Capítulo 12

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V:
El dolor sucede por escasez. Echo a Guillermo de la casa y si bien extraño sus carrascos en el baño cada amanecer, o sus ropas tiradas en el salón, o su olor vibrante al otro lado de la cama, no logro conectarme nunca con la desolación que está lejanía debería producirme.
Me duele que no me duela. Me duele no tener los ojos desesperados de madre cuando le dicen que padre ha tomado el barco a Venezuela, que en unos días estará en La Guaira, otra vez, como si nunca hubiese regresado.
Padre retorna a casa por seis años y luego vuelve a desaparecer. Nada pareciera quedar de su vuelta. Solo yo. Pero madre no me ve. Sus ojos parecen arder; parecen tener una perenne fiebre.
Quiero esos ojos ahora que Guillermo se ha marchado.
Quiero los ojos de mi madre.
Por eso voy con el yonqui hasta el viaducto; para sentir que también soy de esa desesperación. Pero el dolor no llega. No alcanza. Quizás me falta el mar; quizás me falta la isla.

ARENA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora