11. Pesadillas.

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La noche cayó sin que nos diéramos cuenta, estando el cielo iluminado por las miles de millones de estrellas, que daban luz a la superficie terrestre. Todo Dressrosa se inundó en un profundo silencio, sin ser vivo que paseara por las grandes calles. Todos los habitantes de la ciudad parecían tener un horario específico para irse a sus respectivas casas, o a lo mejor era una ley. Eso me llenó la cabeza de dudas.

Yo me encontraba sentada en el borde de los cementos del palacio, observando la ciudad. Ésta podría ser confundida por un cementerio si el palacio no estuviese en la cima.

- ¿No quieres comer? -A mi espalda apareció Viola, la mujer más madura que me pareció de entre toda la familia. Una joven delgada y de piel clara. Llevaba el pelo largo y negro, ligeramente ondulado hacia atrás, que se mantenía en su lugar por una rosa roja. Calzaba unos tacones de aguja de color púrpura, y un largo, sin mangas, blanco vestido de flamenca con lunares violetas y adornos de color granate.

- Mucho apetito no tengo, luego picaré algo, gracias. -Sonreí amablemente, girando mi rostro hacia ella para no mostrar ningún desprecio o algún sentimiento negativo.

Las luces del hogar se comenzaron apagar una tras otra, con el significado de que todos estarían durmiendo. Antes de eso, Doflamingo me explicó donde podría hallar mi habitación, por lo tanto podría arreglármelas por mí sola.

Cerré por unos segundos mis ojos, sintiéndome cansada y nostálgica. La palabra "Familia" hizo que me viniera a la mente mis días con la tripulación de mi padre. Eso me sacó una sonrisa. Pero me vi interrumpida por el rugido de mi estómago, que gritaba por algún alimento delicioso.

Caminé lentamente y sin hacer ruido hasta la cocina, donde abrí la nevera y cogí una manzana bien fresca. Mientras la comía, iba andando por los pasillos hacia mi cuarto, pero me detuvieron unos ruidos bastante extraños, procedente de una habitación no muy alejada de la mía. Curiosa fui, adentrándome en ella con mis poderes de la Akuma No Mi, disolviéndome como el viento y reapareciendo dentro. Rápidamente me di cuenta que era el cuarto del Shichibukai.

La procedencia de aquellos ruidos provenían de su cama, pero no del mueble que estaba en mal estado o crujía por sus años, sino de Doflamingo, que estaba angustiado e inquieto. Estaba teniendo una pesadilla.

- L-Los... matar... é... -Salió de su boca. Un tono aún más desesperante.

Su cuerpo estaba cubierto de sudor, respiraba agitadamente y, a veces, tenía espasmos involuntarios, como si quisiese librarse de algo que lo atara.

En esa situación no supe bien cómo actuar, lo mejor que se me vino a la cabeza fue despertarlo. Me acerqué poco a poco, observando su sufrimiento. Cogí con mi mano derecha su antebrazo izquierdo, agitándolo con suavidad para no ser brusca con su despertar.

- Doflamin... -Un ataque rozó mi mejilla, haciéndome un corte en horizontal desde mi nariz hasta el ojo, sin afectar a estos, solamente por el lado. Comenzaba a emanar sangre. El causante fue un hilo, proveniente de la otra mano del Shichibukai, inconscientemente.

Lo que hizo pareció surgir efecto, haciendo reaccionar al "Rey" y lograr despertarse para encontrarme ahí, en su habitación, con sangre que adornaba la mitad de mi mejilla, y sujetándole el antebrazo tontamente.

- ¿Kaoru? -Preguntó él, haciendo memoria sobre lo que había pasado.- ¿Ocurre algo?

- Estabas teniendo una pesadilla y vine a despertarte... -Informé, secándome la sangre.

Pareció haberlo sorprendido. Se llevó su mano a la frente, confuso y desorientado. Era la primera vez que veía a alguien de tan alto rango así.
Por unos segundos me vi reflejada en él, en su situación.

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