Antes de ser consciente siquiera de que se estaba moviendo, Will ya estaba corriendo. Las piernas lo impulsaban con fuerza, pero él sentía que sus movimientos eran inútiles y lentos.
Samantha le dio una patada al secuestrador y agarró al niño. La mochila cayó al suelo mientras intentaba poner a Zack a salvo en el Bronco. El niño gritó algo que Will no pudo comprender, mientras se estiraba para agarrar la mochila.
Ralph agarró a Samantha del hombro y la hizo girar, obligándola a soltar al niño. Después la empujó contra el Bronco y volvió a intentar apoderarse del pequeño.
Pero Will fue más rápido e impactó contra Ralph con toda la fuerza de su cuerpo. El secuestrador chocó contra su coche, con un violento golpe, dejando caer la mochila. Ralph dio media vuelta y embistió ciegamente contra Will, que esquivó la embestida y se deshizo de él con un puñetazo en la barbilla.
Por el rabillo del ojo, Will vio que Al salía del coche, mientras Samantha obligaba a Zack a meterse en el Bronco.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —bramó una áspera voz masculina desde la puerta trasera del bar.
Un cojeante Ralph rodeó entonces el coche y se sentó en el asiento de pasajeros, al tiempo que Al aceleraba y salía corriendo a toda velocidad.
Will clavó la mirada en los secuestradores, con el corazón palpitante. No podía recordar haber pasado nunca tanto miedo. Habían vuelto por Zack. Otra vez.
—¿Va todo bien?
Se volvió hacia el sonido de aquella voz. Un robusto cocinero permanecía en la puerta del café, con un enorme cuchillo de cocina en la mano.
—Sí, va todo bien.
El hombre asintió, se volvió sacudiendo la cabeza y regresó a la cocina.
Will se agachó para recuperar la mochila de Zack, todavía temblando. Cuando se enderezó, vio que Samantha estaba abrazada a Zack, consolándolo, con una mezcla de miedo, enfado y alivio en la mirada. Alzó los ojos hacia Will, con la determinación brillando en ellos y con una fuerza que sin duda sobrepasaba la de Will.
En el momento en que soltó a Zack, el niño corrió directamente hacia Will, con el rostro pálido como el papel.
Will le tendió la mochila. Zack se aferró a ella y la estrechó contra su pecho, llorando.
¿Qué guardaría en aquella maldita mochila?
Will desvió la mirada hacia Samantha. Pero ésta no estaba mirando la mochila, y tampoco la reacción del niño. Lo estaba mirando a él.
—¿Estás bien? —parecía a punto de llorar.
Will comprendió sorprendido que tenía miedo por él.
—Estoy bien —le aseguró con una sonrisa.
Advirtió entonces la contusión que oscurecía la mejilla en la que Ralph le había golpeado. Sintió que se le encogían las entrañas.
—Será mejor que nos vayamos —dijo Samantha, pasándole a Zack el brazo por los hombros. Alzó la mirada para mirar a Will—. Gracias.
Will se encogió de hombros, intentando encontrar desesperadamente alguna buena razón por la que no pudiera ir a Seattle.
—Lo digo en serio. Muchas gracias.
—Tú los tenías prácticamente dominados —le aseguró Will mientras pasaba por delante del Bronco y le abría a Zack la puerta de pasajeros.
Samantha pareció vacilar antes de dirigirse hacia su puerta.
—Adiós —abrió la puerta.
Will se limitó a asentir y se inclinó hacia el coche.