Capitulo 5: Erik

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Todo se sentía extraño para él a partir de aquella tarde. Las voces y pasos de policías se alejaban cada vez mas conforme las fuerzas de la ley y forenses se iban retirando al compás del reloj andando. El mediodía se hizo tarde y la tarde fue tomando un tono anaranjado mientras el sol caía sobre el horizonte.

Morgan se fue horas después de que Dante dejó la finca así como sus hombres lo hicieron al terminar de inspeccionar la escena del crimen y de recolectar huellas. A Erik le pareció una forma sutil de decirle que ya no había nada mas que hacer.

Mientras mas gente se retiraba de la gigantesca finca, el joven futbolista mas se daba cuenta de lo vacía que se encontraba esa casa sin el embriagador sonido del chelo de Jennifer con su dueña practicando a su lado. No solo era un instrumento sonando, era un alma dando todo de sí para crear una melodía que apenas se diferenciaba del canto de las sirenas antiguas de las que el abuelo de Erik hablaba.

Esa chica nunca se trató para Erik de una botinera del montón con la cual se podría divertir una noche. Ella era algo muy diferente a cualquier cosa que él hubiera visto antes. Su cabello pardo y rojizo que bailaba con cada movimiento de gracia que efectuaban sus brazos al tocar el instrumento. Sus manos tocando el chelo como si se tratase de unas cuerdas celestiales cuyo entendimiento de su mecánica solo ella tenía. Su forma de hacerse entender a quienes las rodeaban con suficiente carisma y dedicación como para auto-proclamarse como una mujer madura sin presumir en ningún momento de dichas facultades. Y, por sobre todas las cosas que la hacian única, su sonrisa decorada con esas mejillas suaves, esa dentadura brillante y esos ojos que desplegaban un diminuto destello sobrenatural capaz de enamorar a quien los viera. Erik dudó muchas veces si podría ser tan afortunado de estar con alguien así.

Pero su aprecio hacia esa chica no solo iba por lo material y el cariño que pudiera proporcionarle a su cuerpo. Su amor se trataba también y en gran parte de charlas, chistes, piropos, miradas que decían mas que discursos enteros, peleas que siempre terminaban en besos de remordimiento y en noches enteras de pasión. No solo se trataba de seducción y deseo, era una confianza mas fuerte que la que le tuviera a cualquier amigo y un cariño mas fuerte que el que le hubiera tenido antes a cualquier familiar.

Para él, ella era esa persona que la esperaba en la cama con una sonrisa al terminar los partidos en el club. Ella era ese destello que revitalizaba su forma de ver el mundo amargado, hostil y lleno de corrupciones que lo rodeaba a cada día. Ella era eso que lo hacia seguir adelante sin importar que tan lúgubre y desesperanzadora se encontrara la situación que los rodeara. Ella era su dama del chelo. Su fantasía hecha realidad. Su melodía dulce por las mañanas y sus besos agridulces por las noches.

Pero ahora... la casa estaba impregnada en un silencio agrio. En un arrebato furioso de ironía, la mente del depresivo Erik pensó que quizás ella se fue y se llevó su felicidad para no volver.

La nada sonora que lo rodeaba solo le dejaba dos cosas por hacer. Lo primero era acurrucarse en el suelo y llorar por lo que le pudieran estar haciendo a su amada en esos instantes y lo segundo era levantarse de ese sillón y comenzar su búsqueda personal para encontrarla tal y como lo había propuesto Dante aquella misma mañana.

El problema llegó cuando el joven futbolista optó por la segunda opción y se dio cuenta de que el camino de su búsqueda estaba adoquinado de espinas de nostalgia. Para encontrar pistas debía buscar por lugares que se relacionaban directamente con los recuerdos entre el y esa hermosa dama. Fotos de días hermosos, recuerdos de imágenes y olores de escenarios en los que pasaron momentos imborrables. Y cada uno de esos recuerdos era cada vez mas doloroso que el anterior para Erik, cada una de esas fotos, peluches y objetos personales de la chica le recordaban que ella no estaba ahí y eso no hacia mas que aumentar la angustia del pobre Erik mientras el continuaba buscando.

Una Leyenda Para Ese DestelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora