;cuarenta y tres.

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—¿¡Tú que coño haces, gilipollas!? —le gritó Connor a Alexander, un chico de pelo rubio que le pegó un empujón.

—Besarte el culo —resopló el otro joven, soltando una irónica carcajada después. Sus amigos le imitaron—. Ah, no. Que te gustaría y todo.

—Imbécil.

—Y guapo —le guiñó un ojo, levantando la mano y acariciando en forma de burla la mejilla de Connor.

—No me toques —el chico le dio un manotazo a la mano de Alexander y gruñó.

Durante un par de minutos, Shanon tuvo que salir con Connor fuera del bajo para tranquilizarlo un poco. El chico odiaba que la gente le tocara las narices, y el codazo que le metió el otro joven, se las había tocado muy bien. La castaña pasó un brazo por la espalda del rubio y besó su mejilla. 

—¿Aquellos son Nash y Cam? —preguntó Connor, entrecerrando sus ojos para poder ver mejor. Ambos estaban sentados en un banco, y las otras dos figuras se acercaban a ellos.

—Sí —sonrió Shanon. Se levantó del escalón de la cera y corrió a los brazos de su novio, que le recibió con un tierno beso. Cameron besó su mejilla y luego le revolvió el pelo.

—¿Qué ha pasado ahí dentro? —preguntó Cameron, queriendo cotillear. Shanon miró a su mejor amigo, como pidiendo permiso para contarlo. Él asintió.

—Alexander y Connor se liaron en una fiesta, a mitad de curso o así. Uno de los amigos de él les pilló, y bueno, el chico parece no querer salir del armario —se encogió de hombros, rodando los ojos—. Es el cabecilla del grupo de gilipollas de ahí dentro, y digamos que les contó que Connor se aprovechó de él. Lo odio.


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