;epílogo.

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—¡Mamá! —gritó Riley, la niña de cuatro años de edad, desde el salón. 

Shanon dejó de cortar el trozo de carne que se encontraba sobre la encimera de la cocina y miró al marco de la puerta, esperando que cruzara bajo él su hija pequeña. Y segundos después del grito, el delgado cuerpo de la niña apreció, con los brazos cruzados y poniendo morritos. Su pelo se encontraba empapado, debido a su hermano mellizo. 

—¿Qué pasa, Riley? —le preguntó, agachándose a la altura de su hija, con una sonrisa. 

—¡Lo ha vuelto a hacer! —protestó, mirando a través del marco de la cocina las puertas correderas del salón, que daban al jardín. Allí se encontraban Daniel y Nash, jugando con las pistolas de agua—. Ha mojado mi vestido... —susurró, con ojos brillantes.

—Cariño, eso se seca —rió, colocando un mechón de pelo rebelde detrás de la oreja de la niña. 

—Lo sé, pero también ha mojado a Püma y se ha ido corriendo —habló refiriéndose al gato que Mahogany les regaló a los niños el verano pasado a ese entonces, sobre la fecha de su cumpleaños. Carter, que había contribuido, quiso ponerle el nombre. Era obvio el que elegiría, y a Nash no pareció importarle mucho, como a los niños pequeños. 

Un chico de pelo negro debido al agua entró en la casa, apartando su largo flequillo hacia atrás. Del bañador azul chorreaban varias gotas, las cuales parecían no tener importancia alguna para él. Shanon miró en dirección a Nash y se encontró con sus ojos mirándole. La sonrisa de enamorado que Grier llevaba en su cara hizo que ella se olvidara de todo. Se acercó a la muchacha y besó castamente sus labios. 

—¡Que asco! —exclamó Daniel, entrando en la cocina con una mueca de desagrado en su casa. Él también estaba mojado. 

—Daniel... —comenzó a hablar su madre, mirándolo—. ¿Por qué has mojado a Riley y a Püma? —preguntó. 

—¡Yo no he sido! —exclamó, abriendo mucho los ojos. Nash se rascó la nuca nervioso.

—Él no mamá —la pequeña Grier se cruzó de brazos, balanceando un poco su cuerpo y mirando a su padre. La mujer del ojiazul se giró y lo encaró—, papá.

—¡Oye! —pronunció él, echándose hacia atrás.

—Nash... —la voz de Shanon acabó de ponerle más nervioso. Sólo quería que su hija no se quemara, ¿qué había de malo en aquello?

—Os habéis quedado sin helado, que lo sepáis —señaló el chico a sus hijos—. Me habéis traicionado... ¡estoy orgulloso! —sonrió. 

En ese momento, Shanon se echó a reír, negando con la cabeza. Nadie conseguiría quitarle el lado infantil, por muchos años que pasaran. El sonido del timbre de la casa resonó de pared en pared y Nash se excusó para ir a abrir, mojando todo a su paso. Dejando huella. Puso su mano en el manillar de la puerta y tiró de ella hacia adentro, dejando ver a Cameron tras ella. 

—¿Cam? —preguntó, incrédulo. 

—Ha vuelto —fue lo único que dijo, antes de echarse a llorar—. Otra vez.

-o-

—¡Gamberros, nos vamos! —gritó Connor, llamando a sus "niños mimados".

—Gracias por llevártelos —le agradeció Shanon, cruzada de brazos en el marco de la puerta. 

—Tranquila, no es problema —sonrió—. Espero que estos arreglen lo suyo, los enanos le echan de menos, se nota —habló, y los mellizos aparecieron corriendo después de despedirse de su padre y su "tito". Todos eran "titos" para ellos. 

—Mamá, ¿por qué el tito Cam llora? —preguntó Daniel. Shanon se agachó y lo cogió.

—¿También se le ha muerto el pájaro? —añadió Riley, mirando a su madre desde el suelo. 

—Pequeños, tenemos que irnos —les dedicó una pequeña sonrisa Connor, el cual tenía a su novio esperando dentro del coche que estaba aparcado en la acera. Alexander le dedicó una sonrisa a Shanon desde allí.

—Adiós, chicos.

—Adiós, mamá —dijeron a la vez, despidiéndose con la mano. 

Después de dejar en el suelo a Daniel, la chica giró sobre sus talones y encaminó el recorrido hacia el salón. Sonrió al ver la adorable escena de Cameron siendo abrazado por su mejor amigo. Ca$h había vuelto, y esta vez no se iría. 

—¡Traigo provisiones! —se escuchó la voz de James desde la entada. Maldito el día que su hermana le dio una copia de las llaves—. ¡Enanos! 

—James, deja de gritar, ellos no están —le respondió la castaña cuando apareció el cuerpo de su hermano a sus espaldas. Los chicos le miraron, sin decir nada. 

—¡Niños, tengo chuches que he rob...! —Emily apareció detrás de James, callándose al ver que todos la miraban. 

Emily era una chica que les cedió su día de boda al ser plantada por su novio, en el altar. Aquello hundió tanto a la joven que se alejó de todos, menos de la desconocida chica a la que le regaló su feliz día. El mismo que ella tenía que haber vivido. Desde aquel momento en el que Shanon estampó un helado de chocolate en la cara de su hermano, se convirtieron en mejores amigas. Por no mencionar a Leah y a América, las cuales vivían junto a Matthew y Johnson. Leah por su lado, y los otros dos junto a Gilinsky y a Madison. 

—No he dicho que he rob... ¡Camarones! —exclamó sorprendida al verlo. Siempre le había parecido gracioso llamarle de aquella manera, aunque no tuvieran confianza alguna. Aquella vez era su primer encuentro—. Te he visto en un montón de fotos y... ¡buah! Eres más guapo en persona.

Cameron sonrió de lado, como mucho tiempo atrás hizo con Skyler. De aquella manera tan especial. Pero esta vez, la mirada que le dedicó era distinta. Parecía diferente. Bueno, había cambiado. Eso estaba claro, pero Shanon lo miró y se imaginó un futuro entre ellos. Y al parecer, no fue la única, ya que Nash pareció pensar lo mismo. 

—¿Por qué me miráis? —preguntó, rascando su nuca. 

—Creo que... —empezó a hablar la morena—, aquí empieza nuestra verdadera historia. 

Whatsapp.《Nash Grier.》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora