Samantha se despertó justo antes del amanecer. Había tenido un sueño tan real que saltó de la cama, con el corazón latiéndole violentamente, y corrió a la habitación de Zack.
Acurrucado en medio de la cama de matrimonio, parecía incluso más pequeño y vulnerable que despierto. Samantha sintió que se le rompía el corazón. Era tan pequeño. Y estaba tan solo y tan asustado.
Samantha sabía cómo se sentía. Desde la noche de la fiesta, su vida también había entrado en una espiral incontrolada.
Pensó en los secuestradores y en lo que Will había dicho sobre lo extraño de que lo hubieran llevado a una casa de reposo. No tenía sentido. A menos que se conociera a Lucas.
Samantha había dado por sentado que Lucas estaba tan detrás del llamado secuestro de Zack como la propia Cassie. Y su convicción había sido total cuando su primo Charley, el policía, le había asegurado que Lucas había sacado dos billetes de tren para Wolf Point. Por lo tanto, no le extrañó que los secuestradores hubieran llevado a Zack a la residencia de Wolf Point, en la que estaba su bisabuela.
La teoría había empezado a desmoronarse cuando Lucas no había aparecido. Y cuando había descubierto que la abuela de Lucas, Gladdie O'Brien, sufría la enfermedad de Alzheimer y no reconocía a nadie desde hacía meses. Pero Samantha no se había preocupado realmente hasta que los secuestradores habían empezado a perseguirla después de que les hubiera arrebatado a Zack. No parecían amigos de Lucas. Parecían auténticos matones, y no locos de los ordenadores.
Quizá los billetes de tren hubieran sido una pista falsa y Cassie estuviera equivocada sobre lo del secuestro. Pero ¿por qué iba a querer nadie secuestrar a Zack? ¿Qué pretenderían conseguir los secuestradores? Y, tal como Will había hecho notar, ¿por qué llevarlo a una casa de reposo de Montana? ¿Y por qué no habían pedido ningún rescate?
Sam había comprendido que tenía que actuar. Y rápido. Había dejado un mensaje a Lucas, para que la llamara a su teléfono móvil.
Pensaba que Lucas la llamaría, convencida de que estaba vivo y de que había montado todo aquello para poder reunirse con su hijo. Pero si eso era verdad, ¿dónde estaba? ¿Por qué no había llamado? Quizá algo se lo hubiera impedido o… No quería considerar la otra alternativa. Algo tenía que haberle pasado.
Pero si estaba equivocada sobre el secuestro, quizá también lo estuviera sobre las razones por las que los secuestradores se habían llevado a Zack a una casa de reposo. ¿Estarían buscando a Lucas por otra razón, aparte de la de entregarle a su hijo? ¿O estarían buscando otra cosa?
Cerró los ojos. Le dolía la cabeza. Sólo podía estar segura de algo: Lucas adoraba a su hijo y no lo habría abandonado a menos que se hubiera visto obligado.
Se inclinó para apartar un mechón de pelo del rostro del niño, sintiendo una oleada de cariño tan intensa que estuvo a punto de caer de rodillas. Aquel niño podría haber sido suyo. Debería haber sido suyo.
Pero aquella clase de pensamientos no iba a conducirla a ninguna parte, se recordó. Tenía que concentrarse en conseguir que Zack llegara sano y salvo a Seattle.
Sospechaba que el niño sabía mucho más que cualquiera de todo lo que estaba pasando allí. Pero, por alguna razón, tenía miedo o no quería contárselo. Cuando le había preguntado la noche anterior, lo había visto definitivamente asustado. Pero ¿cómo no iba a estarlo? Su padre había desaparecido y lo habían secuestrado unos desconocidos. Eso era más que suficiente para asustar a un niño.
Al volverse para salir de la habitación, vio a Will tumbado en el sofá del cuarto de estar. Él también había aparecido en sus sueños. Se sonrojó al recordarlo. Aquella parte de su sueño la había dejado anhelante, igual que su beso.