Capítulo XVIII
James había cumplido su palabra. Incluso se había mostrado cuidadoso, cuando se preocupó por ella, al levantarse y acercarse a la jofaina para humedecer un trapo en el agua que allí estaba. Sabía que aquello había sido algo nuevo para ella. Y él entendía su pudor. ¿Qué mujer en su actual condición no lo estaría? ¿Acaso debería olvidar que era su primera vez en los brazos de un hombre... Su esposo?
Su corazón se estremeció un poco más ante aquella idea. Él era su primera vez. Su primer todo. Porque de sus labios había encontrado la respuesta de ser el primero que le besaba en la boca incluso.
Sonrió incrédulo, ante aquella vida que ahora tenía. Siendo un hombre que a su edad había sido considerado uno de los aristócratas más codiciados por las madres casamenteras. Él, finalmente, decidido a no ser uno de los idiotas que cayera ante esa tonta idea llamada "amor" y sucumbir al matrimonio, colocándose la soga al cuello. Él sin necesidad de una casamentera, había sucumbido primero a la loca idea de ayudarle al proponerle matrimonio. Y con ello, había caído en aquello llamado "amor".
Ahora comprendía a la perfección la razón por qué su padre había tenía la osadía de caer ciegamente en aquel sentimiento cuando se enamoró de su madre. ¿A qué hombre podía culparsele cuando ha tenido la bendición de encontrar a alguien a quién amar y que le ame?
Sonrió aún más antes de regresar a dónde Annette, su esposa. Él también había sido bendecido, aunque jamás pensó, que ella podía ser aquella mujer que le haría cuestionarse a sí mismo y le haría ver todo aquello.
Él la amaba... Sí, la amaba y ahora se alegraba de haber hecho lo correcto. Ella era su todo. Lo más correcto.
Cerró brevemente los ojos y comprendió que jamás hubiese podido perdonarse verla casada con un hombre tan despreciable que sólo le mirarse como un objeto.
Quitó aquel ultimo pensamiento de su cabeza y se acercó de nuevo a donde se encontraba ella esperándole.
— ¿Qué piensas hacer?— expresó Annette completamente ruborizada, al ver lo que él se disponía a hacer. Cuando colocó aquella jofaina en la mesita que estaba cerca de ella.
— No debes preocuparte... Ayudaré a limpiarte. Imaginó que estás adolorida. Ha sido tu primera vez... Esperaba no haberte lastimado... — con su mano desocupada, rozó su mejilla derecha.
El rubor de sus mejillas se observó aún más.
— Discúlpame, ¡que descortés he sido! Entiendo que no es un tema del cual te educaron para conversar con tu futuro esposo.— le expresó con cortesía, mientras le ayudaba a limpiarse—. No es un tema del cual se le eduque a ninguna señorita... Y no estoy seguro que haya sido un tema que hablases con mi abuela cuando vivías en Edimburgo.
— ¿Por qué lo haces?— inquirió completamente avergonzada, pero no porqué él la hiciese sentir así. Sino, en su condición actual, era normal en toda dama, aún más, cuando gozaba de un esposo de buen corazón como él. Lo cual no muchas tenían.
— ¿Hacer qué?
— Todo esto...
— Posiblemente porque soy algo irreverente... Y nací de una maravillosa mujer. Mi madre me enseñó a sentir respeto por las niñas. Aunque luego fui educado para ser un hombre hermético y orgulloso. Un poco rígido e indiferente, de la manera que debe ser educado un futuro duque por su familia.
— Pero, ¿por qué por mí?— expresó cuando él termino de limpiarle, al mismo tiempo, que ella volvía a cubrirse y volvía a levantarse y llevar aquella jofaina a su lugar—. Los hombres nunca han sido educados para ser considerados en su noche de boda... Ni siquiera en un momento de intimidad.
— ¿Pensó que sería brusco, a pesar de mi promesa?— expresó fingiendo hacerse el ofendido.
— No he de exigir nada, siendo su esposa y usted teniendo el derecho absoluto. Es un mundo de hombre y nosotras... Nosotras solo servimos para darles hijos.
Aquella confesión le conmovió infinitamente.
— Soy un hombre de palabras... Y aunque ninguno de los dos llegó a pensar en que nuestras vidas se unirían tras un matrimonio por conveniencia. Cumplo lo que prometo.— le expresó con ternura. Ella no mentía y tenía razón en pensar todo aquello. Pero él era diferente. Y eso le haría ver en aquel matrimonio.
— Dispénseme a mí, por juzgarle...— dijo avergonzada al bajar la mirada cuando él volvió a acercarse a ella.
— Quiero que creas en mí completamente. Aunque ciertamente no fui muy agradable contigo en un principio.— rozó su mejilla con mucho más dulzura, sonriendo como un idiota, sin comprender qué poder tenía ella sobre él, y más, al verla en su cama—. No sé que estás haciendo en mí... Nunca pensé que llegaría hasta este punto.
— James...
— Quizás debí odiarte en un principio, para saber cuánto podría amarte luego... He de confesarte que no pido lo mismo. Entiendo el significado de nuestro matrimonio. Pero, tus ojos me piden que hable. Y creo que callar ya no puedo. Todo este tiempo he tratado de contenerme, pero creo que es justo que explique por qué debo ser sincero con usted.
Annette le miró sintiendo un nudo en la garganta, sin poder creer todo aquello que él estaba haciendo por ella. ¿Realmente él le estaba diciendo todo aquello? ¿Él se estaba abriendo en frente de ella diciéndole que estaba luchando con aquellos sentimientos que sentía por ella?
— Te has adherido en mis venas... Cuestionándome a mí mismo. Por eso cree en mis palabras, Annette. Juró que cumpliré mis promesas, cada una que te haga. Al igual que cuidaré de ti y tendré consideración contigo.— miró sus ojos—. Posiblemente esto fue lo que sintió mi padre por mi madre, y aunque era un sentimiento del cual quería huir, hiciste que deseará cambiar de idea. Sé y soy consciente que nunca prometimos amarnos. Que jamás se habló de un matrimonio lleno de amor. Pero, por mi parte, siento no cumplir mi promesa original. Porque no sé que has hecho en mí... Te amo. Te amo Annette... Le amo lady Cavendish...
Sin poder evitarlo, Annette le abrazó sin importarle que estuviese medio desnuda en la cama de su legitimo esposo. Sus lágrimas empañaron sus ojos antes de salir y recorrer su hermoso rostro.
— ¿Me amas?— le preguntó una vez más, sintiendo que desfallecía tras aquella confesión.
— Sí... Cómo jamás pensé... ¿Podría considerar que es un sentimiento mutuo?— le preguntó al ver su reacción
— Sí, James... Yo también te amo...
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Sé que muchas han querido leer un poco más de esta escena de su primera vez. Ya había escrito un poco antes junto al anterior capítulo, pero esta mañana me he despertado con muchas ideas. Espero que les guste y una vez más gracias por darle una oportunidad a "Todo lo que Soy" =)
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Todo lo que Soy (1er libro )
أدب تاريخيJames Cavendish, había nacido en Escocia, aunque parte de su niñez y adolescencia la había pasado en Devon. Había sido educado como inglés, al ser el único nieto varón de Bernand Cavendish, duque de Devonshire. Y por lógica, debería heredarlo por pe...