Capítulo XX

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Capítulo XX

El sol entró en aquella ventana, despertando a Robert Cartwright, y haciéndole ver que apestaba a licor y que había dormido en su despacho, en aquel escritorio de caoba. En sus manos seguía aquel informe que había arrebatado por completo con todas sus posibilidades de unir en matrimonio a su bastarda hija con aquel conde de Essex. Y todo, porque ella había tenido la osadía de casarse en secreto en Gretna Green con aquel hombre...


Con James Cavendish.


Con lo que le recordaba lo que jamás había tenido.


A la mujer que había amado con toda su alma y un hijo fruto de ese amor. Ella había decidido un mejor candidato. Aunque últimamente optaba a la idea de que los Cavendish tenían una fijación ante las prometidas de otros caballeros.


¡Y que perfecto lo había aprendido aquel James Cavendish!


La cabeza parecía a punto de estallarle, sin embargo, para acabar aquella sensación, le propinó un duro golpe a aquel escritorio. Y se puso de pie, antes de volverse una comidilla antes sus sirvientes.


— Iré pronto por ti, ingrata... ¿Es acaso así que le pagas a tu padre lo que ha hecho por ti? Eres una bastarda... No sabes que sangre corre por tus venas, aunque tu madre haya sido la nieta de un ilustre noble.


Los días siguieron avanzando, en medio de verdades ocultas en silencio. James miraba a Annette, sintiendo un peso, al no tener el valor de confesar aquello que él sabía, y ella no. Al mismo tiempo, que era consciente como su abuelo le miraba a ella, sabiendo que aún la consideraba una intrusa.


— ¿Qué te tiene tan pensativo? ¿Acaso algo te inquieta?—le preguntó, mientras caminaban, en aquel invierno, por aquel jardín.

— Annette...

— No puedes mentirme, te he estado observando y he aprendido en todo este tiempo a conocer cuando algo te preocupa.—le miró fijamente—. ¿Me dirás qué te tiene tan callado e inquieto?


James respiró y comprendió que no había vuelta atrás. Ella necesitaba conocer aquella verdad que él conocía de pequeño y ella no. Sobre aquel odio que su "padre" sentía hacia los "Cavendish". Y lo que lo había motivado.


— He estado pensando en cómo decirte lo que te diré en este momento. Y me siento en la responsabilidad de hacerlo, aunque temo que esto pueda dañar nuestro matrimonio.


Annette le miró, pensando lo peor.


— ¿Me has sido infiel?— expresó, tratando de verse serena, cuando sus ojos empezaron a humedecerse y ella evitaba llorar.

— ¿Infiel?—le miró y James no la culpo por creer lo peor—. No... No es eso. Ni siquiera pensé que pensarías eso...

— ¿Entonces?— ella le miró con expectación—. Habla, me estás asustando con tu silencio. Si es tan malo lo que piensas decirme, por favor y quitame esta ansiedad que me está produciendo tu silencio.

— No he querido asustarte. Es mejor que entremos a la sala de té y hablemos en privado. Pediré que nos lleven té.

— Es mejor que lo que tengas que decirme, me lo digas en este instante. No soportaré más evasivas... ¿Es tan grave lo que tienes que decirme? ¿Por qué dices que temes que nuestro matrimonio, ya deje de ser lo que ha sido hasta ahora?... ¿Ya no me amas? ¿Eso es lo que quieres decirme? ¿Es eso?— suplicó saber, mientras un nudo se formaba en su garganta.

— Annette...

— Te lo suplico, James, dime lo que tienes que decirme.

— Creo saber el por qué el corazón de tu padre se congeló ante el mundo y ante ti... Incluso, he de adivinar, que también ante tu madre.— respiró hondo—. Tu padre estuvo comprometido con mi madre. Él la amaba con toda el alma desde que eran niños. Sin embargo, mi abuelo materno, nunca estuvo de acuerdo con ese compromiso. No estaban en el mismo rango social que él, y más, cuando sabía que mi madre podía encontrar algo mejor. La obligó a que fuese con ellos una temporada en Londres y olvidará por un tiempo aquel capricho. Allí fue que conoció a mi padre, y mi abuelo materno supo que se le había presentado una mejor propuesta a su querida hija... Mi madre al principio puso resistencia, pero, a medida que pasaba el tiempo, al igual que aquella temporada, mi padre le hizo ver un Cavendish que nadie había visto antes. Ni mi propio abuelo... Mi padre aprendió a amar a mi madre cada día y la admiraba aún más, cada vez que ella se rehusaba incluso a su presencia. Y al final de la temporada, mi madre comprendió que realmente lo que sentía por tu padre era un cariño sincero, más no amor.

— No entiendo qué intentas decirme...

— Mi padre se interpuso entre la felicidad de tu padre. Mi madre se enamoró de mi padre tanto, que decidió romper el compromiso que tenía con tu padre. Y desde entonces, tu padre odia a mi familia.

— ¿Un odio entre nuestras familias?— le miró con incredulidad y asombro— ¿Por qué has esperado tanto para confesármelo?

— Temí tu desprecio y que me odiaras por ello. Tu madre y tú pagaron por eso. Tuvieron que conocer el otro lado de aquel hombre herido.

— ¿Desde cuándo lo sabes?

— Supe sobre el odio que le tenían a mi familia cuando era un niño de ocho años.—cerró los ojos un instante, como recordando aquel ayer—. Habíamos viajado a Londres, y un día, mientras caminaba junto a mi madre por las calles de Piccadilly, vi a tu padre por primera vez... Miró a mi madre con nostalgia, pero a mí, con una mirada que no entendí. No sabría describirte si era por ver algo que se le había negado a sí mismo. O era desprecio por lo que se le había arrebatado. Mi madre al verlo, y ver aquella mirada, decidió fingir que no lo había visto y siguió su camino. Tomándome las manos... Tiempo después comprendí que aquel hombre odiaba a mi familia, aunque no sabía su nombre ni que era tu padre. Fue mi primo quien terminó de hacérmelo saber... Y todas las piezas terminaron de encajar, haciéndome ver que por eso, mi padre había decidido proteger a su único hijo y sucesor cuando heredase el titulo de duque, al evitar aquellas visitas tan prolongadas cuando íbamos a Edimburgo. De todos los nietos de mi abuela, he sido el único que la ha visitado con poca frecuencia, a diferencia de mis primos. Tu padre le había anunciado a mi familia un odio eterno. Incluyéndome a mí... Incluso le vi en el funeral de mi madre. Estuvo aquí, en el cementerio familiar, ocultó tras un árbol. Sus ojos se encontraron con los míos, y tuve miedo. Jamás nadie me había mirado como él lo había hecho, tras aquel dolor que había en su corazón... Y después de tanto tiempo. Creo que le he dado un motivo más para que odie a los Cavendish.

— Tu madre... Mi padre... ¿Un odio entre nuestras familias?

— Pensé que lo sabías cuando me enteré quien eras. Pensé que por eso mi abuela te protegía y tú te dejabas ayudar. Sin embargo, me conseguí que ignorabas ese secreto. Y que mi abuela sentía mucho aprecio por ti, y culpa, porque sabía que eras inocente de todo eso en que se convirtió tu vida. Y del hombre en que se convirtió tu padre.

Ante aquella afirmación, Annette le miró fijamente a los ojos.





Todo lo que Soy (1er libro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora