Un poco más adelante, la carretera se bifurcaba. El desvío de la izquierda los llevaría a la ciudad más cercana, donde Samantha podría deshacerse de Will. El de la derecha, aumentaría la distancia entre ellos y los secuestradores y les proporcionaría un lugar seguro en el que pasar la noche.
Relativamente seguro, se corrigió. Estar cerca de Will le recordaba demasiado a sus sueños de adolescencia, cuando soñaba con el amor, el matrimonio, los hijos y la felicidad que llegaría después. Cosas que no quería recordar, especialmente en aquel momento.
—Sólo por curiosidad, ¿a cuántos hombres has esposado a tu salpicadero? —le preguntó Will, sacándola de su dilema.
—No a muchos —contestó a la defensiva.
La mayoría de los hombres la evitaban. Su madre decía que era porque los intimidaba.
No debería haberlo besado, se regañó a sí misma. Pero entonces, ¿qué se suponía que tendría que haber hecho? ¿Dejar que los mataran a los dos?
El problema era que ella pensaba que no iba a volver a verlo nunca más. Y, en cualquier caso, el beso le había gustado…
—¿Hola?
Samantha pestañeó y se volvió a mirarlo. Will la estaba observando de forma extraña. Samantha fijó la mirada en el capó y advirtió que se había parado en medio de la carretera, justo antes de la bifurcación.
—¿Y bien? —le preguntó Will.
Samantha miró a Zack, que también parecía preocupado, y le guiñó un ojo como si quisiera asegurarle que no había ningún problema. Pero ni siquiera estaba segura de estar tomando la decisión acertada.
Tomó el desvío de la derecha, dirigiéndose hacia las montañas. Que Will Sheridan se fuera al infierno. Tenía que esconderse durante una temporada, hasta que se aclararan un poco las cosas y averiguara lo que iba a pasar a continuación. Tenía la incómoda sensación de que había algo que no terminaba de encajar.
En cuanto a Will… Bueno, él también tendría que esperar. A Samantha todavía le costaba creer que la hubiera estado buscando para pedirle una cita. Y lo de la suerte era definitivamente algo improbable.
Nada más verlo en Wolf Point, pensó que había ido a buscarla por el caso de las comisiones. Pero era evidente que todavía no sabía lo que había ido a hacer a la fiesta de su hermana. Al principio creía que ya lo había averiguado. Hasta que se había montado en el coche y se había negado a marcharse. Por lo que hasta entonces había aprendido de los hombres, aquélla era una actitud absolutamente extraordinaria.
Lo miró con los ojos entrecerrados. No, no creía que pudiera esperar más sorpresas de Will. Lo que había visto era únicamente lo que había: un exitoso hombre de negocios que controlaba su vida día a día y que era feliz haciéndolo. Aunque en aquel momento no parecía especialmente feliz.
Por el rabillo del ojo, advirtió que Will arqueaba las cejas. Y decidió ignorar aquella mirada.
—¿Por qué tengo la sensación de que no piensas llevarme a la ciudad más cercana?
—Todavía no podemos. Pero, créeme, tengo tantas ganas como tú de que salgas de este coche.
—Lo dudo.
Samantha gimió para sí, deseando que se hubieran conocido en otras circunstancias… Pero, ¿a quién pretendía engañar? A la larga, habría terminado averiguando la verdad sobre ella, y un hombre como Will Sheridan no encajaría ese tipo de cosas demasiado bien.
De modo que no había motivos para pensar en cómo podrían haber sido las cosas. Tenía que tratar con el presente, y eso ya suponía suficiente desafío.