Capitulo 10: Ejercito de Pesadillas

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    Viajar en compañía le resultaba extraño a Lilly. Bastante extraño.

    No recordaba la última vez que había trabajado en equipo con algún otro ser, pero estaba segura que había pasado mucho tiempo desde entonces. Los años la habían obligado a acostumbrarse a la soledad, a concentrarse en sus pensamientos y vigilar el área donde caminaba al mismo tiempo, a escuchar solamente sus pasos y su propia respiración, a cuidar únicamente de ella, a apartarse del mundo. 

    Ahora tenía un enorme batallón de caballos negros detrás de ella, avanzando por las calles de París con paso solemne y con la coordinación y la gracia de un fiero ejercito que marcha hacia la guerra. Sus cuerpos translúcidos ahora estaban huecos, cargando en su interior pequeños bultos de los que la humana ignoraba su verdadera naturaleza. Los golpeteos de los cascos retumbaban unísonos a sus espaldas, aunque carecían de la fuerza y la determinación de un verdadero ejército. Eso entristecía un poco a la joven, pues ella había estado con una gran variedad de guerreros en el pasado y había aprendido técnicas de todos ellos. Y sabía que sería mejor si las llevaban a cabo.

    Pero ella no era la cabeza del grupo. No era el segundo al mando, tampoco. De hecho, tenía un puesto tan bajo como aquellos animales. No era quien para decir cómo debían actuar, su opinión carecía de valor alguno en esa sociedad. Su trabajo consistía y se limitaba a montar guardia, mientras las pesadillas hurgaban en las casas y salían cargados con aquellos extraños bultos de los que no se atrevía a preguntar por su procedencia.

    Levantó la cabeza hacia el frente. Pitch lideraba al tropel, cabalgando un enorme caballo negro, mucho más grande y corpulento que el resto, que avanzaba majestuosamente algunos metros frente a la chica. Con una mano sostenía las bridas del animal, guiándolo, y con la otra cargaba una amenazante guadaña de arena negra. Él le había explicado que la llevaba solo en caso de que los guardianes atacaran de nuevo, aunque personalmente la parecía algo dramático cargar con semejante arma a la vista de todos.

    Ella montaba al mismo caballo que la noche anterior la había llevado de regreso a casa. Se sostenía de la brida con ambas manos, no por temor a caerse, sino como forma de mantenerse entretenida con algo. Todo lo que quería hacer era volver a su solitario trabajo habitual; permanecer demasiado tiempo en contacto con otros seres, a los cuales aborrecía, la agobiaba.

    La túnica negra cubría cada centímetro de su cuerpo y caía por ambos flancos del tórax del caballo. Solo sus manos y sus pies alcanzaban a asomarse por los límites de la tela. La capucha limitaba su visión, y la percibía como un círculo oscuro periférico en los extremos de la imagen que tenía enfrente: las tranquilas calles parisinas. Aún con el buzo bloqueándole el panorama, podía apreciar los elegantes edificios modernos de colores claros, los frondoso árboles vestidos con sus trajes otoñales y los escasos autos que transitaban de cuando en cuando, pasando junto a ellos sin siquiera dirigirles una mirada por casualidad.

    Hacía siglos no viajaba por esos lares, y ahora se sentía como si hubiese vuelto al pasado, a alguna lejana época en la histora. La primera vez que había estado ahí acababa de estallar la Revolución Francesa, y los signos de la guerra que se avecinaba marcaban la ciudad hasta sus entrañas, allá por 1789. Corrían años difíciles para el país, tanto la comida como el dinero escaseaban, y el olor a muerte y pólvora inundaba cada rincón.

    Recordó que, cuando apenas se acercaba a la antigua Paris, los aldeanos acababan de asaltar la fortaleza de la Bastilla, el sitio donde el rey guardaba las armas de su ejército. Oculta en las lejanías, recordaba haber visto a la enorme muchedumbre, armada hasta los dientes, que se levantaba en armas frente al mismo Palacio Real. Ese día no corrió tanta sangre como en los años posteriores, pero si la suficiente como para que Lilly la utilizara a su favor. En ese tiempo, Muerte la buscaban con más fervor y desesperación que nunca, y ella había pasado los últimos meses escapando de sus secuaces, los segadores.

Rise of the Guardians: Pitch's ReturnsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora