

— ¿Ya ha tenido su periodo o ha tenido retraso?


El rubor había recorrido toda sus mejillas al escuchar aquella pregunta tan personal. Cosa que preocupó a su doncella temiendo haber encontrado, sin querer, una razón para que su ama le corriera.


— Dispénseme lady Cavendish si le he realizado una pregunta tan personal... Disculpe mi atrevimiento. No lo volveré a hacer. ¡Se lo prometo!...

— No te inquietes, Jane, la verdad no es un tema que haya comentado con nadie, en realidad. Ahora que lo mencionas, ciertamente he tenido un retraso en estos días.— una sonrisa iluminó su rostro—. ¿Crees que pueda ser verdad? ¡Que finalmente me encuentre en estado!


Jane finalmente se permitió respirar al ver aquella alegría en su señora.


— Sí, lady Cavendish, es lo más probable.


Annette tocó su vientre. Si aquello era cierto, finalmente Dios había escuchado su suplicas.


Lejos de allí, la abuela de James se disponía a escribirle una carta a su nieto. El padre de Annette había tenido la osadía de irrumpir, una vez más, aquella propiedad de los O'Dubgaill, exigiéndole una explicación sobre los daños que nuevamente su familia ocasionaba a un Cartwrigh.


A él.


Aquel hombre había hecho acto de presencia en un estado deplorable. Completamente ebrio y enardecido, haciéndole conocer que no estaría jamás de acuerdo de aquella unión.


<< Edimburgo, 15 de Febrero de 1821

Mi querido James...

Querido nieto, había procurado no preocuparte cuando el padre de Annette irrumpió en la propiedad de los O'Dubgaill la primera vez que lo hizo, en busca de su paradero, creyéndome la responsable. Sin saber que al igual que él, yo desconocía dónde se encontraba Annette. Sin embargo, me obligó a hacerlo en esta ocasión con mucha preocupación. El padre de Annette se ha enterado del paradero de su hija y ha jurado vergarse del error que ella ha cometido al casarse contigo. Como sabrás desde que eras un niño, su padre detesta a nuestra familia por la decisión que tomó tu madre y la cual fue apoyada por su padre. Desde ese día el padre de Annette le anunció un odio eterno a nuestra familia y me duele saber que por ello, ella ha vivido una vida que no se merecía vivir. No niego que me alegra saber que ustedes decidieron casarse en secreto, buscando salvarla del infierno que le tocaría seguir viviendo.

Siento tanto que dicha decisión les haya motivado alejar a todos quienes les queremos por un buena razón. Me hubiese gustado ser testigo de esa unión, aunque fuese una boda en secreto y un matrimonio por conveniencia. Aunque, como me has escrito, has decidido seguir el camino de tu padre al permitirme amar a tu esposa. Es un sentimiento que muchos no llevan consigo en sus matrimonios, por eso, con el tiempo se destruyen y viven de apariencias.

En esta carta te pido como última voluntad que cuides de Annette. Temo por lo que pueda querer hacerle su padre, aún más, cuando ha decidido convertirse en lady Cavendish al unir su vida contigo.

Tu querida abuela, Beatrice O'Dubgaill...>>

Cuando aquella carta llegó a las manos de James, su corazón se estremeció por completo. Su principal temor se había hecho real. Aquella unión había llevado a aquel hombre a irrumpir la propiedad de su abuela, con sus amenazas, haciéndole saber a ella el precio que tendría que pagar Annette por su desobediencia. Tragó saliva cuando la sensación rodeó todo su cuerpo. Y comprendió que era una sensación nueva para él. Jamás había sentido preocupación o miedo por sí mismo. No había sido un buen samaritano ni siquiera, que le motivaba a sentirlo por lo demás. O quizás sí, pero hacia demasiado tiempo, que a su edad había olvidado aquella sensación. Y recordó cuando había sido.

Y la respuesta era tan obvia: cuando su madre había caído enferma.

Pasó sus manos por su cabellera, intentado razonar y buscar la calma. No podía actuar como un tonto. Había sido educado para que desde muy joven tomará decisiones correctas.

— Voy a protegerte a ti y a nuestro hijo... Cueste lo que me cueste. Le haré ver a tu padre que si se atreve a tocar un solo cabello tuyo, se la verá conmigo.... Y esa será la peor de la decisiones, sin aún pretende seguir vivo. Es mejor que ni se acerque a ti nunca...



Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora