Parte II

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*Si escribo mal, es porque el teclado se me pone gay*

 Harry

— Harr, por favor —Insiste él.

 Aprieto mis ojos. Completamente indeciso. Necesitaba una mano, pero también estaba la seguridad de ella.

 Dejo escapar un suspiro ahogado y paso las manos por mis ojos. Me inclino nuevamente hacia un lado de la pared, exponiendo mi cabeza un poco, y veo que aún siguen ahí. Ambos.

— Carajo, Byron —Maldigo—. ¿Porqué te metes en tantos malditos problemas?

 Escucho el rugido de un motor, y mi corazón late con fiereza. No tenía tanto tiempo.

— Lo siento, no pude evitarlo, me tendieron una trampa...

 No lo escucho. Vuelvo a asomarme por la pared, y logro ver como Shep sube al autobús y se despide de mi ángel. Ella se queda sola.

 ¿Pero qué... ?

 Y a pasos pesados, lentos y sin ningún apuro ella va caminando.

— Hermano... 

 Gruño.

— Sal ahora mismo, voy a buscarte. Pero con una sola condición.

— Haré lo que sea, te lo agradezco, Harry.

(...)

 Estaciono a lo lejos cuando se con exactitud a donde se dirige. Cuando el auto para de vibrar, hecho un suspiro cansado.

 Al menos no se arruinó la maldita pintura de mi maldito auto.

— ¿Haces esto todas las tardes? —Pregunta Byron con curiosidad, luego de unos largos minutos de silencio.

 La observo hasta que desaparece adentro del hospital, y entonces me devuelvo hacia Byron.

— Sí —Respondo en un ronco gruñido seco—. Escucha. Vas a entrar a ese hospital, y vas a seguir su puto trasero... —Me interrumpo cuando digo trasero, no, no quiero que mi hermano observe el trasero de mi chica—. olvídalo, solo entra al maldito hospital y averigua qué está haciendo ahí.

 Trato por trato. Así era la ley. Si yo quería que Byron me hiciera el favor, que aún no le pido, tendría que ayudarlo ahora. 

 Es mi único hermano, y lo quiero como no se imaginan. Pero el hecho de que se meta en los peores problemas, con gente podrida, me hace detestarlo por unos momentos. Hace veinte minutos conduje más rápido de lo que mi chevy podía, por él. O era Byron, o era Nina, y tuve la peor idea de elegir a ambos. Tuve que conducir rápido para luego poder alcanzar a Nina y ver que todo salga bien. Pero al idiota de mi hermano lo estaban esperando tres grandulones para hacerlo mierda.

 Imposible no meterme, aún cuando quería que recibiera su bien merecida tunda por idiota. Igual lo defendí.

 Lo bueno es que ahora me encuentro aquí, y mi ángel está a salvo.

— Es esa la condición —Lo miro fijamente a los ojos, y parece un espejo. Porque son iguales a los míos.

— ¿Solo es eso? —Ríe divertido, y su risa me alegra un poco. Es contagiosa, me gusta ver a Byron reír, pese a que minutos atrás quería que lo hayan golpeado de una vez por todas. No quiero verlo mal, nunca más—. Por un momento creí que me haría cruzar el Everest desnudo.

 Larga una carcajada, y me contagia al fin. Pude imaginarlo haciéndolo.

— Oye, no es mala idea —Bromeo.

Memorias de una Madre AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora