Parte IV

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Daniela

 El zumbido en mis orejas, un dolor de cabeza indescriptible y las ganas de vomitar que me dieron esa mañana fueron lo suficientemente fuertes para que me despertase corriendo en busca del baño. Expulsé todo, y por más asco que tenga ya me estaba acostumbrando a esto ya que sería normal y pararía en cualquier momento pues ya tengo un mes de embarazo.

 Me lavo los dientes y salgo del baño, no sin antes haber tirado de la cadena. Me detengo en la puerta de la habitación de Harry y suspiro profundamente al recordar donde me encontraba. 

 Y eso es lo que me hace pensar, me encuentro en su habitación, la habitación que muchas veces compartimos juntos y los recuerdos golpean mi cabeza entonces. No quiero llorar de nuevo, por más que no tenga ganas, tengo que afrontar esto como una persona madura y no llorar como una inmadura. El dolor pesa, y pesa mucho pero las lágrimas no van a solucionar las cosas.

 El hecho de dormir en la habitación de invitados y de despertar en la de Harry me deja con curiosidad, y bastante pensativa, pero no dudo de ir en busca del hermoso chico de ojos jade para ir a aclarar mis dudas. Camino por los pasillos descalza y con la ropa de la noche anterior, me siento asquerosa por todo; por seguir con la ropa del día anterior;  por tener la cara pegajosa de las lagrimas; sin haberme bañado aún cuando estoy limpia.

 Pero no me detengo, camino más rápido hacia la cocina y ahí me lo encontré sin camiseta preparando el desayuno, como siempre.

– Buenos días, Harry –Le digo caminando a su lado para captar alguna señal o algo de arrepentimiento.

 Pero el aire era tan denso y frío que sentía que me quemaba.

– Hola –Responde sin mirarme–. Toma asiento, ya sirvo el desayuno.

 Sin dudar me siento en la mesa y comienzo a jugar con mis manos hasta que él puso delante de mí un plato con panqueques y fruta. Se sirvió lo mismo y se sentó delante de mí observándome como si fuera la última vez. Y eso me duele más que nada, porque él es mi debilidad.

– Tenemos que hablar –Comienza juntando sus manos y mirando fijamente mis ojos azul cristal. Y digo cristal porque tengo ganas de llorar, pero no sale ninguna lágrima.

 Sorbo mi nariz y me aclaro la garganta intentando adoptar una posición firme, seria y madura–:  Tienes razón, hay que hablar...

 Pero él no dejó que terminara la frase.

 – Esto no está funcionando, no tenía planeado nada de lo que está sucediendo –Me corta, yo tengo ganas de decirle que no importa la decisión que él tomara, me marcharía si quisiese, así sus palabras no me seguían hiriendo, pero antes de pode decir algo el continúa-. No voy a poner el pretexto del embarazo, porque ese pequeño no tiene nada que ver, me he dado cuenta de esto hace tiempo...

 Me estremezco :– ¿De... de qué cosa? –Pregunto temerosa a su respuesta.

 Aparta la mirada cortando la conexión visual, como si el baile que hacen las cortinas por la ventana abierta fuera más importante.

– Hace tiempo me di cuenta que ya no podía mirarte igual, ya no te sentía igual y no quise seguir ilusionándote... y bueno, espero que sepas lo que quiero decir.

¿Que ya no me sentía igual? Si todos estos días me trataba como si fuera a hacerme un altar. ¿Que le pasaba ahora? Era más que obvio que el bebé si tenia que ver.

 Una lágrima desbordó de mis ojos, más no ninguna más. Woah, entonces es cierto eso de que cuando estás en cinta eres más frágil de lo normal.

 En su rostro la melancolía y el dolor eran reflejados –: No, Nina, por favor no llores...

–  Ya no me quieres –Adivino mientras asentía con mi cabeza.

Memorias de una Madre AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora