Capitulo 14: Yetis y Elfos

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    El portal se cerró tan pronto cruzó el último yeti cargando los últimos niños rescatados.

    Los peludos ayudantes de Norte se llevaron a los infantes a través de todo el Taller, en busca de algún sitio cómodo para recostarlos. Eran suficientes como para llenar todas las camas, cojines y sillones que había en el lugar. No tardaron en llenarse todos los espacios disponibles y, ante la necesidad de seguir acostando a otros tantos niños más, los yetis se vieron obligados a dejarlos dormir sobre las alfombras también. Nunca antes habían visto tantos pequeños en el Polo.

    Los guardianes corrían en todas direcciones buscando cobijas y almohadas para ponerlos cómodos. Todos excepto Jack, quien teniendo a la chica atada de manos y con los ojos vendados no podía hacer otra cosa más que saltar de emoción. ¡Estaba de nuevo frente a él! ¡La tenía justo ahí, en el Polo!

    Mientras sus compañeros se encargaban de los niños, el chico llevó a la humana hasta la sala de reuniones. Aquello no fue una tarea nada fácil. Aún sin poder ver, Lilly forcejeaba cual gato salvaje por librarse de los helados dedos del joven, sacudiéndose y tirando en todas direcciones. Jack tuvo que guiarla a regañadientes, casi arrastrándola, hasta que por fin llegaron al lugar deseado.

    La humana tropezó con la alfombra roja que tapizaba el suelo, y terminó por caer de costado sobre la misma. Sin manos ni brazos disponibles para evitar la caída, aterrizó sobre sus costillas sin ningún tipo de amortiguador. Lilly gruño sonoramente, incapaz de hablar gracias a la mordaza de tela.

    — ¡Ups! — exclamó el guardián, aterrizando al instante junto a ella para ayudarla a levantarse. — Lo siento, olvidé que no podías ver.

    El chico obtuvo otro gruñido en respuesta. Aun así, la tomó por los hombros y la obligó a sentarse, antes de retirarle la mordaza. Tirando de una de las esquinas del paño, Jack logró deshacer el nudo de la tela, y la boca de la chica quedó libre.

    — ¡Quítame tus manos de encima, guardián! — rugió la humana apenas le retiró la tela de la boca. Tenía le lengua seca por el contacto con la mordaza, y la mandíbula le dolía a causa de haber estado haciendo presión con los dientes. Aun así, eso no fue suficiente para callarla. — ¿Qué significa todo esto? ¿Dónde demonios estoy?

    — En el Polo Norte.

    Lilly se quedó quieta en su lugar, mientras una combinación de sentimientos, entre ira y sorpresa, se adueñaba de ella.

    — ¿Pero qué mier...? ¡Déjenme ir! — gruñó, mientras se retorcía en su lugar, peleando con las cuerdas que ataban sus manos. Pero por más que luchara todo era en vano, y terminó por quedarse quieta de nuevo. — Jack Frost, sé que eres tú. ¡Reconozco tu molesta voz, así que más te vale que me liberes ahora mismo!

    El aludido rió por lo bajo, acuclillándose frente a ella. Dejó su cayado apoyado en el suelo de forma vertical, para usarlo como apoyo.

    — No, no vas a irte ahora.

    — ¡Demonios! — maldijo. — No pienso quedarme con ustedes, sucios canallas.

    — Es una pena, porque no irás a ninguna parte.

    La venda que cubría sus ojos también tapaba sus cejas, pero aun con la tela de por medio, Jack sabía que estaba frunciendo el ceño. Escuchó un siseo proveniente de la garganta de la humana.

    — Espera a que te ponga las manos encima y verás cómo te...

    — Y con una actitud así, tienes aún menos posibilidades — la interrumpió.

Rise of the Guardians: Pitch's ReturnsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora