Capítulo 1

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Se supone que las personas se acercan a ti por ser especial, y hasta el momento no encuentro nada lindo en esto.

Mi madre siempre me ha dicho: "Tu eres especial, y nadie podrá hacerte sentir menor cosa, por solo ser diferente."

Y solo hay que ver lo bien que me ha funcionado esto; mi padre me abandonó antes de cumplir los nueve años. La razón de su abandonó, es por no querer ir a un psiquiatra por hablar con personas "inexistentes". Siguiente punto nunca he tenido amigos sinceros siempre ha sido la misma rutina;conocer a alguien, saber que tienes algo diferente o puedes hacer algo diferente y cae en la misma historia, burlas y más burlas. Como desearía ser una persona normal, no tendría tantos problemas rondando por mi cabeza.

—¡Demetria, ya es tarde tienes que ir a tu practicas!

—¡Ya voy!—me levanté de la cama, cogí mi bolsa.

Salí de la habitación para bajar las escaleras

—No entiendo, porque quieres que vaya a esa practica— replicó mientras termino de bajar la segunda planta.

Llegué a la planta baja, donde ya se encontraba mi madre, esperando.

Ella y yo somos muy diferentes; ella tiene el cabello negro azabache, los ojos azul grisáceos, es muy delgada debido a su estatura, en cambio yo, no tengo nada de parecido por parte de mi padre, ni mucho menos de mi mamá, a no ser  solo la estatura, mi padre tiene el cabello rubio, yo café oscuro, sus ojos son verdes y los mios café. ¡No hay parecido!

—Te lo he dicho cientos de veces, es para tú bien. Si no, andarías con los dolores de nuevo, en serio me preocupo por ti hija.

—Si, lo recuerdo—dije con voz apagada.

Por más que no quisiera ir, ella tenía razón. Cuando tenía trece años, tenía unos dolores de cabeza y vértigos infernales era como si un taladro perforara tú cabeza. Según la maestra que me ha enseñado todo estas practicas decía que solo era un rebote,   o un bloqueo de las visiones y entre otras cosas que estaba acostumbrada a ver. No existía otra salia, solo era aprender o soportar el dolor.

—Me tengo que ir, antes de que se me haga tarde—me acerqué para besar su mejilla.

—Adios, mi niña. Ten cuidado— se despidió.

Salí de la casa, volviendo a colocar la bolsa sobre el hombro. Caminé unas cuantas calles, el día estaba demasiado soleado y no quería llegar hecha un desastre, por lo que me detuve en la parada para esperar el autobús. Saqué la cajetilla de los cigarros de la bolsa junto con el encendedor, me lo coloqué en los labios y lo encendí.

Recargue mi espalda en un árbol, que se encontraba a unos cuantos pasos de la parada, mientras seguía dándole varias caladas al cigarro. Por un momento, me quedé observando el cigarro que sostenía mi mano. ¿Qué pensaría mi padre si me viese así?, pensé.

Sentía pena y asco por mi misma, inclusive hasta del cigarro que sostenía, ¿cómo había llegado a esto?.... Él se hubiese avergonzado, seguramente como le avergonzó la diferencia que existía, en mi.

Apagué el cigarro con el tronco del árbol. Le tocaría sufrir por culpa mía. En eso, el camión se detuvo en la parada abriendo las puertas para que subiera. Pagué lo necesario y, busqué  un asiento que estuviese solo hasta que encontré uno, me aproximé y me coloqué del  lado de la ventana.

El autobús siguió su rumbo habitual, hasta después de un buen tramo, me levanté de mi asiento y presioné el botón para que se detuviera y pudiera bajarme.

El cantar de los muertos[PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora