6. Mensaje urgente

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Parece mentira, pero sí. Estoy en Aren. ¿Y porque? Pues por algo que se llama... Venganza. No soy partidaria de vengarme de las personas por cosas que hace tiempo que me hicieron, pero se ve que Erik si, y no sé cómo, pero me ha convencido para que le ayude en su plan magistral. Bueno, en realidad si sé cómo me ha convencido; un par de besos, alguna cursilada, abrazos... Y al final he cedido, por eso me encuentro en el río Iveron. Que se ha establecido como centro de operaciones ya que está alejado del pueblo. Irma y su "amigo", que se llama Kered, se han unido a nuestro plan y además contamos con un par de aliados más que están en el pueblo esperando noticias nuestras. El plan es sencillo, pero cuando Erik me lo propuso me pareció muy enrevesado. Tal y como él dijo es algo tan sencillo como: pagar con la misma moneda. Así que, como ya habrás adivinado, tenemos previsto enterrar a Vanriel en una montaña de estiércol de paske.

Aunque no va a ser realmente así, ya que no tenemos los contactos que él tiene y solo disponemos del estiércol de los paskes que hay en el establo de casa. Por lo que simplemente le tiraremos un cubo encima. Pero ya es suficiente.

La parte más difícil de toda la aventura es que no nos vean, y puesto que el rumor de que Erik es el hijo de los míticos héroes de Idhún se ha extendido por todos los reinos de Nandelt i creo que por parte de Celestia también, debemos tener mucho cuidado. Por lo que, Erik lleva una capucha y yo me he vestido con ropa de humana, que me ha dejado Kered de su hermana. Aunque el color de mi piel no es tan fácil de camuflar.

Cuando estamos preparados cogemos el cubo que apesta y nos dirigimos hacia el pueblo, sabemos que Vanriel está en una plaza con sus amigos pasando el rato, por lo que evitamos esa parte del pueblo, y aunque fuese la más directa no podemos arriesgarnos. La ayuda de Kered nos viene de perlas, porque su casa está en la plaza mayor y debajo esta un negocio de herreros que no tiene nada que ver con él o con su familia, por lo que nunca le relacionarían con el asunto. Por si acaso, les hemos pedido a Irma y Kered que estén en otra parte del pueblo y que hablen con alguien de un comercio o alguien que pase por la calle, para que así haya testimonios de que ellos no estaban allí y aparentemente no tenían ni idea de lo que ocurría en la plaza mayor del pueblo.

Entramos en casa de Kered y subimos las escaleras que llevan hasta el tejado de la casa. Erik y yo nos tumbamos en el suelo para que no nos vean. Asomamos un poco la cabeza, lo justo para ver como Irma y Kered salen de casa y hablan con nuestros aliados, son gemelos, energéticos y muy pesados, no tienen miedo de Vanriel, así que les da igual que les relacionen con el caso. Su función es ir a buscarle y decirle que han visto a Erik en la herrería de la plaza mayor. Esperamos que su reacción sea instantánea y venga hacia aquí con ganas de pegar un par de puñetazos.

Cuando vemos que los gemelos, Derf y Egroeg, se van corriendo por una calle e Irma y Kered por la otra, nos tumbamos completamente. Miro a Erik, y él me mira. Hace una semana dijo que me quería. Y al principio estaba un poco desconcertada, porque había logrado lo que deseaba, pero ahora ya no tengo dudas. En esta última semana no solo hemos planeado esta pequeña travesura, sino que también hemos recuperado el columpio, hemos paseado juntos de nuevo, hemos compartido muchos besos y, además, su curiosidad por mi mundo ha regresado. Un día le lleve a mi pradera, mi refugio que contenía tantos secretos míos, tantas lloreras, y donde me había convertido en semimaga. Allí nos tumbamos en la hierba y estuvimos hablando durante horas, pero en esa conversación, no solo quiso saber acerca de Idhún, sino también de mí, de mi vida en Aren, de mi manera de pensar y de ver las cosas, quiso saber que me hizo Vanriel, pero le dije que no se lo diría hasta que no nos hubiéramos vengado. No quería que se pasase con su plan. Y he hecho bien, porque si no, hubiera cogido más estiércol, estoy convencida.

Ese día en la pradera noté que las plantas y los arboles reaccionaban con su presencia. Eso no ocurre con seres que no sean feéricos y me extrañé tanto que no pude evitar preguntarle si tenía idea de a que se debía. Se encogió de hombros, pero me prometió que se lo preguntaría a su madre.

YudeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora