Capítulo 9

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R:
Padre abre los ojos. Muy lejos. Allá. En Venezuela. Jamás piensa en nosotros. Por momentos siente una punzada al pensar que le será imposible encontrar el volcán.

S:
En rigor no debo decir que mi padre me abandonó dos veces. Eso solo puede afirmarlo mi madre. Podría, si su cerebro no fuese ahora una papilla blanda, sin relieves. Madre, con sus ojos ausentes, como vidrios llenos de polvo. Abandonada por primera vez en 1948; abandonada por segunda vez en 1968. Porque mi padre gusta de las repeticiones; solo en ellas se llega hasta el fondo de un gesto.
Yo solo guardo memoria de su segundo abandono. Despertamos y no queda ni una sola de sus ropas en la casa. Falta la maleta; las pesetas que madre guarda en los cajones de la habitación; incluso un par de camisas de mis hermanos.
Madre lo buscas en la playa Chica, en el barranco, en la Charnera, en el muelle, en la playa Martianez. Pregunta por él en la Plaza El CHARCO, en la entrada del Taoro; se regresa y vuelve a preguntar en las fincas de Punta Brava: la Victor Machado; la Manuel Espuela; la Viuda de Medina; incluso de acerca al antiguo Lázaro, allí donde viven esas personas que son tan pobres que incluso son más pobres que nosotros.
Madre lo busca por todo el Puerto de la Cruz; sube hasta La OROTAVA. Y a cada segundo se lleva las manos al rostro, como esperando ver su cuerpo desmadejado en una playa, en una carretera, bajo la sombra de una platanera, pero sólo encuentro el vacío y entonces las manos parecen pesarle como si fuesen rocas.
Después no sigue buscandolo.
Alguien nos dice que lo han visto en Santa Cruz; contento; repartiendo abrazos antes de subir al vapor donde viajará de manera mucho más comoda que la primera vez.
Alguien nos dice que padre va de regreso a Venezuela feliz.

ARENA NEGRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora