Silencio. Capítulo 12

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Mark

La jeringuilla se desliza entre mis dedos y cae al suelo, alguien me ofrece una botella y yo bebo de ella, sin ni siquiera saber cuál es su contenido.

Solo puedo oír risas mezcladas con la música. Así que yo también comienzo a reírme, porque me siento bien, lleno de vida. Me quito la camisa, pues un extraño calor ha comenzado a inundarme de repente. Oigo cómo alguien dice mi nombre y me toma del brazo para llevarme hacia la multitud, donde todos bailan. Aún sigo teniendo la botella, así que le doy unos sorbos más y le ofrezco a la chica de bonitos ojos azules que me mira intensamente. Ella rechaza mi ofrecimiento y acerca la botella de nuevo a mis labios. Ahora me sonríe y me atrae hacia ella mientras mueve su curvilíneo cuerpo al ritmo de la música. Siento cómo besa mi cuello y asciende por él hasta llegar a mi oído.

—Eres mío —susurra.

Su voz me resulta familiar, pero ese pensamiento desaparece cuando toma mi mano y la pone sobre su pecho izquierdo, su oscuro pelo está revuelto y no puedo dejar de mirar a sus enigmáticos ojos azules, entonces se acerca a mi boca y repite las mismas palabras que antes, para después presionar sus labios contra los míos, mientras dirige mi mano por su esbelto cuerpo.

Vuelve a decirme lo mismo por tercera vez y el pensamiento de que su voz me resulta familiar aflora en mi mente de nuevo. Tardo unos minutos en darme cuenta de quién es ella realmente, y cuando lo hago, aparto con brusquedad mi mano de su cuerpo e intento escapar de la asfixiante multitud.

Cuando salgo a la calle, mis amigos comienzan a hacerme comentarios sobre la chica pero no les presto atención. Tomo un sorbo más de la botella y la tiro al suelo. Desde el mismo momento en que me he dado cuenta de quién era ella, no he dejado de pensar en Candy y la culpabilidad no deja espacio para otro sentimiento, necesito ir a verla.

Camino lentamente, sintiéndome derrotado, sin saber muy bien a dónde voy. Y entonces la veo, sus cabellos de fuego ondean al viento y sus chispeantes ojos verdes me sonríen. Lleva un largo vestido de seda blanca y los pies descalzos. Noto cómo me mira y me acerco a ella, aunque no logro alcanzarla, está demasiado lejos.

Entonces ellos aparecen, se van aproximando a Candy sigilosamente, sombras oscuras que solo tienen sonrisas de dientes afilados y ojos amarillos que la observan hambrientos. Cada vez son más y la rodean, atrapándola entre sus manos de vapor negro. Le revuelven el cabello y acarician su delicada piel. Yo grito pero no oigo mi voz, les suplico que la dejen en paz una y otra vez, pero no me hacen caso y siguen tocando su cuerpo, mientras las lágrimas comienzan a manchar sus mejillas.

También oigo cómo me llaman, son voces lejanas que se acercan y noto el calor de cuerpos rodeándome, manos sujetándome por los brazos y llevándome lejos de ella. La multitud me ahoga e intento no perder de vista a Candy, pero cada vez está más lejos y soy incapaz de hacer nada. Intento zafarme de aquellos que me sujetan y no desisto hasta que por fin me dejan en el frío suelo, agotados de luchar contra mí.

Veo un coche a lo lejos y alguien que entra en él, me levanto y me acerco lo más rápido que puedo. El rostro de la persona está borroso, pero oigo cómo dice mi nombre y otras cosas que no entiendo, porque solo soy capaz de escuchar la voz de mi cabeza que murmura una y otra vez el nombre de Candy. Así que comienzo a gritarle a él, sin importarme quién es ni el hecho de que conozca mi nombre, maldita sea, ¡todos saben mi nombre!

Cuando quiero darme cuenta, estoy dentro del coche. Siento cómo giran las llaves y el ruido que hace el motor al encenderse. Miro a Candy y a las sombras que la están devorando, ella me llama y su voz dulce se repite en mi cabeza como un eco lejano e inalcanzable. Entonces sus cabellos de fuego queman su vestido y ella grita, puedo sentir su terror chillando en mi corazón.

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