Deducción

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Antes de enviar el mensaje y aceptar el futuro que brillantemente contemplaría con mis propios ojos en pocos minutos, decidí volver a hundirme en un mar oscuro y tormentoso de preguntas, las cuales, para una persona normal no tendrían respuesta. La primera pregunta fue la base de mis ideales. En caso de aceptar el trato ¿Qué ganaría? Comencé por plantearme diversas situaciones, en las cuales, yo me encontraba encerrado sin lugar a dónde huir, sin una respuesta correcta hacia las destructivas y moledoras incógnitas que penden rigurosamente de un fino y desgastado lazo que une a estas con la despreciable humanidad. Descarté rápidamente la posibilidad de un forzoso escape, por lo que entendí que podría aprovecharme de ésta habilidad para adivinar el razonamiento de mis enemigos, de tal forma que sabría los movimientos que estos iban a realizar. Quedándome así, dos posibles alternativas: Una era la delicadeza del desconcierto, comenzar a correr en direcciones tales que terminase perdiendo de vista a los sujetos a base de engaños y sucios atajos que me encontraría en el camino. La otra correspondía a la sutileza del asesinato, podría incluso lucirme frente a los ojos de los atacantes haciéndolos caer en el frío engaño. Los dejaría creer que en algún momento tuvieron oportunidad contra mí, para luego poder destrozar su marchitado corazón al contarles la cruda verdad detrás del codicioso juego que había creado. Aunque muy espontaneo, ese ya era un punto a favor de aceptar. Pero todavía quedaban más preguntas en mi cabeza, martillando las puertas de ésta con su espesor y su complejidad. La segunda de ellas era, quizá, la más perversa de todas: ¿Qué haría una vez que estuviese en mi posesión? Podría jugar a divertirme con el futuro de aquellas personificaciones humanas de monstruos, que creen que su vida está completamente hecha y que sería imposible desestabilizar su rumbo al éxito. Pero concluí, una y otra vez, que sería demasiado fácil. Las cosas fáciles son demasiado rutinarias en mi vida, las detesto, desprecio tanto que no pertenezcan a un reto para mí, que prestarles un poco de mis sentimientos me aterra. Me siento horrorizado con la simple sensación de que éstas pueden completarse en dos sencillos pasos, no, yo necesito algo más, una pena tan grande que desequilibre por completo el sentido del reloj y me haga trastabillar de la emoción. Necesito desangrarme por dentro, a tal punto que me sea casi imposible continuar con mi vida, entonces utilizaría la pieza que, en caso de aceptar, ya estaría en mi posesión, para poder renacer al igual que la nostalgia de la infancia renace en cada anochecer y muere con la cálida bienvenida del inmenso sol. Veinte minutos y dieciséis segundos después de atormentarme con pensamientos sencillos y habituales en las personas, comprendí quién tenía la culpa de todo lo rutinario existente en éste mundo, la politica. Los políticos nos controlan, imponiéndonos un sistema lineal. Vivimos en una cárcel, ventanas selladas por cemento y desinformación por doquier, suelo metálico, cubierto por una placa interminable de información adulterada. Ellos -pensé- son culpables de que nuestros ideales nos destruyan el uno al otro, de las múltiples peleas en las que nos encontramos todos los días. "USTED LO VOTÓ, HÁGASE CARGO DE SU IMPRUDENCIA", "POR PERSONAS ASÍ, EL PAÍS ESTÁ EN DECLIVE" "Balean salvajemente a un joven, quién se dirigía camino a su instituto", esas frases dan vuelta en mi cabeza, parecen destrozarla por dentro, insertan sus colmillos sobre mi alegría y absorben cada milímetro de ésta. No me dejan vivir en paz, cada día es una Odisea. Las rutinas van a asesinarme y los criminólogos no sabrán que fueron ellas ¿Cómo lo sabrían? Me tranquilicé al instante, miré hacia el suelo porque intuía que algo no andaba bien, y observé manchas de sangre las cuales, sostuve teóricamente que provenían de mi nariz. Me dirigí al baño y evidentemente comencé a limpiarme la sangre que aún caía de mí, antes nombrada, nariz. Al terminar regresé al dormitorio para poder continuar con mi reflexión. ¿Qué haría una vez que estuviese en mi posesión?, o más bien, ¿La utilizaría para mi propio beneficio o, al igual que un superhéroe, sería para el bien de otros? La respuesta era demasiado evidente: Las personas se ven obligadamente atraídas hacia los problemas, se asemejan a imanes que magnetizan todo tipo de sentimientos y de aprietos enigmáticos. Por eso, con cierta lógica, debería de utilizar mi capacidad para rescatarlos de su estupidez (su necesaria y vulgar estupidez). Pero también es cierto que ellos son la base de mi enfermedad, si no escucharan palabras impregnadas de veneno como las que depositan en sus oídos los medios masivos de comunicación al pasar un discurso político, sería totalmente diferente, pero no es así; ellos se sientan y dejan pasar las horas, las semanas, los otoños, mientras sus oídos se pudren en las turbias y putrefactas aguas de lamentos y promesas rotas de los bien vestidos.

AnacronismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora