La sombra y el hielo

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-¿Qué? ¿Estás de coña?- pregunta, agarrando mi brazo.

-No, claro que no- dije, un tanto indignada. Me lleva hasta un banco y allí me sienta.

Es muy raro indagar en la vida de la gente y recordar cosas que nunca has vivido.

-Em... Cat, no quiero asustarte, pero...- me puso algo en los ojos- Tienes los ojos negros, completamente, ni pupila, ni iris, ni eso blanco.

-¡Ay, madre!- exclamé- la vida de la gente da mucho miedo.

Entonces sentí que todo el mundo se me venía encima y volví a ver, a través de unas gafas de sol. Me las quité.

-Mejor dejártelas puestas- dice Nico volviendo a ponerme las gafas de sol- por sí te da otro ataque de esos raros.

-Vale- nos quedamos viendo a una chica con pechos y culo importante. La señalé, discretamente- ¿Ves a esa?

-Si- dice.

-Bueno, pues tiene más plástico encima que la Señora Potato.

-¡Jo! Tu si que sabes cómo quitarle la emoción a la gente- dijo, con tono decepcionado y dolido.

-Sip- contesté- Vamos- Jalé su brazo, pero se quedó sentado.

-Espera, descansemos, estoy cansado- su respiración estaba agitada.

-¿A caso has corrido una maratón mientras estaba...- gesticulé, buscando una palabra- ausente? Yo si que he corrido. Literalmente, me perseguían tres perros muy grandes. ¿Cómo hará la gente para meterse en tantos problemas?

-¿En serio?- levantó una ceja, como diciendo 'Sólo llevas dos meses y has estado en más persecuciones que cualquier delincuente'. Me encogí de hombros.

-¡Vamos!- grité y le arrastré hasta el Joe's.

Por fin llegamos. Nuestro destino. Era bastante acogedor, el suelo era se madera, al igual que las paredes y unas pocas columnas que estaban por allí, decorando, y simulando una cabaña del bosque. Según entrabas, de frente, había una barra, que era de piedra. Las paredes tenían grandes ventanales. Y mesas de maderas, con algunos detalles verdes, amarillos y rosas.

Nos sentamos en una mesa, al fondo, al lado de la ventana.

Una chica de 1'70, aproximadamente, se acercó a nosotros. Era rubia y tenía el pelo recogido con una coleta alta y de ésta, salía una trenza. Tenía dos mechones sueltos y su flequillo, el cual era recto, ligeramente peinado a un lado, con un pañuelo rojo con puntos blancos, haciendo de función de diadema. Polo blanco, pantalones cortos y un delantal rojo.

Sus ojos eran azules, claros y parecían calculadores y tenían ganas de saber. Dibujó una gran y preciosa sonrisa, con un hoyuelo a cada lado.

-Buenos días ¿tenéis claro que vais a tomar?- preguntó- Os recomiendo el batido de chocolate con espuma, es el mejor de todo Miami.

-Eeh...  Queríamos saber si... ¿Aquí es donde trabaja Elena... Willson?- pregunté. La chica pareció pensarse la pregunta.

-Si, es aquí. Pero, desgraciadamente, hoy no está, es su día libre. Lo siento- dijo con tono frío. Calculó a la perfección la respuesta y pareció que estaba intentando averiguar mi siguiente movimiento.

-¿Sabes dónde vive? ¿Algo qué nos sirva de ayuda?- preguntó Nico.

-No tengo tiempo que perder, si no vais a tomar nada, no tengo nada que hacer aquí- dijo.

-Por favor- dije- Es importante.

-Si que la conozco, pero ahora no me acuerdo de mucho...- se llevó el bolígrafo a su labio inferior, nos miró desafiantes. Sabía lo que quería, suspiré pesadamente.

Princesa de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora