1. I've got demons running round in my head

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Narrador omnisciente

En una pequeña casa en San Diego se encontraba tranquilamente acostado en su cama el moreno, simplemente mirando al techo de su habitación.
Por fin habían llegado las tan esperadas vacaciones de verano y a pesar de que apenas ese mismo día había terminado el año escolar, lo primero que hizo Víctor fue tirar cada uno de sus libros y cuadernos.
No quería nada que le recordara el instituto; lo único que quería era pasar todos sus días libres junto a su "amada" Danielle. Bufó al pensar en ella, hacía exactamente cuatro meses que le había propuesto ser su novia, y ella encantada había aceptado, pero ¿quién no lo haría? Le cantó una de sus canciones favoritas antes de decir la tan esperada frase de ❝¿quieres ser mi novia?❞, sin mencionar que lo hizo frente a todo el instituto. No podía creer que se hallaba extrañándola, si apenas hace horas que le había visto, pero así es el amor ¿no? Oh claro que sí, pero aunque Víctor asegurase estar tan enamorado de la pelirroja, él ni siquiera sabía que era verdaderamente el amor; sí, la "extrañaba" —por no decir que solamente extrañaba su cuerpo— cuando no la veía, pero no solía sonreír al escuchar su nombre ni dedicarle muchas demostraciones de amor como aquella en su primer mes de relación, donde prácticamente le escribió todo un libro. Todo ese gran amor empalagoso que solía tenerle parecía haber desaparecido al saber que ella estaba loca por él, porque aunque no quisiera admitirlo, la chica sólo había sido un tipo de "objetivo", algo que cuando supo que lo tuvo por completo en sus manos, comenzó a prestarle la más mínima atención.
Ahora ya no podía seguir ignorándola más, le había hecho prometer que pasaría cada minuto de sus vacaciones con ella, sino, su relación terminaría y eso no era algo que Vic quisiera ya que, por primera vez, veía un futuro con una chica. Él siempre solía terminar a todas las chicas con las que salía, la historia siempre se repetía; las enamoraba con los mejores métodos, les compraba rosas, escribía canciones para ellas y un sinfín de cosas, pero cuando se aburría de siempre estar con la misma persona, la cambiaba por otra. Los chicos lo veían como un triunfador sólo por acostarse con cientos de chicas, pero sin duda no lo era.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de cuando su madre entró en su habitación.
—¡Víctor! —gritó, provocando que este casi cayera al suelo.
—¿¡Qué!? —preguntó algo molesto por la manera en que le había gritado.
—Deja de perder el tiempo que tenemos muchas cosas por hacer —dijo risueñamente.
—¿Eh? —No pudo evitar mostrar su gran confusión, sus "cosas por hacer" no variaban mucho de salir con su mejor amigo Tony en bicicleta durante el día y por la noche ir a conseguir a una chica con la cual divertirse, para luego llamar a su novia para pasar tiempo juntos.
—Hay que preparar las maletas, llamar a alguien para que cuide la casa, oh y convencer a tu hermano... —Su madre hablaba y hablaba sin importarle que su hijo no entendiera ni una palabra.
—Hey, espera, ¿maletas? ¿Tú y papá se irán de viaje?
—No, iremos todos en un... ¡viaje familiar! —Parecía tan entusiasmada con la idea del viaje que incluso Víctor se sintió mal de tener que romper sus ilusiones.
—Después iremos al aeropuerto a las 6 de la mañana y...
—Para, no iré.
—¿Cómo que no irás? Ya compre los boletos y todo...
—Hazle como quieras, no iré.
—Yo no soy tu padre, así que no me vengas con esas cosas Víctor Vincent Fuentes. Mejor ve deshaciendo todos tus "planes" porque, o por las buenas o por las malas, irás —Por el tono de voz que su madre había adquirido, sabía que no estaba bromeando. Iría a ese estúpido viaje sí o sí.
Y de repente, toda la tranquilidad que tenía se derrumbó, junto a su pequeño mundo.
—¡Tú no puedes hacerme esto! ¡Tengo todo el puto verano planeado! ¿¡Acaso entiendes eso!? ¡Estás loca si crees que iré al viaje! —gritó furioso.
—No, no lo entiendo, y no me grites —dijo su madre en un tono calmado—. Y sí irás, no te estoy preguntando.
—Pero... —Antes de que pudiese protestar, Vivían lo dejó con la palabra en la boca, ya que salió sin siquiera inmutarse a los gritos y gruñidos de su hijo que se podían escuchar a través de su puerta cerrada con seguro.
Lo único que pudo hacer el moreno fue enterrar su cara en su almohada mientras soltaba un gruñido de frustración, ¿Cómo le explicaría todo aquello a Danielle? Sin duda, tendría suerte si no lo cortaba.

Víctor creía que tenía la peor suerte del mundo y era el único pasando por eso, pero no, en otro lugar, Medford Oregón para ser específicos, una chica cinco años más joven que él también se encontraba en la misma situación.
—Vamos Kailey, no será tan malo —intentó consolarle su hermano mayor.
—¿No será tan malo? ¿¡No será tan malo!? ¡Eso dices tú porque no tienes planes con tus amigos! —gruñó la preadolescente frustrada.
Kellin no pudo evitar fruncir el ceño ante las palabras de su hermana, ¿ella apenas tenía trece años y ya tenía planes con sus amigos para todo el verano? Él tenía diecisiete y aún no tenía ningún plan que no fuese leer libros en la soledad de su habitación.
❝Los niños de ahora❞. Pensó negando con la cabeza.
—Ugh, ¿cómo le explicaré esto a Alex? —preguntó Kailey antes de volver a descargar toda su rabia sobre su pobre oso de peluche.
—¿Alex?
—Un chico de mi instituto. Va en el mismo grado que tú, pero la diferencia de edad no es un problema —se encogió de hombros.
—¿Qué? Espera ¿Es tu novio? —El ojiazul sentía un gran asombro con lo apresurada que su hermana vivía su vida.
—Kell, no es mi culpa que tú nunca hayas tenido novia —bufó su hermana rodando los ojos.
Ese había sido un golpe bajo para Kellin, nunca había tenido suerte en el amor, ninguna chica volteaba a verlo, aunque no era algo que le molestase ya que le gustaban los hombres; el problema era que ellos tampoco lo miraban. Era deprimente ver como su hermana menor había conseguido pareja antes que él.
—Eso es porque yo no quiero —mintió con la poca dignidad que le quedaba.
—Sí, claro, mira, hagamos una apuesta ¿Sí? —El pelinegro no sabía si aceptar, conocía demasiado bien a su hermana para saber que es apuesta se trataba de algo que a fin de cuentas terminaría humillándolo de una forma u otra.
—Explícate.
—Si logras enamorar a alguna chica en el viaje, te pagaré veinte dólares, pero si no, tú me los pagas a mí ¿Aceptas o tienes miedo de perder? —Desde que menciono chica sabía que perdería la apuesta, ¿Cómo "enamoraría" a alguien que no le atrae en lo más mínimo? Pero no podía perder el poco orgullo que le quedaba.
—Claro, ya quiero ver tu cara cuando te gane —sonrió el mayor.
—Ay hermano, eres demasiado horrible para que alguien se fije en ti.
Aunque mostró una gran sonrisa y sabía que su hermana sólo bromeaba, sintió un gran dolor en el pecho, porque esa no era la primera vez que alguien se lo decía. La gente en su instituto se lo repetía constantemente que ya estaba más que harto. No importaba el dolor que sus palabras le habían causado inconscientemente, porque había logrado que su hermana, la persona a la que más quería, mostrara una gran sonrisa y olvidara el tema del viaje.

[...]

Víctor se encontraba en el aeropuerto, observando aburrido como sus padres arreglaban los papeles para el viaje. Eran las cinco de la mañana y lo único que el moreno podía pensar es que era un delito levantar a la gente tan temprano en sus vacaciones. No logró dormir nada durante la noche por haber estado con Danielle; había sido todo un drama darle la "gran noticia". La pobre chica lloró a mares frente a su novio, viendo como sus ilusiones desaparecían lentamente.
Milagrosamente no lo había cortado, lo único que hizo fue decirle que lo esperaría y amenazarlo con que si la engañaba, ella se enteraría y lo castraría; resultaba irónico desde la perspectiva de Víctor, ya que ya lo había hecho cientos de veces y en ninguna sospechó ni lo más mínimo.
—Mike, creo que estoy deprimido —murmuró el mayor de los hermanos recargándose en el incómodo sillón del avión.
—No estas deprimido, estás aburrido —bufó como respuesta. Llevaban más de dos horas sentados sin hacer nada más que escuchar, sin querer, las conversaciones de la demás gente y todo comenzaba a hartarle a un grado que no era normal.
Ni el moreno ni su hermano Mike, quien era sólo un año menor que él, deseaban estar en ese lugar; ellos eran felices estando en casa sin hacer nada.
Por fin la voz de la azafata, indicando que llegaron a su destino, los sacó de sus pensamientos. Con el mismo entusiasmo con el que Vic había subido al avión, bajó. La familia fue a recoger sus maletas, pero cuando estaba a punto de coger la suya, su mano topó con la de un extraño.
—Di-Disculpa, creí que era mía —murmuró bajando la mirada un chico pelinegro con unos hermosos ojos color azul, que cuando se atrevieron a mirarle, notó que en verdad eran una extraña mezcla de azul con verde.
—No importa —Le dedicó una de sus mejores sonrisas provocando que el chico se sonrojara.
—Soy Ke-Kellin —murmuró, extendiendo su mano.
—Víctor, dime Vic —Ambos extraños estrecharon sus manos, sonriéndose.

¿Una persona con baja autoestima y otra con un ego demasiado elevado? ¿Juntas? Definitivamente nada bueno saldría de todo aquello. 

Heartbreak Hotel (Kellic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora