Capítulo 8

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Capítulo 8: El primer paso al comienzo. El primer paso a la inseguridad.

*mi teclado está ultra gay, lamento las faltas ortográficas*

 Suspiro y leo una vez más el anuncio. Hay una foto al lado de él y la comparo junto al local frente a mí.

 Hay una foto al lado de él y la comparo junto al local frente a mí

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(Todos los créditos a la foto)

— Así que, éste es el famoso Central Caffriccio —Murmuro mirando todo el lugar desde afuera, comprobando que es la dirección correcta.

 Dios quiera que ahora sí tenga suerte en éste. 

 Mis pies ardían, pero al mismo tiempo se congelaban, por caminar tanto. Mi suerte no venía mejorando. Pero tenía la esperanza de que aún podía cambiar, después de todo es el último lugar que conseguí. Me rechazaron en dos lugares y la tercera fui yo quien no acepto el empleo.

 Según la tienda de ropa, que fue mi primera opción, el lugar estaba ocupado ya; una completa lástima porque parecía un lugar en buenas condiciones y buena paga, pero no se pudo. Luego recorrí como cinco calles abajo, para encontrarme con que mi segunda esperanza -el restaurante, que era bastante famoso- dudó sobre mi apariencia juvenil y me tacharon de una adolescente embarazada desesperada.

 Lo cual en parte puede ser cierto, pero no quisieron darme el empleo, se excusaron con un "Deja tu número, nosotros te llamaremos". Y eso que, a pesar del frío, me había arreglado bien para dar una buena impresión.

 Horrible ¿no? La mala racha parecía haber terminado cuando entré a la pizzería y parecían querer contratarme, ¿La parte mala? Que estaba rodeada de sucias manchas de humedad, bichos feos por todas partes, olor apestoso, hombres que parecían ex convictos y el horario no coincidía con la escuela.  Demasiada mala suerte, no era para mí.

 Pero sin embargo, aquí estoy. Hiperventilando de nervios y del miedo a que vuelvan a rechazarme. Cierro los ojos y empujo la gran puerta de vidrio pesado.

 Parecía agradable, civilizado de hecho; no tenía la apariencia de la pizzería, el mal humor del restaurante o las clientas pesadas de la tienda de ropa. Por el momento, eso está claro.

 Una mujer estaba detrás del mostrador junto a la caja registradora, hablando por teléfono, miro a mis costados y no había nadie más ahí que los clientes, entonces la espero. Su aspecto no se veía bien, tenía una voz dulce pero parecía cansada, junto con todos sus otros rasgos; como su cabello ceniza despeinado, las ojeras debajo de sus ojos caídos, su uniforme de empleo un poco desalineada y las arrugas más que nada se marcaban en su rostro. Ella se veía muy cansada, y no era tan mayor como su aspecto pintaba, quizás yo creo que tenía unos cuarenta y...

— Hola ¿Puedo ayudarte en algo? —Pregunta ella interrumpiendo y sacándome del trance.

 Mis mejillas se tornan color ciruela cuando me doy cuenta que la he observado, casi acosadoramente, todo este tiempo.

Memorias de una Madre AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora