Capítulo XXIII

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Capítulo XXIII

Londres. Primavera de 1821

Finalmente la primavera había llegado, dejando atrás a aquel inclemente frío que parecía jamás querer marcharse. Ahora ante los presente hacía ver aquella vegetación de nuevo crecer y florecer, mientras que los pájaros cantaban de nuevo más alegre.


- No es bueno que lady Cavendish se dedique a venir al jardín y más cuando se encuentra en estado.- le expresó el duque de Devonshire a Annette, tomándola por sorpresa cuando intentaba sembrar sus rosas favoritas en un extremo de aquel jardín, pensando que nadie le vería desde allí.


Pero se había equivocado, al ver que al girarse se encontraba en frente del abuelo de James. Del mismísimo duque de Devonshire.


- Su excelencia...- expresó sin saber que más podía decirle. Ella había tomado un atrevimiento sin haberle consultado antes.

-Veo que también amas las rosas. Mi nuera, la madre de James, solía también amarlas y sembrarlas en mi jardín. Creo que es una costumbre escocesa...

- No he querido hacerlo enojar, duque... Yo solo...

- ¿Querías un pequeño espacio donde ver tus rosas sin que nadie se enterara?- le interrumpió, al mismo tiempo que fingía que pensaba.


Se veía como un hombre frío y prepotente que no se le escapaba nada. Y mucho menos, cada paso que ella daba.


¡Y ella había sido tan ilusa al creer que pasaría desapercibida!.. Sin embargo, comprendió de dónde había heredado James su instinto de atraparla por sorpresa, como lo había hecho aquella vez que sus caminos se unieron.


- Me disculpo por no haberle pedido su permiso...


Por primera vez Annette vio una sonrisa que se dibujaba en el rostro de aquel hombre. ¿Él realmente se sonreía? ¿Se estaba burlando de ella? No sabía que pensar, pero era lo que parecía.


- Quien debe pedir disculpa soy yo... No he querido asustarla. Me temo que tengo ese poder en la gente. Intimidó a quien tengo cerca o frente de mí...- respiró hondo, sin dejar de sonreír- Sólo permítame darle un consejo, si en otra oportunidad desea tomar "prestados" las herramientas de trabajo de mi jardinero, por favor, no se vea tan obvia. Hágalo con más cuidado.


Las mejillas de Annette se tornaron completamente sonrojadas.


- ¿Me observó?

- Estaba en la ventana de mi despacho cuando la vi tomarla... Imagino que James no lo sabe. Y mucho menos mi jardinero... ¡El pobre debe estar preguntándose dónde dejó su pala!


"Bernand Cavendish, duque de Devonshire, parecía estar disfrutando de todo aquello", pensó Annette al ver que el abuelo de James no dejaba de sonreír.


- Dispénseme, lady Cavendish... Es que su rostro es toda una obra griega... Pareciera que en frente de usted ha entrado el caballo de troya o han herido en el tobillo de Aquiles. Si he de ser sincero, jamás había visto a alguien a punto de convertirse en una estatua griega, debido a la palidez del mismo... Y usted, ha logrado lo que antes no logró nadie... Me ha impulsado a querer reírme.

- ¿Con qué has hecho reír a mi abuelo?- expresó James, al hacer acto de presencia, siendo testigo de aquella confesión que no esperaba escuchar de su abuelo.

- James...- expresó Annette, sintiendo el deseo de que se abriera la tierra y se la tragara por completo, ahorrándole aquel sentimiento de vergüenza.

- Me alegra haber sido testigo de eso...- expresó James al colocarse a lado de ella, haciéndole ver que no había nada de qué avergonzarse.

- Los dejaré solos, mientras tanto, me ocupare de que mi jardinero encuentre su herramienta de trabajo. ¿Me permite, lady Cavendish?


Annette asintió, al mismo tiempo que le entregaba aquella herramienta que aún seguía en sus manos.


- Tome mi consejo... Aunque su embarazo no esté todavía avanzado, es bueno que si desea sembrar algunas rosas, pida ayuda...Tiene mi consentimiento, siempre y cuando tenga a mi jardinero cerca. No quiero que usted se lastime o tenga algún accidente. Usted y mi bisnieto también son parte de mi familia.


James esperó a que su abuelo se retirara un poco y se permitió sonreír con más libertad, haciendo sonreír un poco más a Annette.


- ¿Qué?

- No se burle de mí, lord Cavendish... No ha sido un momento muy agradable como puede ver.

- ¿Ahora he vuelto a ser lord Cavendish?- se rió un poco más- Lo siento, no he querido incomodarte; sólo que me es imposible ignorar que es la primera vez que veo a mi abuelo sonreír y preocuparse por alguien. Siempre lo consideré un hombre frío... ¡Y hoy tengo el gusto de ver otra parte de mi abuelo que desconocía! ¡Qué puede tener un corazón que puede ablandarse ante una mujer como tú!-se atrevió abrazar a su esposa, antes de que ella terminará mirándolo con enojo-. Me preguntó si es algo escoces en ti... Debe serlo, porque no encuentro otra respuesta.

- Usted es escoces también, lord Cavendish. ¿O es que lo ha olvidado?

- Ciertamente lo soy... Pero se me educó para ser inglés, por lo que he olvidado qué es ser escoces también. Annette, no te molestes conmigo. Me heriría en el fondo que lo estés...

- Entonces, lord James Cavendish, entienda que ha sido terrible verme descubierta por su abuelo, intentado sembrar unas rosas aquí, sin su consentimiento.

- ¿Le ha descubierto intentando sembrar rosas?- expresó con más humor-. Perdón, es que no me imaginaba que estarías en el jardín sembrando rosas, a las espaldas de mi abuelo... Realmente, debe ser algo escoces.

-¿Por qué tu madre también lo hacía?

- Sí...- besó su frente- Al menos, tú has conseguido su consentimiento, por lo que debes hablar con Peter y pedirle que te acompañe a sembrar tus rosas por el jardín. Mi abuelo en algo tiene razón, debes cuidarte y más cuando te encuentras en estado. Y yo también estaré tranquilo, si hay alguien de confianza siempre contigo.

-James...- le expresó Annette ya no estando a la defensiva y viendo aquel temor que había visto días atrás en sus ojos-. ¿Sucede algo?

- No, Annette... No sucede nada. Simplemente he estado algo cansado con el viaje que hice hace unos días a Londres.

- ¿No me mientes?

- ¿Por qué tendría que mentirte?

- Porque es la segunda vez que veo esa mirada, en tus ojos, en tan poco días.

James le miró, sintiendo aún más aquel temor. Había contratado a un hombre para que vigilara los pasos de Robert Cartwright. No se confiaba de su instinto en esos días y quería realmente proteger a Annette y al hijo que se encontraba en su vientre.


- ¿Has sabido de mi padre? ¿Es eso?


Y una expresión en su rostro le delató, fue más clara que las palabras que había querido expresar.



Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora