Desperté ante el constante movimiento de la cosa que tenía en los brazos, en un principio me asuste porque hasta donde se no tengo perros. Pero no era un perro, era ella, Renny. Intentándose quitar de mi agarre, el cual estoy seguro era bastante fuerte.
Anoche, entre su locura de perder la conciencia, cuando estábamos en la seguridad de mi apartamento, Renny comenzó a llorar silenciosamente. Un llanto que si no hubiera estado tan cerca de ella quizá no la hubiera escuchado. En ese momento algo se quebró en mí, verla tan vulnerable y herida.
No aguante más, me metí en la cama de visitas, la abrace con tantas fuerzas que el llanto se volvió un grito de lamento sin palabras. Permanecimos en esa posición hasta que finalmente los dos entre lágrimas y palabras de calma nos quedamos dormidos.
—Vamos, Renny —me queje apretándola más a mi pecho. Quería sentirla y jamás dejarla ir, quería cuidarla —. Quiero dormir.
—Entonces sigue durmiendo pero suéltame, Hamilton, necesito ir al baño —la sentí moverse una vez más con desesperación, sabía que si la dejaba ir no regresaría a mis brazos.
—Solo si prometes regresar a la cama conmigo —la sostuve con más fuerza al tiempo que Renny Ren soltaba un grito desesperado.
— ¡Dios no! Pero déjame ir, juro que no aguanto.
—Promételo —no iba a ceder.
— ¡Mierda, Race! Está bien, déjame ir, por favor.
Liberando mis manos, mi princesa del baño salió corriendo como si de verdad le fuera a explotar algo allí abajo. Me puse de pie sabiendo que incluso yo tenía que usar el baño, regresando a mi habitación, me quite la camisa que apestaba a cigarro por ayer, me lave los dientes, tomé un cepillo nuevo y regrese al cuarto de visitas para encontrar a Renny hecha una bolita en la cama.
Le tiré el cepillo nuevo, esta lo vio, se removió un poco antes de tomarlo con un quejido y regresar al baño. Esa mujer era imposible, me quite la camisa para dejarla sin respiración y da la tremenda sorpresa que no se tomó el tiempo de levantar la mirada.
Coloqué dos botellas de agua fría en la mesita de noche, seguramente tendría mucha sed por todo lo que tomó ayer. A ciencia cierta lo sabía, la resaca de hoy seria extremadamente absurda. Cuando Renny salió, la vi algo incomoda, para ser sincero me importaba poco lo que dijera. Le tiré una camisa que estaba seguro cubriría todo lo necesario.
Renny puso los ojos en blanco como si le enojara que no le diera todo de un solo, esta vez fue todo mucho más rápido. Regreso con la playera blanca, que tapaba casi todo, si levantaba los brazos, seguramente le vería todo el culo.
— ¿Resaca? —pregunté con una sonrisa en la cara, no podía evitarlo, cuando supiera todo lo que hizo ayer le daría un ataque del corazón.
—Me duele la cabeza —se llevó las manos a la parte trasera de su cabea, donde sabía que ayer se lastimo con el lavabo.
—Créeme, te dolerá durante todo el día ¿Tienes algún otro golpe?
Esta soltó una carcajada sentándose frente a mí, esas piernas definitivamente eran una distracción, mas ese tatuaje en el tobillo de una mariposa azul. A pesar de los tatuajes que manchaban el cuerpo de Renny, era preciosa. Quería besar cada uno de los tatuajes, quitarle mi camisa y hacerla mía en estos momentos.
No iba a pasar ni en mil años, menos con el dolor de cabeza que de seguro tiene Renny.
—El idiota del labio reventado eres tú, Race.
ESTÁS LEYENDO
SOLO TÚ
General FictionTERCERA PARTE DE LA SERIE "Los Hamilton" Un corazón roto no es la razón para una destrucción nuclear, mucho menos para cerrarse a las nuevas oportunidades que trae la vida. Rees Hamilton es un ejemplo de élite, con un futuro prometedor en el gobiern...