21. Nobody's gonna love you

1.6K 175 88
                                    

Narrador omnisciente

Kellin no pudo evitar sonreír cuando lo primero que vio al despertar fue el rostro de su novio; quería poder tener la oportunidad de despertar de esa forma todos los días, pero era imposible.
Intentó moverse, pero el agarre de Vic en su cintura se lo impidió. Resignado, decidió quedarse en los brazos del moreno, simplemente observando sus facciones.
Él sabía que debía despertarlo para que ambos pudieran ir a empacar sus maletas, pero no quería; lo que el pelinegro quería era quedarse para siempre así, junto a su novio sin que nadie más los molestara.
Kellin siempre se había preguntado cómo era que alguien tan perfecto como Vic se hubiera fijado en él, pero lo que no sabía era que el contrario se hacía la misma pregunta; y es que ambos habían encontrado en el otro su definición de perfección.
—Buenos días bebé —sonrió el moreno.
—Hey —murmuró, devolviéndole la sonrisa hasta que se dio cuenta de que tenía los ojos hinchados—. ¿Estuviste llorando?
—Kells... —empezó, tratando de buscar una excusa creíble, pero no se le ocurría ninguna—. Tal vez.
—¿P-Por qué? ¿Hice algo mal? Yo... —Antes de que pudiera seguir divagando, su novio lo calló cuando estrelló sus labios contra los suyos.
—No fue tu culpa bebé, sólo, no quiero aceptarla idea de que tengo que dejarte ir —admitió, perdiéndose en la mirada de su novio.
El menor no dijo nada, se limitó a volver a unir sus labios. Si había algo que más extrañaría de su relación con Vic, sería momentos como esos en los que sólo existían ellos dos, abrazándose y besándose, transmitiéndose todo el amor que sentían el uno por el otro con el simple movimiento de sus labios contra los suyos.
Cuando se separaron tuvieron que tomar unos segundos para recuperar el aliento y poder besarse de nuevo. Así pasaron varios minutos, simplemente saboreando el dulce sabor de sus labios y tratando de ignorar el hecho de que el tiempo se les agotaba.
—Deberíamos irnos ya —murmuró Vic, observando cómo el cielo oscuro se iba aclarando poco a poco por los tonos claros de naranja y rosa.
—Sí, deberíamos —suspiró el pelinegro, recargando su cabeza en el pecho de su novio.

Y a pesar de que ninguno de los dos quería irse de allí, tenían que hacerlo. Comenzaron a recoger su ropa y cuando estuvieron completamente vestidos caminaron hacia el hotel con sus manos entrelazadas. Tuvieron que separarse para que cada uno pudiera ir a hacer sus maletas y cuando Vic entró en su habitación, encontró a su hermano sentado en su cama.
—¿Pasa algo?
—¿En verdad lo harás? —preguntó el menor de los Fuentes, sin tomarle importancia a lo que había dicho el moreno.
—Mike, yo...
—Creo que es muy fácil contestar eso, sólo es cuestión de responder un jodido sí o no —murmuró molesto. Sabía que no debía meterse en la relación de Vic y Kellin, pero no podía quedarse con los brazos cruzados mientras su hermano mayor, quien durante mucho tiempo había sido su ejemplo a seguir, arruinara su vida al mismo tiempo de destrozaba a alguien por quien había desarrollado cierto cariño.
—Sí.
—Eres un completo idiota —gruñó.
—Mira, no entiendo porque esto te ofende tanto. Lo he hecho cientos de veces antes y nunca dijiste nada, ¿Por qué ahora sí? Deja de actuar como si te importara lo que hago —bufó, tratando de actuar como si le diera igual lo que su hermano menor dijese.
—Esto no es igual al resto de las veces, ¿acaso no lo ves? Ambos se aman, ¡no hay razón para tirarlo todo por la borda!
—Te equivocas, yo no lo amo, ahora, ¿podrías ir a molestar a otro lado? —mintió. Y aunque creyó que Mike no se había dado cuenta de la falsedad de sus palabras, lo hizo, y eso fue lo que más le dolió; que no tuviera la suficiente confianza en él para decirle que quería con locura al pequeño de ojos con un color único y pelo negro.
—¿Quién eres y qué hiciste con mi hermano? Si él aún está allí, dile que pare de actuar como un imbécil y un cobarde —dijo, saliendo de la habitación sin siquiera molestarse en ver el daño que sus palabras habían hecho en Vic.

Varias lágrimas salieron de sus ojos marrones, recordándole lo estúpido que era. Él no quería ser un cobarde, pero no quería demostrar lo débil que en verdad era. Secó las pequeñas gotas de agua que se deslizaban por sus mejillas antes de comenzar a empacar sus cosas, y una vez que terminó se miró por última vez al espejo, dándose ánimos para poder arruinar todo lo que había creado con tanto esfuerzo sin ningún problema.
Con pasos lentos se dirigió a la habitación de Kellin, tocando la puerta y resistiendo las ganas de salir corriendo de allí.
Su novio le abrió con una enorme sonrisa y sus ojos azules verdosos brillando, todo lo contrario a como se encontraba Vic.
—¿Y Kailey? —preguntó, adentrándose en el cuarto del menor.
—Se fue, según ella para darnos nuestra privacidad —respondió rodando los ojos.
—Yo, uh, de hecho preferiría que fuéramos a mi habitación —murmuró; él no quería que nadie los interrumpiera y no correría el riesgo de que la hermana menor de su novio entrara justo cuando rompiera su corazón.
—Claro, vamos —sonrió, tomando la mano del moreno para caminar hasta el cuarto de su pareja.
—Tenemos que hablar —comenzó una vez que llegaron, y sólo con esa simple frase Kellin supo que algo iba mal.
—¿Qué pasa? —murmuró, sintiendo como su voz se quebraba.
—Kellin... —Y antes de que pudiera siquiera decir una palabra más, su garganta se cerró; todo iba a ser más difícil de lo que imaginaba.
Podía sentir la mirada llena de confusión de su novio sobre él y como un reflejo tomó las mejillas ligeramente sonrojadas de Kellin en sus grandes manos, guiando su rostro hacia el suyo para poder besarlo por última vez.
Su lengua rozó el labio inferior de su novio, pidiéndole entrada a su boca. Recorrió cada centímetro de esta, grabando en su memoria el adictivo sabor de los labios de su novio.
—Yo... creí que hablaríamos —jadeó entre el beso. Vic lo ignoró, volviendo a unir sus labios en un beso suave y lento.
Poco a poco se separaron, pero sólo hasta el punto en el que sus narices rozaban.
—Te quiero Vic —sonrió el menor, con sus hermosos ojos azules verdosos brillando de alegría—, pero mis sentimientos no son sólo lo que esas palabras pueden explicar; lo que siento por ti va mucho más allá de eso. Contigo me siento completo, siento que puedo ser quien soy realmente sin avergonzarme o sentir miedo de que me juzgues. Eres la única persona que me ha hecho darme cuenta de que valgo algo, eres la única persona a la que he llegado a querer y sobre todo, eres la única persona que se ha tomado el tiempo de conocerme. Y mientras estés conmigo, sé que estaré bien.
El contrario sólo pudo mirarlo con sorpresa y tristeza al escuchar lo que en verdad Kellin sentía por él. A pesar de que el pelinegro no sabía si estaba bien haberlo confesado todo, sentía como si un peso fuera retirado de sus hombros.

Heartbreak Hotel (Kellic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora