IX

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Harry me sonrió, y se acercó a mí mientras se guardaba el móvil en el bolsillo de la chaqueta que llevaba.

Alcé mi pierna coquetamente, haciéndole desviar la mirada hacia ellas. Sonreí juguetona, abriéndolas para que se posara en ellas.

— ¡Sorpresa! –dije con un tono entre juguetón y seductor.

— Vaya sorpresa –gruñó poniendo sus manos en mis muslos, mientras sonreía.

Me tomó en sus brazos, alzándome por un momento, antes de girar, cambiándonos de posición. Él se sentó sobre la silla giratoria, teniéndome en su regazo, apretándome contra la erección que se le acababa de formar.

Sonreí aún más, y me acerqué a besarle. Él sin dudar me devolvió el beso con aún más intensidad. Sus manos se pusieron sobre mi culo, apretándolo descarada y desesperadamente.

Y aunque que yo también quiero sexo, no me da la gana de hacerlo aquí. Así que con una mordida en su labio, me aparté de él.

— ¿Todo listo para este fin de semana? –cambié de tema.

Él me miró como si le hubiese dicho que ví un perro bailando en la calle mientras venía hacia aquí.

— ¿Es en serio Ariana? ¿Viniste hasta acá para preguntarme eso, cuando pudiste hacerlo en casa? –dijo frunciendo el ceño.

En realidad no para eso, pero no le voy a decir que vine a recoger pistas, claramente.

— Vine a visitarte. Tengo tiempo sin venir por aquí –me encogí de hombros.

— ¿O viniste a calentarme la polla? –me dijo apretándome a su bragueta.

Asentí riendo.

— Efectivamente, vine a calentarte la polla –le dije sin dejar de reír.

Él me sonrió y dejó un beso en mi frente.

— Eres de lo que no hay, Ariana –me dijo negando sin perder esa sonrisa de la que me había enamorado.

Bajé de sus piernas, y me senté frente a él en la mesa del escritorio.

Él me miró nuevamente las piernas, pasándose una mano por la bragueta.

— Nena no hagas eso, no tienes idea de lo que me duele la polla –dijo quejándose.

— No es intencional –me encogí de hombros.

Él negó, pero me hizo gestos para que bajara de la mesa, y me sentara en su regazo.

— Necesito firmar unos papeles, así que voy a bajar unos momentos. ¿Me esperas aquí para que hagamos algo luego? –preguntó, mientras yo asentí en respuesta–. Bien, pero primero debo de hacer algo con esto –gruñó.

Se abrió el botón, y bajó la cremallera del pantalón. Se sacó el pene, y lo puso verticalmente, para luego colocarse bien el bóxer.

— Esto es tu culpa –me acusó mientras se abrochaba nuevamente los pantalones.

Reí de él, antes de que saliera, no sin antes quitarse la chaqueta y dejarla en uno de los sillones de su oficina.

Rápidamente me paré de la silla, y aseguré la puerta. Rebusqué en los bolsillos, hasta dar con el teléfono.

Lo tenía bloqueado, así que tanteé poniendo 1.0.1.6, que es el mes y el año en que nos casamos, y casi lloro de felicidad al ver que esa es aún la clave.

Primero ingresé a las llamadas, notando que la mayoría son hacía una tal Fabiana. Apunté el número en mi celular, ella es la primera sospechosa. Luego ojeé los mensajes, y como predije, también eran para ella.

"Sabes que no soportaré que estés con ella a solas este fin de semana, así que reserva una habitación para mi también en el hotel, así nos puedo vigilarte"

Eso era lo que decía el último mensaje, el cual fue hace sólo dos minutos. Y al final eso fue lo que me sacó de dudas. Él me engaña, inclusive cuando todo este tiempo yo sólo di lo mejor de mi.

Entré en el auto, suspirando sin saber que hacer. No puedo decirle y empezar a reclamarle sin saber qué es lo que está pasando. Porque unos mensajes no son prueba suficiente como para plantarle el divorcio en las narices, así que en este momento decidí que lo iba a dejar fluir. Haría mi papel de esposa, y cuando lo siguiera, desenmascaría su hilo de mentiras.

No puedo no decir que esto me duele, porque después de años juntos, enterarte de que tu marido te engaña, no puede ser considerado como dulce y la noticia más feliz del mundo, y mucho menos cuando tienes una hija, así que por esa razón voy a continuar, porque necesito darle tiempo a Darcy para que sepa la verdad y se acostumbre a la idea de que ya no verá a su padre.

El vidrio de mi ventana hizo ruido cuando los dedos de Harry impactaron suavemente contra él. Miré asustadiza hacía allí, aún sabiendo que era él. Bajé el vidrio abriendo la ventana.

— Pasaré por la casa de Liam despidiéndome de Darcy. Nos vemos en casa –me dijo antes de inclinarse y darme un corto beso.

Asentí, y encendí el motor. Rápidamente salí del aparcamiento, haciendo como que me dirigía por el camino que va a nuestra casa, pero una vez que le ví desviarse en dirección de aquel lugar que Louis había anotado en el papel, giré el volante siguiéndole de lejos.

Iba a encontrarse con mi competencia, pero yo no lo voy a permitir.

We 3: Why try? ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora