Capítulo 8

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Estoy en el pasillo, sentada en un banco. Mi cabeza no para de hacer ruido, me duele. En estas se sienta Richard.

-Tienes que contárnoslo.

-¿Contaros qué? Según vosotros son de ella.

-Lo creemos.

-Creeis mucho vosotros. Pero, ¿sabes qué? En estos casos no se puede creer: o se está seguro o no.

-Por eso nos tienes que confirmar si usaba o no.

-Pues claro que no.

-¿Entonces por qué están sus huellas allí?

-Ah, no sé. Tu sabrás, ¿no?

-Cuéntame la verdad, por dios Brigitte -me levanto bruscamente.

-¿Qué te cuente la verdad? ¿Enserio? ¿Crees también que estoy mintiendo? Porque como te he dicho antes, o se sabe o no, no hay intermedio. ¡No me vayas diciendo que estoy mintiendo cuando la víctima es mi madre! ¡Y, ahora mismo, haría lo que fuese para encontrar a esa o ese capullo que le hizo eso! ¡Así que empezad a examinar un poco más ese puto pote de pastillas a ver si encontrais las huellas de otra persona, que eso es lo que importa! ¡Pero no me vayais echando a mí mierda, que conozco a mi madre, y que estaba en perfecto estado! ¡Ella era alegre como una perdiz, y ahora mira, ya no podrá sonreir más y hacer sonreir a los que la rodeaban! -no puedo parar de llorar. Richard se levanta y me abraza, con mucha fuerza. A él también se le ha escapado alguna lágrima.

-Lo siento... Lo siento... -va diciendo. -Pero tienes que entender que nosotros tenemos que preguntar y asegurarnos, ¿de acuerdo? Vamos a buscar y rebuscar hasta que lo encontremos para que esto se acabe lo antes posible.

-Puede que me haya pasado un poquito.

-¿Sólo?

-Bueno... Lo normal.

-Brigitte.

-¿Qué?

-El otro día no me respondiste bien en una pregunta.

-Te dije que me gustaban tus ojos.

-Pero la pregunta no trataba de esto -me hace reir y le vuelvo a abrazar. Siempre está ahí para sacarme una sonrisa, como lo hacía mi madre.

Memorias de un crimenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora