XII

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Caminé por el camino pavimentado, hasta llegar al área de piscina. Allí habían varias piscinas, y en ellas las personas disfrutaba del agua, ya que hacía un día bastante caluroso para ser las 4 de la tarde.

Coloqué mis cosas en una tumbona, y me quité el vestido de playa que traía puesto. Pretendía tomar un poco de sol, ya que, aunque vivo en Los Ángeles, no salgo mucho, lo que significa que no tomo absolutamente nada de sol.

Harry se quedó en la habitación terminando de cambiarse, ya que una vez que llegamos, ambos caímos dormidos en los encantos de la cama tamaño King de la habitación, porque luego de un viaje tan largo, lo único que deseas es estirar tus músculos y huesos; y dormir cómodamente.

Una vez que me deshice del vestido, lo coloqué en la mesita al lado de mi tumbona, y me acosté boca abajo, sintiendo el sol en mi espalda. Esperaría a Harry para que me eche algo de bloqueador, porque a pesar de que yo puedo hacerlo, es mi esposo, así que también es su deber.

Estuve así por algunos minutos, hasta que sentí sus manos tocar mi piel.

— No tienes bloqueador –me riñó.

— Estaba esperándote. ¿Me pones en la espalda, cielo? –le pedí.

Él dejó un beso a la altura de mis omóplatos, y abrió el bloqueador que había dejado junto a mis pertenencias en la mesita al lado de mi tumbona. Esparció la crema sobre mi piel, y empezó a frotar por todos lados.

— No gimas, me vas a causar una erección y hay muchas personas aquí –dijo entre dientes, tan bajito. Sólo para que lo escuchase yo.

Ni siquiera sabía que estaba gimiendo.

— Se siente muy bien –dije a como pude.

— Lo sé, nena. Así me siento cuando me chupas la polla, pero deja de gemir. Se me está empezando a levantar, y no puedo disimularlo –rogó.

Mordí mis labios para poder callarme, pero era inevitable. Sus manos son mágicas.

Harry quitó sus manos de mi espalda, y me levantó en sus brazos. Se sentó en la tumbona, y me colocó sobre él.

— Se me paró, y todo fue por tu culpa –se quejó.

— Lo siento amor, tus manos realmente son mágicas –le dediqué una sonrisa.

— Ariana, ¡me duele! Ocupo una follarte.. Este dolor es insoportable –siguió quejándose.

— No quiero tener sexo ahora –negué rápidamente.

— Bueno, gracias a tus putos gemidos me duele el pene, y tras de eso, ¿así me pagas? –gruñó entre dientes. Haciéndome a un lado, se levantó de la tumbona–. Vete a la mierda.

Ví como caminaba echando humo hacia el interior de hotel.

No puedo decir que sus palabras no me dolieron, porque de esos años juntos, él nunca me dijo ningún insulto, pero en cierta parte, yo tengo la culpa.

Suspiré tratando de limpiar las lágrimas que se colaron por mis ojos, y atraje la sombrilla para cubrirme del sol. Se me fueron todas las ganas de todo.

Cerré la puerta tras mi espalda, tirando las cosas en el suelo. La puerta de la terraza estaba abierta, pero en ella no había nadie. Al perecer Harry no estaba aquí.

Fui al baño, y me quité el traje de baño. Encendí la ducha, y sin preocuparme por el agua y su temperatura, me incorporé dentro del ella.

Estaba fría, pero no se sentía tan mal como se sentía en mi corazón en estos momentos. Con un dolor tan fuerte al escuchar repetirse sus palabras. Palabras que nunca había escuchado antes salir de su boca.

No sé por cuanto tiempo estuve bajo el agua fría, pero salí en cuanto sentí alivio.

Tomé una de las toallas de la repisa, y me envolví en ella. No me molesté en recoger la ropa que dejé tirada en el suelo del cuarto de baño, ya lo haría luego.

Busqué en mi maleta, un pijama, y una vez que me lo puse me acosté entre las sábanas y cerré los ojos.

Siempre, de alguna manera u otra, soy yo la que termina con el daño.

Abrí los ojos en cuanto escuché el sonido de unas llaves. Miré hacia la mesita de noche, notando que el despertador marca las 3:21 am. ¿Dónde pudo estar? Ahí es donde caigo en cuenta de que la amante de Harry le pidió que reservara una habitación para ella también.

— Sí, ya estoy aquí. Hablamos luego Fabiana, estoy cansado –dice al teléfono, mientras cierra la puerta.

Justo cuando enciende las luces, cierro mis ojos pretendiendo dormir. Siento que mira en mi dirección, lo sé; porque mi cuerpo siempre reacciona ante esa penetrante mirada.

Sus pasos retumban por la habitación, en dirección del baño. Lentamente abro los ojos para ver que hace, notando que se ha puesto de cuclillas y está oliendo mi ropa interior en el piso del baño.

No sé por qué razón mi cerebro encuentra eso excitante, cuando en realidad es enfermizo. ¿Estaba con su amante y ahora viene a oler mis bragas? Enfermo.

Se levanta del suelo, y me mira. Sabe que estoy despierta.

Se gira, y entra al cuarto de baño, cerrando la puerta tras de sí. No dice nada, sus gestos no dicen nada, pero sé que está enojado por dejarle con la calentura. Sin embargo, no voy a ser idiota esta vez. Él eligió irse con su amante e insultarme. Bien, que se aguante.

Me giro, y esta vez cierro los ojos de nuevo. Mañana será el día en que finalmente tome acción, y decida esta vez pensando en mí. Porque estoy cansada de que todos me vean la cara de estúpida. Ya no más.

De ahora en adelante, se van a enfrentar a una nueva Ariana Grande.

We 3: Why try? ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora