Capítulo XXVI

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Capítulo XXVI

El temor recorrió cada poro de su piel al ver en frente de ella a aquel hombre tan despreciable. Siendo conocedora a la perfección de que él no quería más que molestarle, al saber, que ella había huido de su compromiso para casarse con otro hombre, más joven que él.


— ¿Qué quiere, conde de Essex?— espetó con seriedad, intentado mostrarle que no le temía. Pero, ella sabía que aquel hombre era peligroso. Sus ojos sabían que era un hombre temible y de armas tomar.

— ¿Así es que saluda al hombre que era su prometido, lady Cavendish? ¿O le incomoda mi presencia?— expresó con una sonrisa sarcástica.


Annette se preparó para responder. Sin dejar a un lado sus modales al recordar el lugar en donde se encontraba. Pero se detuvo al escuchar cómo alguien le interrumpía para su sorpresa.


—Lady Cavendish no tiene porqué incomodarse por su presencia, conde de Essex, y espero que no sea usted quien desee incomodarle o molestarle y más cuando se encuentra en la dulce espera de nuestro primer hijo...— expresó James con un tono firme. Colocándose a un lado de su esposa, mientras aquel hombre se percataba que aquel hombre no mentía, al ver que ella realmente estaba en estado al ver el bulto en su vientre—. No sería bien visto que usted tuviese dicha osadía, sabiendo que es la esposa del futuro duque de Devonshire.

— Lord Cavendish...—inclinó un poco la cabeza, en forma de saludo— Simplemente saludaba a su esposa, recordando que tengo una vieja amistad con su padre. Ahora, después de hacerlo, me retiro. Debo seguir saludando a viejos amigos que se encuentran presente.


James también se despidió y observó como aquel hombre se alejaba de ellos.


— James... No te vi llegar.— expresó Annette finalmente respirando con tranquilidad.

— Intenté ser cauteloso al verlo acercarse a ti... No pretendía que se percatara que le había observado. Sabía muy bien cuál sería su intención y no me equivoqué...

— Sentí tanto miedo... Ese hombre jamás me ha agradado... Y sé que me odia por haber huido de nuestro compromiso.

— Él ni tu padre conseguirán hacerte daño... Primero tendrían que pasar sobre mi cadáver. Y no creo que quieran enfrentarse al futuro duque de Devonshire... Ese hombre sabe muy bien que le conviene, y si lo había olvidado, se lo he dejado bien claro... No es bueno tener a un Cavendish de enemigo.

— James...— expresó al mirarlo a los ojos, sin poder ocultar su preocupación.

— No te preocupes... No es bueno para el bebé... Además, mi abuelo se ha percatado del motivo que ha causado mi ausencia, y no es bueno tampoco preocuparle... No sé cómo lo has hecho. Pero siente mucho aprecio por ti.

— Ni siquiera yo... He considerado a tu abuelo como un hombre muy serio y huraño, que no entiendo cómo he logrado su aprecio.


James sonrió y en su silencio comprendió que él sí lo sabía. Era debido a aquella dulzura que emanaba en ella al conocerla.


Para Joseph Ashworth, conde de Essex, era inaudito saber que su prometida estuviese casada con un Cavendish. Detestaba aquello, al saber cuán poderosa era esa familia. Y cómo, de pronto, se encontraba en la dulce espera de un futuro heredero de aquella familia. Bufó con enojo. Ni siquiera el padre de Annette había tenido la osadía de aparecer en aquel lugar, y aún más, cuando él le había indicado que su adorable hija estaría allí. Durante toda la noche le había esperado verlo en el umbral, pero ni siquiera eso había conseguido.


— ¡Cobarde idiota Cartwright! ¡Qué diablo esperas para llegar! Hubiese sido más fácil utilizarte como un títere y llegar a ella, sin la presencia de ese odioso Cavendish...


La noche siguió avanzando, mientras aquel hombre se limitaba a verlos en la distancia, para luego comprender que jamás podría volver a acercarse. El duque de Devonshire realmente sentía aprecio por la esposa de su nieto, y todo noble que valoraba su posición social, sabía que meterse con aquel hombre, era como meterse con el mismísimo rey de Inglaterra.


— Baila usted tan bien, que aún me cuestiono sin realmente es su primer baile de sociedad...— le expresó el duque de Cavendish en un tono agradable, haciéndola sonrojar—. No es para que se sonroje, simplemente lo he hecho para hacerle ver mi admiración.

— Su excelencia... Quizás se deba a que usted es un gran bailarín y es fácil seguirle...

— Posiblemente...—sonrió para sorpresa de muchos de los presentes que se asombraron al verlo sonreír. Aquel hombre hermético nunca había sonreído ante los presentes en ningún otro evento social—. Es mejor que le regrese a mi nieto, o los presentes creerán que están viendo visiones. O que repentinamente he enfermado... Como comprenderá, es la primera vez que sonrío en un baile de sociedad...— le confesó en un tono bajo, mientras caminaban rumbo a donde se encontraba James.


James, al igual que los presentes, había observado a su abuelo sonreír. Pero a diferencia de los demás, se había sentido a gusto al verlo sonreír y en una faceta que jamás había visto.


Y todo se lo debía a Annette, porque ella había logrado que el témpano de hielo que había en el corazón de su abuelo, también se derritiera, de la misma manera que había ocurrido tiempo atrás con su propio corazón.


Lejos de allí, Robert Cartwright decidía subir de nuevo a aquel carruaje que lo había llevado a aquel club londinense. Había bebido demasiado, sin embargo, no lo suficiente para recordar que su hija se encontraba en aquella ciudad. En aquella inmensa propiedad en Grosvenor Square que había visto a lo lejos antes de dirigirse a aquel club de caballero. No había tenido el valor de dirigirse a aquel baile de sociedad, en el cual, Joseph Ashworth, conde de Essex, le había informado que iría su hija. Verse tan evidente no estaba en sus planes. Ni mucho menos, quería ver como el resto de los presente le miraban en el estado en el cual se encontraba.


Londres podía darle más momentos.


Y él se había convertido en un hombre paciente.



Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora