Capítulo 7: Infection.
Ya ha pasado un mes, y yo sigo llorándote cada noche, extrañándote cada día. Sigo sangrando, sigo con la herida abierta o quizás está infectada... porque cada día duele más.
El edredón se sentía tan protector y cálido, aún cuando un poco de transpiración hacía que los vellos de mi nuca se pegaran. Pero más allá decidí dormir por cinco minutos más ignorando la alarma irritante. Aprieto mis ojos y no me es difícil volver a conciliar el sueño.
Pero luego de un rato recuerdo que hoy es miércoles, precisamente cuatro de noviembre, y que hay clases. De un salto me levanto de la cama, y veo que ya ha pasado una hora de mi horario normal para despertarme.
Últimamente esto era común, el cansancio, las llegadas tardes. Ya no podía tomarme mi ducha matutina de todos los días, porque el tiempo solo me daba para cambiarme y desayunar.
Un suspiro se escapa de mis labios al pensar que día era hoy.
O más bien esta semana. La última semana calurosa de lo que resta del Otoño e Invierno, todos los años fue así. Y la parte buena es que la ropa liviana no me da frío, ya que siento el calor más fuerte que nunca y mis manos y pies se hinchan.
Siento un "revoloteo" -como le digo yo- en mi interior, y no, no son ganas de vomitar. Alguien se ha despertado también. Sonrío inconscientemente y acaricio mi panza, en la que ni siquiera aún se le nota aunque sea una curvita, pero la acaricio igual.
— Buen día, frijolito —Susurro, deseando ser una oruga por un momento para poder auto-besarme la panza. Lo tomo entonces, a mi abdomen, con ambas manos a los costados y susurro ridículos apodos que me salen sin pensar acompañados de una ridícula voz aguda—. ¿Cómo está el pequeño renacuajo de mami? —Aún cuando es obvio que no puede responder continúo hablándole con cariño—. ¿Que vamos a ponernos hoy? Sí que hace calor ¿No, cielo?
Mientras le sigo hablando voy rebuscando en el armario algo adecuado para el día de doy.
Prendo los botones de la camisa leñadora verde, y termino de ponerme de forma rápida mis shorts vaqueros celestes y mis tenis color negro. Peino mi cabello, desarmando las ondas que se habían formado, y me permito usar aunque sea un poco de maquillaje.
Frustrada, camino por el pasillo.
— Buenos días, panzona.
Parker está ahí como si nada comiendo tostadas y leyendo atentamente una revista. Ella enserio lucía fantástica hoy.
Oigan, ni siquiera tengo panza.
— Gracias por avisar que me quedé dormida, mejor amiga —Le digo con sarcasmo.
— Panzona, se notaba a tres kilómetros que estabas muriendo de sueño—Se defiende.
Pero al ver su atuendo, sé que aparte de que la razón sea yo, ella se tomo su tiempo en arreglarse. Cosa que no la dejaba hacer en los días que me levantaba temprano. Su cabello hoy está suelto ondulado y con una trenza que parece una tiara en su cabeza rubia, su torso está cubierto por un top de mangas cortas negro que enseña su ombligo, por la parte de abajo la visten unos shorts también negros de jean y una camisa leñadora roja está sujetada a su cintura. Me tomo el tiempo de describirla porque amo como se viste.
Ella hoy se ve fantástica.
— Parker, asúmelo, ni siquiera tengo panza aún –Me quejo ignorando aquella charla—. ¿O sí?
ESTÁS LEYENDO
Memorias de una Madre Adolescente
Teen FictionLos errores son esas pequeñas dificultades que se presentan en nuestro camino, de las cuales tenemos el derecho de aprender de ellos. Pero él no era un error, él era lo que ambos debíamos afrontar juntos... pero tú, tú Prometiste que jamás me dejarí...