Capitulo 16: Ojos Celestes

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    La fogata de la chimenea estaba apagada. Lo único que quedaba en el hogar eran cientos de virutas blancas y pedazos de madera carbonizada que aún emanaba un nítido hilo de humo desde su interior, vestigios moribundos del fuego que había ardido con intensidad hasta hacía unos minutos. El humo gris que despedían los leños, aún calientes, subía por el cuello de la chimenea y desaparecía de la vista.

    Una vieja silla de madera se encontraba a mitad de la estancia. Y sobre ella, Lilly se esforzaba por alcanzar una de las velas que descansaban sobre la viga color caoba que cruzaba el techo de la habitación de lado a lado. Parada sobre la punta de sus pies, estirando su cuerpo tanto como le era posible, sus dedos apenas alcanzaban a rozar la superficie lisa de la misma.

    Tenía la idea de tomar una de las velas y utilizarla para observar el interior del cuello de la chimenea. Si tenía suerte, las rocas que la formaban podrían tener superficies irregulares que la ayudara a subir y escapar del Taller hacia el frío Ártico. No había pasado mucho tiempo desde que había logrado apagar el fuego, así que seguro las rocas estarían calientes y barnizadas con hollín. Pero podría significar su única salida.

    Se estiró un poco más. Exhaló un último suspiro y contuvo la respiración para no perder el equilibrio. Se alzó sobre los dedos de sus pies, en un intento por ganar algunos centímetros extra. Sintió los músculos de las piernas cosquillearle por el esfuerzo. Su índice acarició aquel cuerpo cilíndrico de cera y quiso acercarlo más.

    — Tú nunca te rindes, ¿cierto? — escuchó una voz a sus espaldas.

    Aquello fue tan repentino que la tomó desprevenida. Dio un sobresalto, que casi rozaba al susto, que la obligó a abandonar su tarea. Sin embargo, bajó los talones tan aprisa que la silla vaciló y la hizo perder el equilibrio. La humana cayó de bruces sobre la alfombra roja que cubría una parte del suelo de la oficina, acompañada por la silla a unos pocos centímetros de distancia.

    Nerviosa, su instinto la obligó a ponerse de pie y encarar al intruso. De un solo movimiento ejecutó la acción, topándose nuevamente con esas blancas facciones y esos ojos de zafiro que había visto tan molestos hacía unas horas. Ahora parecía completamente tranquilo, cargando una bandeja de metal con un vaso de agua y un plato de comida en la que Lilly no puso demasiada atención.

    La chica frunció el ceño, en un intento por desviar el dolor que la caída le había causado para no parecer ridícula.

    — Y tú no acostumbras tocar antes de abrir la puerta, ¿cierto? — masculló, flexionando las rodillas para agacharse y tomar la silla.

    Colocó el mueble sobre sus cuatro patas frente a ella, con la idea de utilizarla a manera de arma-defensiva en caso de que algo ocurriese. Fijó os ojos en el recién llegado, y él le devolvió el gesto. El espíritu se encogió de hombros.

    — ¿Con qué sentido? No puedes hacer nada demasiado privado aquí — Lilly arqueó una ceja. El chico tardó un par de segundos en entender lo extraño que había sonado su comentario y sacudió la cabeza un par de veces, como intentado restarle importancia. Clavó su mirada en la bandeja que llevaba entre las manos. — Te traje algo de comer. Hada pensó que tal vez podrías tener hambre después de todo lo que ha pasado.

    Jack hizo un ademán para ofrecerle la comida: un vaso de agua y un plato de espagueti con salsa de tomate espolvoreado con algo blanco que reconoció como queso parmesano. La comida desprendía delgados, y casi imperceptibles, hilos de cálido humo. La humana lo inspeccionó rápidamente con la mirada, antes de hacer una mueca de asco. Su cuerpo se tensó en el acto, como un perro salvaje a punto de soltar un mordisco.

Rise of the Guardians: Pitch's ReturnsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora