Silencio

Silencio. Capítulo 7.

Andy

Me despierto diez minutos antes de que suene el despertador y corro las cortinas, aunque afuera todavía está oscuro, pero no tardará en amanecer. Desayuno un par de tostadas integrales con tomate y aceite y un zumo de naranja.

Salgo de casa con cuidado de no hacer demasiado ruido, me pongo las cascos y corro hacia el parque, aun sabiendo que llegaré pronto. A estas horas, los sábados por la mañana no hay demasiada gente, así que pienso que es el momento perfecto para quedar con Natalie y hablar las cosas.

No tengo que esperar mucho, pues ella llega pasados cinco minutos. La ropa deportiva le hace una figura esbelta y por un momento me arrepiento de que para mí tan solo sea una ex-novia más, aunque borro ese pensamiento enseguida, centrándome en Dyla.

—Tan puntual como siempre —le digo, intentando sonar amigable—. Y esa ropa te queda de maravilla.

—Cállate y vayamos al grano —Me corta y se cruza de brazos—. No he venido aquí por ti precisamente, y todos tus intentos de volver conmigo no van a servir para nada.

—Anda, cálmate, solo bromeaba.

—Eso espero... —Su expresión se agudiza y sonríe sagazmente—. Porque claro, ahora te interesa Dyla, ¿no es así?

—Sí —respondo, bajando la mirada porque la de ella me intimida—, o eso creo.

—Te resultará fácil conquistarla.

—No hace falta que me digas lo que ya sé, Natalie —le respondo, altanero—. Solo espero que esto no se te vaya de las manos. Candy es buena chica.

—No le haré nada, lo prometo —Hace una cruz sobre su corazón—. En el fondo es bastante agradable tener una amiga real por primera vez, aunque es tan influenciable...

—Eres tan elocuente que casi me lo creo.

—Lo decía en serio... —musita—. He cambiado más de lo que crees.

—Si tú lo dices —respondo, con indiferencia.

—No me conoces tanto —me espeta, abrumada.

—Ya me gustaría —Suspiro—. En fin, que gane el mejor, entonces —Estrechamos nuestras manos.

—Que gane el mejor —repite con orgullo—. Por cierto, ¿qué estabas escuchando? —dice, señalando los cascos.

—¿No crees que es obvio?

Sonreímos involuntariamente, ella tiene los ojos brillantes y yo no puedo dejar de mirarla, aun así, acabo apartando la vista con el corazón latiéndome con fuerza contra el pecho.

—¿Corremos? Necesito aclarar mis propósitos —le propongo.

—Por suerte, en ese aspecto aún no has cambiado —Se levanta y echa a correr—. ¡El que más aguante se lleva el premio! —exclama.

Sonrío y echo a correr tras ella, con el corazón aún acelerado. ¿Está bien utilizar a las personas como si de premios se trataran?, pienso, hasta que logro alcanzarla. En ese momento ella se gira y me saca la lengua en un gesto de burla. Entonces me olvido de todo, y solo pienso en que tengo que aguantar más que ella, porque quiero conseguir nuestro objetivo, nuestro premio, sabiendo que no podremos compartirlo nunca.

Hoy pasaré la tarde con Dyla y la verdad es que me hace ilusión, es una chica bastante interesante. Le he dicho que iba yo a recogerla, así que estoy esperándola afuera. Miro la fachada de la casa por cuarta vez, ¿así que es aquí donde vive? Nunca lo habría adivinado, pero por suerte ya lo sé.