Candy
Tomo aire para reunir el valor suficiente y llamar al timbre. Natalie me ha invitado a su casa y estoy muy nerviosa, ¿qué pensarán sus padres de mí? Incluso tengo curiosidad por saber cómo es su cuarto.
Me abre la puerta una mujer muy sonriente, y tengo la impresión de estar frente a una Natalie unos veinte años mayor.
—Buenas tardes. Oh, ¿tú eres Candy? —dice, con una voz dulce—. Teníamos muchas ganas de conocerte.
—Buenas tardes —musito—. Sí, soy yo.
Me invita a pasar y me conduce a través de la humilde casa hasta la cocina. Allí está el padre de Natalie, cocinando tortitas y se me hace la boca agua.
—Buenas tardes, Candy —me saluda él—. Me alegro de verte.
Sonrío con timidez y noto calor en mis mejillas.
—Natalie se está duchando —dice su madre—. Mira que le dije que se diera prisa.
—Oh, no importa —respondo, intentado no darle importancia.
—Me han dicho que te encanta cocinar —Su padre pone las tortitas en un plato y me ofrece—. Recién hechas.
—Muchas gracias... —respondo, cogiendo una.
—¿Desde cuándo te llevas interesando por la cocina? —me pregunta él.
—La verdad es que casi desde pequeña, a mis padres les apasiona cocinar.
Hablamos de cocina durante un cuarto de hora, que es lo que duran las tortitas en el plato, las cuales resultan estar deliciosas.
Aun así, conservo un ápice de inquietud sobre cómo será la habitación de Natalie, sobre todo ahora que me he fijado bien y noto que es imposible que hasta hace nada estuvieran de reformas en toda la casa, pues los muebles son antiguos y las paredes tienen un color desgastado. Lo más probable es que me mintiera porque quería ocultar algo, pero ¿el qué? Así que decido inventarme una excusa para poder ver su habitación.
—Mmm... ¿puedo ir al baño? —pregunto.
—Claro, seguro que Natalie ya ha terminado —dice su madre amablemente.
Me indica dónde está el aseo y yo entro. Aún está el cristal empañado y noto el calor del vapor de agua en el ambiente. Espero unos minutos y después tiro de la cadena. Cuando salgo, vigilo que no haya nadie en el pasillo y después me dirijo con sigilo hacia la puerta que, por descarte, he averiguado que es la de su cuarto. Me asomo cautelosamente y me quedo helada. "A veces me pregunto por qué nunca vamos a tu casa" oigo mi propio voz en mi cabeza "Es que estamos de reformas y tal" y también escucho la respuesta de Natalie. Pero aquí, en la puerta, viendo su habitación, me es imposible creer sus palabras.
Mire a donde mire, hay cosas de Dymon. Las paredes están cubiertas con pósters de sus discos, su cara o su cuerpo. La colcha de la cama es sobre él y el suelo está cubierto con las letras de sus canciones. Me acerco a su escritorio y observo las fotografías que hay. En una de ellas sale con Andy, los dos están muy sonrientes, pero la cara de él está tachada en rojo. ¿De qué se conocían? Ella nunca me habló de él. Entre el revoltijo de papeles encuentro otra nuestra, y veo mi rostro marcado con una cruz hasta el punto de atravesar la fotografía. Dirijo la vista hacia todos lados, aterrada. Me cuesta respirar y siento como si las paredes estuvieran juntándose, para acabar atrapándome. Miro las hojas de nuevo y paseo la vista por algunas de las palabras "ganar, Mark, premio, perdedor, Andy, destruir, amor, Candy" ¿Es esto un plan para acabar con todos nosotros? En el último folio, escrito en letras mayúsculas y con tinta roja, pone: Dymon será mío.
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Silencio
Teen Fiction*Dyla se ha unido* Isa: Ya está. Reb: ¿Tú eres Dyla? Cam: ¿Ya la has metido? Reb: Responde, no seas tímida. Dyla: Hola. Reb: Al fin. Bienvenida. Dyla: ¿Qué es esto? Reb: Tú mayor pesadilla, cariño. Isa: Jajaja eres cruel, R. Reb: ¿Y tú no? La idea d...