- Cariño tendrías que despertarte ya... No podemos llegar tarde a la coronación. –Mi madre me desvela y con sumo cuidado me zarandea un poquito para que despierte.
- Mmmhh... ¿Dónde está Erik? –Pregunto mientras palpo el otro extremo de la cama y lo encuentro vacío.
- Ha sido el primero en despertarse, ellos tienen que desayunar con el rey y los candidatos al trono. ¿Quieres verle no? Pues no vendrá él a buscarte. Venga levántate. –Mi madre sabe que si no tengo una buena razón para salir de esta cama tan blandita, no salgo, pero Erik es una muy buena razón.
Me levanto, me ducho y me visto, esta vez me han preparado una ropa totalmente distinta a la de ayer. Hoy tengo que llevar un vestido de mujer humana, que me cubre todo el cuerpo excepto por el gran escote que muestra mis pechos realzados. Estoy acostumbrada a que mis ropas no tapen del todo mi figura, pero no a enseñarla a sabiendas. Este vestido aunque es mucho más tapado me parece mucho más provocativo de lo que yo visto normalmente, lo que hace que no me sienta cómoda. Por no hablar de los zapatos. En casa o voy descalza o llevo unas sandalias muy cómodas que me sujetan el pie pero no me lo asfixian, en cambio estas son cerradas y creo que me van pequeñas. Por no hablar del talón. Sé que no es muy alto, pero no estoy acostumbrada a andar con talones y no puedo evitar que mis pasos sean torpes e inseguros, algo a lo que tampoco estoy habituada.
Vienen dos mujeres a prepararnos para la coronación. Acepto que me vistan con estas ropas, acepto que me peinen al estilo humano, pero me niego a llevar joyas. No tendrían que habérmelo ni propuesto. Las joyas son un triste intento humano que utilizan las féminas para alcanzar la misma belleza que poseemos los feéricos. Nunca debes proponerle a un feérico que se ponga un collar o unos pendientes, porque te ganaras su antipatía seguro.
Cuando estamos todos "estupendísimos" según nuestra efusiva modista, ella nos acompaña hasta el gran salón donde se celebrará la abdicación de Covan y la coronación del nuevo rey. Allí tomamos asiento en nuestro sitio asignado. La ceremonia no será publica, solo los nobles y los invitados del rey presenciaran el último discurso del rey y la selección de su sucesor. Luego el nuevo rey tendrá que hacer un discurso ante todo su reino, desde uno de los balcones del castillo. Su voz será amplificada por la magia de algún mago de la corte.
Arim de Vanis, Kirdust de Sham y Nai de Rais entran por la puerta vestidos con sus mejores galas y se sientan en sus respectivos asientos. Alguien nos indica que el rey va a entrar en la estancia, todo el mundo se levanta de su silla y cuando el anciano rey cruza el umbral de la puerta, todos nos arrodillamos en señal de lealtad. Cuando se sienta en el trono, volvemos a sentarnos. Con una voz débil y cansada empieza su último discurso.
- Amigos míos, antes de proceder a la elección de nuestro futuro rey. Me gustaría recordar a nuestro antiguo soberano. Alsan de Vanissar. Fue mi pupilo en la Fortaleza de Nurgon, donde los ideales del honor, el deber y la justicia, se le incorporaron a la perfección. Viajó muy lejos solo para hacer que una profecía se cumpliese y así poder salvar a su mundo. Gran guerrero y amigo mío, consiguió el trono de Vanissar, pero, por desgracia, demasiado poco tiempo como para disfrutarlo, ya que no pudo sobrevivir a la Batalla de los Siete. Hoy celebraremos un banquete por su honor y su gloria. Gritad conmigo hermanos, ¡Suml-ar-Alsan! ¡Suml-ar-Vanissar! ¡Suml-ar-Idhún!
La estancia estalla en aplausos y vítores hasta que el rey pide silencio de nuevo.
- Pretendientes al trono, vosotros tres sois mis más leales amigos y consejeros, confío que mi decisión no creará ningún conflicto, ni malentendido. Mi último deseo es que juréis ante mi persona que seréis dignos del cargo que voy a entregaros y que no me defraudareis enfrentándoos entre vosotros.
ESTÁS LEYENDO
Yudei
FantasyYudei, una mestiza feérica-celeste, tiene por vecinos a Mei, Ersho, Irma y los padres de ellos. Mei y Yudei son amigas íntimas y lo comparten todo la una con la otra. El padre de Mei, todos los veranos, hace un viaje, aunque no uno cualquiera, él v...