Capítulo 17: Convivencia

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    El aserrín caía graciosamente al piso, junto a sus rodillas. Pasaba de medio día, pero el cielo lucía exactamente igual que cuando había llegado al Polo. La joven había terminado por dormir sobre la alfombra, frente al escritorio, y había despertado exactamente a las ocho de la mañana para continuar con su misión de escape. Pasar la noche en un lugar tan incómodo le había ocasionado un irritante dolor en el cuello y la espalda alta, pero no podía quejarse. Había dormido en sitios más incómodos que ese y, en realidad, la oficina era bastante cálida.

    A eso de las nueve y media apareció el Conejo de Pascua para entregarle su desayuno: un vaso de leche caliente con cocoa y una generosa rebanada de pay de fruta. Lilly estaba contrariada. No sabía qué la había sorprendido más: si el hecho de que alimentaran con tantos carbohidratos a un prisionero, o ese chispazo de desilusión que cruzó por su mente al descubrir que su visitante era aquel enorme conejo y no el joven de piel pálida.

    De mala gana aceptó la comida: era más su hambre que la repulsión que le causaba llevarse a la boca algo ofrecido por un Guardián. Apenas terminó empezó a sentirse más relajada. No estaba segura si era porque acababa de comer y se sentía satisfecha, o si era gracias a alguna sustancia que pudiesen haber ocultado en aquellos alimentos para mantenerla bajo control. Como fuera, no pensaba darse por vencida. Pasó las siguientes horas sentada frente al gran ventanal intentando serruchar la madera, pero no conseguía un gran avance: era como si el barniz que la cubría se resistiera a todas las herramientas que usaba.

    No escuchó el momento en que la puerta se abrió y el más joven de los guardianes ingresó a la habitación. Jack la observó un momento, analizando la escena. Los trastes donde se la había entregado su última comida reposaban sobre el escritorio, completamente vacíos. Los cajones y libreros de Norte eran un desastre: habían sido saqueados en busca de herramientas. Y la humana, como ya se imaginaba, permanecía acuclillada luchando contra la madera.

    La chimenea seguía apagada y cubierta de pedazos de carbón, sin ningún cambio aparente a como lucía cuando él dejó la oficina la noche anterior. Jack sonrió ante eso.

    — Creí que ibas a intentar escapar por la chimenea — rio entre dientes.

    — Es de sabios cambiar de opinión.

    El chico caminó hasta llegar al escritorio, desde donde observó a la humana. Esta ni siquiera se molestó en verlo.

    — No funcionó, ¿cierto? — preguntó casi de forma burlesca.

    — A menos que quiera salir de ahí luciendo y apestando como un enorme trozo de carbón, la chimenea no es una opción.

    — Sí, eso pensé anoche.

    Hubo un largo silencio entre ambos. Lo único que podía escucharse era el crujir de la madera bajo la presión del cincel que, en ese momento, Lilly intentaba usar como palanca. Fue ella quien terminó por romper la tensión del ambiente con un suspiro.

    — ¿A qué has venido, Frost? — dejó lo que hacía para girar la cabeza y verlo a los ojos. - Repito que ya te dije todo lo que sé querías saber sobre Pitch.

    — Y yo repito que te dije que no quería hablar sobre él.

    Ella arqueó una ceja de forma retadora.

    — ¿Aún crees ser mi amigo? — sonrió, incrédula.

    Jack respondió con una sonrisa. Ella puso los ojos en blanco y volvió a su trabajo.

    — Entonces te quedarás aquí — se aventuró ya que, al no recibir respuesta, supuso que estaba en lo correcto. — Y supongo que si te digo que te largues no lo harás, ¿cierto?

Rise of the Guardians: Pitch's ReturnsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora