Al principio, Samantha no estaba segura de lo que la había despertado. Salió lentamente del sueño y descubrió satisfecha que estaba acurrucada en los fuertes y seguros brazos de Will. Sonrió al recordar cómo habían hecho el amor, cerró los ojos y volvió a acurrucarse contra él.
Pero sus pensamientos no la dejaban volver a dormirse. Abrió los ojos, sin estar en un primer momento muy segura de lo que la inquietaba.
Era el caso.
Se apartó del abrazo de Will, se puso la ropa ya seca y se acercó a la habitación de al lado para no molestarlo. La luz de la luna se filtraba por la ventana.
Cinco piezas de un juego. Cassie tenía una.
Eric, Buzz, y Mercedes habían recibido también su parte correspondiente. Y Cassie se había hecho ya con la de Mercedes. ¿Cómo pretendía conseguir las otras?
A Sam se le subió el corazón a la garganta. Miró precipitadamente a su alrededor. Su teléfono móvil. Estaba en la camioneta, no lo llevaba en el bolso. Encontró las llaves de la camioneta encima de una mesa y salió lentamente.
En el interior de la cabina, marcó el teléfono de Charley. Sonó varias veces antes de que su primo contestara.
—Charley, soy yo, Sam —le dijo rápidamente.
—¿Dónde demonios estás? —le preguntó Charley con firmeza—. Me he enterado de lo que ha pasado en el barco. Maldita sea, Sam…
—Cassie ha intentado matarme y me temo que está dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguir las partes del juego que le faltan.
—Ya es demasiado tarde, cariño —dijo Charley quedamente—. Bradley Guess ha aparecido muerto hace unas horas. Su parte del juego ha desaparecido. Y tus veinticuatro horas han concluido.
Samantha cerró los ojos y se aferró al auricular.
—Charley, no creo que el problema sea el juego. Creo que ese juego esconde algo.
—¿Como qué? —preguntó él.
—Todavía no lo sé —pensó en lo que Bebe le había contado sobre las posibilidades de meterse en cualquier ordenador.
—A partir de este momento, estás fuera del caso, Sam —le anunció Charley—. Yo me ocuparé de Zack y de Cassie. Has hecho un buen trabajo, Samantha. Pero ahora esto está fuera de tu alcance.
Samantha sabía lo que Charley quería decir. Lo que la extrañaba era que no le hubiera ordenado detenerse cuando había aparecido el cadáver de Lucas.
—En ese caso será mejor que te diga algo. Creo que sé quién tiene la quinta parte del juego.
Samantha comprendió entonces que había sido aquello lo que la había despertado. Eran las notas de una canción, la misma melodía que había oído escapando de los audífonos de Zack durante kilómetros.
—Creo que la tiene Zack —le explicó su teoría—. Por eso no quiere desprenderse en ningún momento de los auriculares. No se me ocurrió mirar en el reproductor de compactos cuando le registré la mochila.
—Ni a mí tampoco —contestó Charley—. De todas maneras, ¿dónde estás?
—En un motel en la playa, con Will —dijo, casi con timidez.
—Estupendo —Charley se echó a reír—. Quédate allí. Y, por cierto, creo que Will te está cuidando de forma excelente.
—Yo también.
Samantha apagó el teléfono y continuó sentada en la oscuridad de la cabina, escuchando las olas rompiendo en la orilla y el doloroso latir de su propio corazón.