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Parece un día normal. Madre ha estado calando la mañana entera. Calcula que si termina un par de manteles el lunes podrá tomar la guagua e irse a Santa Cruz para vender varias piezas a los turistas de los barcos. Una vecina se acerca y le susurra en el oído. Madre alza las cejas; parece intrigada,perpleja. Otro vecino le dice lo mismo. Hace un rato en el muelle vieron a padre. Al señor que será mi padre. Yo todavía floto en la sangre de ambos, me voy acercando, viajo en los dos, soy ese encuentro que se aproxima. Padre está en el muelle y ha comprado unas caballas y ha pedido que se las limpien. Después de haberse marchado quince años, padre está regresando a casa con un puñado de pescado fresco, como si hubiese estado dando una vuelta por Los Realejos.
Mis hermanos regresan a toda prisa de la platanera y se van por el camino de la playa hasta llegar al Puerto. Encuentran a padre y apenas se hablan. Tardan un rato en mirarse y reconocerse. Padre les invita unos vinos en una taberna de la Ranilla. Saca un puño de bolívares para pagar y sonríe al sentir el silencio que inunda el bar en ese momento; un silencio lleno de admiración y rencor. Por eso invita una ronda a todos los que lo contemplan.
Un poco ebrios, regresan en uno de los taxis negros y confortables que aparcan en la Plaza El Charco. Mis hermanos parecen una incongruencia con sus ropas de planta eros bajando de ese taxi.
Madre no abre la puerta. La casa retumba con los nudillos de padre golpeando la hoja de madera, mientras en la otra aprieta con firmeza las caballas. Algunas personas espían por las ventanas, otras se alongan desde las azoteas. Abrirá/no abrirá. Abrirá /no abrirá. Al final uno de mis hermanos da voces: madre, no jeringues , déjanos entrar.
Los tres pasan a la casa. Huelen a vino; a mar, a pescado. Ya me voy acercando. Ya mis padres se miran, y esa misma noche, o tal vez mañana o pasado mañana, vendrá mi momento. Madre coloca unos platos en la mesa; luego sirve papas de punta, plátanos hervidos en agua con sal, golfio, mojo de cilandro. Entonces finge retirarae. Padre la toma de la mano y le dice que le ha traído un regalo y del bolsillo saca una cadena de oro con una inmensa Virgen de Coromoto.
La mano de mi padre refulge.
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ARENA NEGRA
Romance¿Tendrá todo viaje futuro un espejo que no vemos? Un hombre escapa desde España hacia Venezuela. Deja a su mujer y a sus hijos. Una hija que espera algo más que un retorno, que busca en ese abandono una conexión, un sentido a la ternura de un gesto...