10. Despedidas

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Cuatro días. Cuatro días son los que tengo para disfrutar de la presencia de Erik antes de que se vaya y no vuelva a verle hasta el verano que viene.

Los dos días de viaje de Vanis a Kelesban los he pasado con él y no pienso separarme de él en el poco tiempo que nos queda. Me resisto a creer que en cuatro días estará muy lejos de mi alcance. Me duele mucho pensar en eso. Y Erik lo sabe, porque a él también le duele. Pasamos el tiempo juntos e intentamos no pensar en lo inevitable.

Paseamos por el bosque, un bosque frondoso al fin. Cuando llegamos a casa me sentí mucho mejor, tanto humano me incomoda a veces, y echaba de menos la pequeña casita en la que vivo. No entiendo el materialismo de los humanos, su tendencia a querer tener muchas cosas cuando no son necesarias. Volver a casa estuvo bien. Pero por mucho que me alegre de estar de nuevo en casa, sigo sintiéndome algo triste.

Ando con lentitud por el bosque para que Erik pueda seguirme los pasos, que las plantas reaccionen a su paso no quiere decir que sepa moverse con comodidad por estos bosques. Llegamos a la pradera y me siento en el suelo, Erik se sienta delante de mí y me mira fijamente. Rompo el contacto visual para fijarme en una flor del suelo, la toco con suma delicadeza y se abre más de lo que estaba. Erik me imita con una que tiene a su lado.

- ¿Al final le preguntaste a tu madre lo de tu curiosa afinidad con la naturaleza?

- Si, al principio no sabía a qué se podía deber, pero estuvo reflexionando y me contó que cuando estaba embarazada de mi tuvo un encuentro con Wina, la diosa de todo lo verde.

- ¿Estas tocado por la diosa Wina? Vaya, eres una caja de sorpresas. ¿Debo inclinarme a tus pies? Bueno, en teoría debería hacerlo por ser el hijo de tus padres pero bueno...

- Supongo que de ahí viene mi afinidad. Pongámosla a prueba, ¿tú que más haces con tu magia feérica?

- ¿No notas el mensaje del bosque? Los arboles hablan y se comunican entre ellos y pueden explicarte que está sucediendo en alguna otra parte. Los humanos se creen que si se esconden en el bosque para mantener una conversación privada nadie escuchará sus palabras, pero están equivocados, los árboles son muy cotillas y enseguida difunden las noticias por todo el bosque y por todas las hadas y silfos. El bosque tiene una gran red de comunicación y los feéricos pueden acceder a ella. Yo la noto, pero no la entiendo y es una de las cosas que desearía poder hacer. ¿Tú la notas? Toca ese árbol, cierra los ojos y concéntrate...

Lo hace, nos levantamos a la vez y ponemos las manos en el árbol más cercano, el árbol reacciona y nos envía una corriente de energía, que no es para nada hostil, al contrario, es agradable y cálida.

- Uau, es como si me estuviera saludando. –Dice maravillado.

- Es que lo hace Erik. Reconoce la pizca de energía que su creadora ha dejado en ti y por eso te saluda. Se cree que eres otro hijo de Wina, un feérico o semifeérico. ¿No es maravilloso?

- Eh... Si supongo. –Dice indiferente.

- Ya sé que no te has criado aquí, pero si lo hubieras echo, si hubieses crecido entre estos bosques entenderías lo maravilloso que es. Yo antes de vivir en Aren, vivía en Awa, el bosque donde mi padre tiene a su árbol hermano y a su familia. Yo no tengo árbol hermano, no porque sea mestiza, hay mestizos que lo tienen. Si no porque son las mujeres feéricas las encargadas de hacer el ritual. Si mi madre fuese feérica y mi padre celeste, entonces sí tendría un árbol hermano. Pero mi padre es un silfo y mi madre una celeste, así que me quedo sin árbol. –Me encojo de hombros, ya llevo mucho tiempo resignada.- En fin, que aunque no tenga árbol hermano, entiendo muy bien al bosque y al haber pasado los primeros años de mi vida en él lo respeto y lo adoro muchísimo. Es difícil para alguien extranjero entender la relación de los feéricos con el bosque, pero creo que tú con tu afinidad puedes hacerte a la idea.

YudeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora