Candy
Mark y yo estamos en la plaza, observando cómo colocan el gran árbol de navidad. Me siento feliz, por un lado porque se acerca mi festividad favorita y por otro porque últimamente mi relación con Mark es mucho mejor y me siento muy a gusto cuando estamos juntos.
Pasamos al lado de luminosos escaparates que nos invitan a comprar los productos que ofrecen y es entonces cuando llegamos a la pastelería y me quedo pegada al cristal, fascinada con todos los postres que hay. Ojalá supiera hacerlos.
—Qué buena pinta tienen todos... —dice él, poniéndose a mi lado.
—Te juro que si alguien me regala un trozo de ese —Señalo el pastel de manzana—, me enamoraría perdidamente de esa persona.
—¿De verdad? —me pregunta, sonriendo.
—¿Te parece que esté bromeando? —respondo, intentando parecer seria.
—Entonces quédate aquí que enseguida vengo —me dice, entrando a la tienda.
—P-pero... —musito, sin creerme aún lo que está ocurriendo.
Un minuto después, sale con un trozo de tarta de manzana envuelto cuidadosamente en papel.
—Para ti —Me lo ofrece y sonríe—. Mi parte del trato está hecha.
Tomo el trozo sin saber qué responder. Noto calor en mis mejillas y después cómo se extiende por todo mi rostro. No me creo que haya podido hacer eso por mí. Entonces, ¿le gusto?, es imposible.
Sé que debería decir algo, así que le doy las gracias como puedo, porque no dejo de temblar. Y no sé por qué, me acerco a su mejilla y le doy un beso, apartándome rápidamente, muerta de vergüenza y bajo la cabeza, para que no note lo roja que estoy.
—Candy —Toma mi barbilla con delicadeza para que le mire—. Estás preciosa así, no hace falta que te ocultes.
Noto cómo su mirada recorre mi rostro, empezando por los tirabuzones que reposan sobre mi frente, pasando por mi cuello, mis labios y mis pecas, para acabar en mis ojos. Me observa como si quisiera leer más allá del color verde que adorna mi mirada, como si intentara adivinar qué pienso de él, de todo esto. Entonces devuelve la vista a mis labios y a mí se me encoge el corazón en el pecho de los nervios. Cierro los ojos para no verle, para no sentir miedo. Cuento los segundos, intentando controlar mi respiración para que él no se dé cuenta de mi inquietud, de que yo no entiendo sobre nada de esto y tengo miedo a hacer algo mal. Noto cómo se aproxima a mí y su cálida respiración acaricia mis labios.
Solo abro los ojos cuando oigo un grito de emoción.
—¡Es él! —chilla una voz aguda—. ¡No me lo puedo creer!
Miro hacia todos lados y veo cómo la gente se acerca rápidamente a nosotros.
—¡Y está con su novia! —exclama una segunda voz.
Noto la mano de Mark tomando mi fina muñeca y cómo tira de mí, intentando rodear a la multitud, cada vez mayor, para escapar de allí cuanto antes.
Mientras huimos, me pregunto qué ha ocurrido antes, si realmente él ha llegado a besarme o nunca sucedió nada. La verdad es que no tengo ni idea, pero aún siento ese cosquilleo en el estómago y una especie de embotamiento en la cabeza que me impide ser consciente de lo que esta ocurriendo a mi alrededor, de qué huimos o hacia dónde vamos, lo único que sé es que estoy con él, y eso me hace sentir a salvo.
Mark
Miro el reloj por enésima vez y me doy cuenta de que llevo toda la noche así, encogido en la cama y observando el reloj. Intenté dormir, pero las pesadillas volvieron a mí y desde entonces he sido incapaz de conciliar el sueño, ni siquiera puedo cerrar los ojos, porque la imagen de una gran multitud sobre Candy me ahoga, mientras yo intento salvarla sin poder hacer nada, porque los flashes me ciegan y las voces que gritan mi nombre me aturden, entonces ella desaparece en las fauces de la gran masa de personas, quedando todo en silencio, pero los monstruos vuelven a por mí siempre.

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Silencio
Genç Kurgu*Dyla se ha unido* Isa: Ya está. Reb: ¿Tú eres Dyla? Cam: ¿Ya la has metido? Reb: Responde, no seas tímida. Dyla: Hola. Reb: Al fin. Bienvenida. Dyla: ¿Qué es esto? Reb: Tú mayor pesadilla, cariño. Isa: Jajaja eres cruel, R. Reb: ¿Y tú no? La idea d...