Silencio. Capítulo 1.

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Dyla

"Tú o yo,

encerrados en un mismo cuerpo.

Tú o yo,

víctimas de este cruel tormento.

¿Por qué tus océanos se vierten,

marchitando las rojas flores de tus mejillas?

¿Por qué sus palabras te hieren,

cuando las tuyas apenas son oídas?

Tú o yo,

encerrados en un mismo cuerpo.

Tú o yo,

víctimas de este cruel tormento.

¿Por qué no liberas la inseguridad

a la irrealidad de un cuerpo perfecto?

¿Por qué somos un reflejo sin piedad,

y la imagen de un terrible defecto?

Tú o yo,

encerrados en un mismo cuerpo.

Tú o yo,

víctimas de este cruel tormento.

Tú y yo,

distorsionados en este maldito espejo.

Tú y yo,

divididos por este quimérico reflejo".

La letra de Tú o yo me ayuda a evadirme del ruido de los coches y las voces, así puedo dibujar sin distracciones. Cuando la canción está a punto de acabar, oigo una vocecilla que me llama.

-¿Dy?

Candy me quita los cascos y me sonríe.

-¿Era necesario? -le digo, intentando parecer molesta.

-Perdón por irrumpir tan bruscamente en su mundo, señorita no-me-habléis-mientras-escucho-música -Se pone mis cascos y vuelve a sonreír-. Qué raro, tú escuchando a Dymon -dice con ironía.

-Me encantan sus canciones, qué quieres que haga. -Me encojo de hombros.

-Sería extraño que no te gustaran, es tu hermano.

-Créeme que si fuera pura basura, se lo diría -Cierro la libreta donde estaba dibujando y la guardo en la mochila-. Pero ahí tienes la prueba, miles de fans por todo el mundo.

-Ya lo sé... -Me devuelve los cascos-. Por cierto, ¿qué hacías antes de que yo llegara?

-Tenía ganas de dibujar.

-Ya era hora, hacía mucho tiempo que no te veía dibujar.

Candy se coloca sus enormes gafas que le ocupan la mitad de la cara y me mira conteniendo la risa.

-Por un momento pensé que estabas escribiendo uno de esos diarios llenos de cursilerías donde cuentas tu sufrimiento por no poder llegar al chico inalcanzable.

-Sabes que yo no soy de ese tipo de chicas -le digo, negando con la cabeza.

-Por ahora -Mira al suelo y balancea sus pies adelante y atrás-. De todas formas, ese día llegará. La mayoría acaban siendo como ellas, ya lo sabes.

-Ojalá seamos inmunes.

El autobús llega y subimos, dispuestas a sobrevivir a un día más de instituto.



Cuando estamos entrando por la puerta del instituto, mi teléfono vibra. Lo saco del bolsillo y miro los mensajes, preguntándome qué pasará ahora. Apenas tengo contactos.

-Mierda -musito.

-¿Qué ocurre, Dy? -me pregunta Candy.

-Me han vuelto a meter en otro grupo para insultarme. No sé cómo narices consiguen mi número.

-Ignórales. Solo tienen envidia -dice ella.

Asiento y me salgo del grupo. Después vuelvo a guardar mi teléfono en el bolsillo.

No tarda en volver a vibrar.

-¿Y ahora qué...? -mascullo, molesta.

Cojo de nuevo el móvil y abro el chat de conversaciones. Pongo los ojos en blanco y suspiro.

-Me están hablando por privado. ¿Es que no se cansan?

-Bloquéalas -dice Candy, tajante.

Abro las conversaciones y las bloqueo una a una, espero que no vuelva a ocurrir. Mi vista se posa en algunos mensajes, a cuál más insultante.

"Ey, hola, hermanita de Dymon, ¿no te has muerto ya? Qué pena"

"Tienes que tener los oídos hechos una mierda"

"Tu hermano no hace música, solo consigue darnos sida a todos"

"El otro día vi al gay de tu hermano, los ojos me sangraron"

Cierro los ojos con el corazón en un puño y apago el móvil. No entiendo por qué usan enfermedades o la palabra gay como insulto. Es que yo no lo veo como tal, son personas amando a personas.

Esta es la parte mala de tener un hermano súper famoso y que todos sepan de tu existencia. Los insultos. No hay ni un solo día en el que no se estén metiendo con él, conmigo o con mi familia. Supongo que tendré que aprender a vivir con ello, pero no logro acostumbrarme.

Continuamos andando en silencio mientras oigo cuchicheos cuando pasamos al lado de numerosos grupitos.

Entonces, alguien toca mi hombro y me giro.

-Hola Dyla -La sonrisa perfecta de Joanne parece saludarme también-. ¡Qué guapa te veo hoy!

No soporto a Joanne, es la típica chica odiosamente guapa de película americana, la cual parece caerle bien a todo el mundo pero en realidad no tiene amigos de verdad. A veces siento lástima por ella, después pienso en los horribles comentarios que hace sobre los demás y dejo de compadecerme inmediatamente.

-No te importará darle esta carta a tu hermano ¿verdad?

Ella me ofrece un sobre de color fucsia con su nombre escrito en dorado.

-Claro. -Sonrío desganada.

Tomo el sobre y cuando me quiero dar cuenta, Joanne ya se ha ido con sus amigas, meneando sus estrechas caderas de un lado a otro y peinándose el pelo coquetamente. Ridículo. Lo más gracioso es que todos caen como moscas.

-Aún no me creo que se la vayas a dar a tu hermano -me dice Candy, señalando el sobre.

-Candy, ¿desde cuándo yo le he hecho un favor a esas?

-Mmm... -Hace un gesto como si estuviera pensando-. Nunca.

-Exacto. -Sonrío.

Pasamos al lado de una papelera y tiro la carta en su interior con aire despreocupado.

La sirena suena en ese mismo instante y el pasillo parece convertirse en una gran masa humana infranqueable. Es hora de ir a clase. Qué divertido.

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